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Roberto Verino: “La moda aporta más al PIB de lo que Gobierno le da al sector”

El diseñador, que sigue creyendo en “el producto por encima de todo”, es uno de los pocos supervivientes de la época dorada de la moda gallega

Iria P. Gestal

4 oct 2019 - 04:41

Roberto Verino: “La moda aporta más al PIB de lo que Gobierno le da al sector”

 

 

Dice Roberto Mariño que no piensa jubilarse hasta que cumpla 98 años. Entonces, habrán pasado ya más de seis décadas desde que su empresa, Roberto Verino, echó a andar en un entorno “rural, sin ninguna tradición industrial”, cuando su abuela materna era su principal apoyo empresarial y la era dorada de la moda gallega apenas se vislumbraba. Hoy, él es uno de los pocos supervivientes de esa era que colocó aquel territorio en un improbable polo de la moda en España. El empresario sigue creyendo en “el producto por encima de todo” y en las alianzas, aunque lamenta que en España “algunos han tenido, demasiadas veces, una mirada demasiado corta”.

 

Pregunta: Fundó Roberto Verino en 1982. ¿Qué ha cambiado desde entonces?

Respuesta: La empresa nació como consecuencia de que, a mí, que soy un loco de la vida y un enamorado de Galicia, no se me ocurrió otra cosa que venirme de Francia para montar la empresa en un entorno como Verín, sin ninguna tradición industrial, por supuesto ninguna de moda, y con todos los inconvenientes que tiene estar en un entorno rural. Esto no deja de ser una quijotada. Pero también evidencia el triunfo de la voluntad. Porque no entiendo otra cosa que dedicarte a lo que te emociona. Esa es la clave para sentir que vale la pena, no como les ha ocurrido a colegas míos, que sólo piensan en jubilarse.

 

P.: ¿Y en el negocio de la moda, qué ha cambiado?

R.: Ha cambiado mucho. Hemos cambiado nosotros. El entusiasmo que teníamos en aquella época, que fue lo que permitió hacer frente a las dificultades, seguimos teniéndolo, aunque de otra forma. Otro factor clave es el relevo generacional que se produjo en España con la llegada de la democracia, y ahí las mujeres han tenido una aportación clave. En las universidades y en los puestos de responsabilidad cada vez hay más mujeres. Cuando me dicen que hay que hacer 50%-50%, me cabrea. ¡Aquí son un 90% mujeres! Ya en los orígenes de la empresa hay una mujer que fue clave para mí, mi abuela materna, que es la persona más joven que yo he podido conocer y tuvo la suerte de vivir hasta los 98 años con una salud plena, joven de espíritu, voluntariosa… Quiero creer que alguna genética me toca. Yo, que soy un apasionado de lo que hago, me comprometo a seguir trabajando hasta los 98 años. Luego me voy a coger un año sabático y, después, no sé todavía qué haré.

 

 

 

 

P.: ¿Cómo definiría el estado de la moda española actualmente?

R.: Asumiendo que las cosas bien hechas son las que van a tener capacidad de seguir adelante. Cuando las cosas se hacen con respeto, con calidad y pensando que el consumidor es la clave, la respuesta será siempre positiva.

 

P.: ¿Se refiere a la gestión, al producto…?

R.: El producto es fundamental. Para mí es más importante que nada. Obviamente, la gestión también influye, tanto en positivo como en negativo.

 

P.:  Pero dicen que la moda ya no está de moda…

R.: La moda no está tan de moda como estuvo en algún momento, pero afortunadamente todos tenemos la obligación de vestirnos, y continúa siendo una forma de reforzar nuestra personalidad, y eso nos va a permitir seguir teniendo el interés de nuestros consumidores.

 

P.: Caramelo, Guerral, Viriato. ¿En qué se ha equivocado la moda gallega?

R.: Todos nos equivocamos, es algo innato en el ser humano. Pero algunos nos hemos preocupado de llegar al consumidor, porque es nuestro cliente de verdad, y no al intermediario, porque cuando empiezan las dificultades el sobrecoste que supone vender al multimarca acaba distanciándote del mercado. Pero también te separa en el sentido de que no conoces a tu consumidor. Tu cliente no te dice lo que siente ni lo que quiere, te lo está diciendo un intermediario que a veces te engaña porque le conviene. Hasta que ya no puede más, y cuando te das cuenta ya no tienes terreno en el que trabajar. Esas empresas de las que me habla, obviamente no hicieron una labor de captación de consumidores, no valoraban lo que significa tener una marca deseada… No crearon emociones: esa es la clave. Estamos en un mundo en el que, o eres el no va más y te puedes permitir los lujos que quieras, o has de crear emociones. Pero no quiero que se tome como una crítica, a todos nos ha dolido mucho cuando empresas que han estado boyantes en un determinado momento dejan de estarlo, pero es porque no han hecho los deberes a su debido tiempo.

 

 

 

 

P.: Entonces, ¿el error fue de modelo?

R.: Es un problema de indefinición. No se puede querer abarcar tantas cosas que termines por no ser importante en ninguna de ellas. Lo único que haces es autoengañarte continuamente. Y lo más importante es que el consumidor no llega a hacerte llegar sus necesidades ni sus críticas.

 

P.: ¿Por eso la gama media ahora es más pequeña?

R.: Con los de abajo no puedes competir y con los de arriba, tampoco, porque no tienes la capacidad de emocionar que tienen ellos. Entonces estás en un terreno de nadie. En ese sentido, no es que la moda no esté de moda, es que las necesidades de la gente han cambiado, y el consumo no ha crecido a ritmos exponenciales como ocurrió en un determinado momento. Entonces, lo que quería la gente era demostrar su potencial y su poderío a través de cómo iba vestido. Eso hoy no es así, la moda ya no es un símbolo de poderío, pero eso no quiere decir que la gente no disfrute con lo que lleva, con lo que necesita, con lo que le hace sentirse guapo o guapa. Esto supone que el escenario se polariza entre que o todo vale, o el producto realmente tiene alma.

 

P.: ¿Qué se ha hecho mal como sector?

R.: Quizás ese interés, en cierto modo hedonista, se ha neutralizado un poco. Pero entre ser excesivamente exigente con tu imagen y ser exigente con el producto y la calidad también hay una diferencia. Siempre me ha interesado trabajar para una inmensa minoría, entendiendo que no me puedo permitir el lujo de pensar en todo el mundo, ni me interesa para nada descender a competir en los terrenos donde no tengo nada que hacer. Siempre he tenido un interés por defender los productos que aporten valores, como la necesidad imperiosa de consumir de forma correcta y sostenible. No de usar y tirar porque te cuesta menos comprar una prenda que llevarla a la tintorería. ¡Por el amor de Dios, a dónde hemos llegado! Con la particularidad de que las grandes producciones que se despilfarran porque no se han llegado siquiera a comercializar son tremendas. Por lo tanto, los que de verdad sentimos, ya desde hace años, que esto es importante, ahora nos sentimos en nuestro ambiente. El primer coche híbrido que se vendió en Galicia me lo compré yo. Es una sensibilidad. Tengo el convencimiento de que los valores que yo siento son compartidos por mucha gente, pero sin magia, sin artificios.

 

 

 

 

P.: Si se dirige a una minoría, ¿eso supone sacrificar tamaño como empresa?

R.: Obviamente. Los países tienen la capacidad que tienen. Eso exige es que nos dejemos de ser provincianos y empecemos a ser globales.

 

P.: ¿Por qué las empresas gallegas de moda no han unido fuerzas para ganar tamaño?

R.: No hay que confundir fusión con buscar alianzas. Eso sí lo hemos buscado. Yo soy un convencido de las alianzas. De hecho, la Asociación Textil de Galicia nació a raíz de una reunión que tuve con Adolfo Domínguez. Nuestro objetivo inicial era buscar la manera de profesionalizar nuestra actividad, porque en aquel momento estábamos en pañales. No había experiencia industrial, ni en moda, ni de textil… Todo había que traerlo de fuera y eso representaba un coste y un esfuerzo tremendo. Hemos hecho algo que ni siquiera nos damos cuenta de lo que puede llegar a significar. Porque haber creado una empresa de moda, en un entorno rural como Verín, en unos años en que no había nada… Llegó a haber mil máquinas

de coser en el valle…

 

P.: ¿Y qué ocurrió?

R.: Que Inditex vino a coger toda esa fuerza de producción y, en un momento determinado, los abandonaron y aquello se vino todo un poco abajo. Nosotros, en nuestra dimensión, hemos seguido creciendo, aunque en los últimos años hemos tenido que ajustarnos. Lo importante es ser mejores, no más grandes. Y ambas cosas son compatibles, pero después de tantas épocas de cambios nos acaba pasando como al demonio, que sabe más por viejo que por demonio.

 

 

 

 

P.: ¿A escala nacional también falta colaboración?

R.: Después de la Asociación Textil de Galicia, también fui fundador de la Asociación Creadores de Moda de España, con Antonio Pernas, Jesús del Pozo, Ángel Schlesser y Modesto Lomba. Hoy, Acme es una entidad que ha crecido y que nos ha agrupado a todos, pero que no ha sido capaz de generar ese concepto de alianzas tal y como, a mi entender, tendría que ser. Porque somos quizás muy individualistas. Nosotros queríamos apoyar a la gente joven, que nos releven, tener ayudas… Apoyar para que nos apoyen. Porque si generas un entorno de cierto nivel, a ti también te va a beneficiar. Tenemos que actuar en busca del bien general, porque siempre salimos todos beneficiados. Pero también es cierto que se suele tener la mirada demasiado corta, y ahí es donde tengo que volver a hablar de mi abuela. Con su edad, ella me apoyaba y me ayudaba en proyectos que no iba a poder ver, y nunca me puso ningún reparo. Hay que saber ser generosos, invertir en futuro, y ver que las cosas hace falta hacerlas a modiño, pero sin parar. Y, sobre todo, sentando bien las bases y siendo muy respetuosos.

 

P.: ¿En qué no se ha sido respetuoso?

R.: Cuando se hacen trampas. Aquí había una regla no escrita de salvaguardar los equipos de cada empresa. Lo de estar fichando gente no estaba bien visto. Y se ha hecho, hasta que me harté mucho y en algún caso también lo hice. Es cierto que esa visión del bien general no es fácil de entender, la gente piensa en el corto plazo y no alcanza a entender que en los años en los que empezamos estaba todo por hacer.

 

P.: ¿Para el consumidor sigue significando algo el made in Spain?

R.: Yo diría que mucho, aunque cada vez quizá menos. El made in Spain no es el mejor de los productos. Más que made in Spain, hay que hablar de made in Europe. En nuestros inicios, tuvimos un reconocimiento porque entendí que si queríamos ser algo en moda teníamos que vincularnos a todas las producciones italianas, porque son los mejores expertos en lanas, cashmeres, sedas… Aunque los trajeran de China.

 

 

 

 

P.: ¿Qué tiene la moda italiana que no tenga la española?

R.: Han sido capaces durante muchos años de convertirse en los productores de las materias primas más prestigiosas del mundo. Su ubicación también es vital, estaban en el corazón de Europa y fueron pioneros en la búsqueda de las sedas a China. Además, siempre han tenido una sensibilidad muy especial. Esa cultura de hacer las cosas bellas ya desde la época renacentista. Esto no se aprende de un día para otro. Pero no artículos esperpénticos, sino bellos, útiles y posibles. Llevan el deseo por lo bello en la sangre, y sienten la obligación de no conformarse con el chichinabo, que aquí parece que ya nos vale.

 

P.: ¿Nacer en la tierra de Inditex es un valor añadido?

R.: Siempre es un valor añadido. ¿Qué razón hay para que no nos sintamos orgullosos de que Inditex haya cambiado el chip de Galicia y España? En mis inicios, ser español era casi ser del norte de África.

 

P.: Pero también ha acostumbrado a la gente a tener moda más barata…

R.: Mejor. Si pensamos en el bien general, ¿cómo nos puede preocupar que gente que no podía llegar a lo que yo proponía sea feliz con algo más asequible para ellos? Hay que aplaudirlo. Además, hay que pensar que esas personas, cuando comienzan a apreciar el grado de diferencia, te pueden llegar a elegir, mientras que de la otra forma no llegaba jamás porque no estaba motivada por la moda. Buscar el bien general tiene que ser una exigencia continua en todos los ámbitos.

 

 

 

 

P.: ¿Faltan ayudas públicas? Se ha dicho que el diseño español está muy subvencionado…

R.: Lo de que el diseño está muy subvencionado creo que ha sido un bulo, porque no es cierto. Yo no me siento en absoluto muy subvencionado. Los apoyos públicos son peligrosos si no se entienden bien. Porque el que te apoyen públicamente, si no te aportan lo que necesitas para que eso te catapulte, puede hundirte en una espiral en el sentido contrario. Pero nunca he sentido que nos apoyen mucho, la moda aporta más al PIB de lo que el Gobierno le da al sector.

 

P.: ¿Tienen sentido hoy las pasarelas?

R.: ¡Esa pregunta nos la hacemos también nosotros! Ahora estamos con el see now, buy now, porque entendemos que hay que acercarse al consumidor. Estamos convencidos de que ese es el camino. La próxima edición de verano será a finales de enero, pero yo propondré mostrar lo que tengo ya en tienda, para evitar dar un discurso que confunda en lugar de ayudar. Sin saltarnos a la prensa, hay que reemplazar aquellos formatos en que nadie podía ir al desfile y la prensa era el único conocedor de aquello. Eso ha cambiado. O se adaptan a los tiempos que le corresponden o son esfuerzos un tanto baldíos. Porque, qué le importa al consumidor de hoy el verano que viene que han pasado en el mes de julio mis colegas. Cuando llegue el verano ya se habrán olvidado o aburrido de lo que han visto. Acercarnos de verdad al consumidor es nuestra obligación, es sentido común.

 

P.: ¿Cómo afronta el relevo generacional?

R.: Estoy preparando a mis vástagos para que me sucedan. Mi hija ha desarrollado aquí toda su carrera. Mi hijo no trabaja en la empresa, aunque tampoco se lo he pedido. No creo que esto sea una profesión que deba hacerse por imposición.

 

P.: ¿Se ha planteado alguna vez vender?

R.: ¿Vender? ¿Qué es eso? ¡Si vendemos la empresa qué hago yo hasta los noventa!