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‘Who made my clothes?’ Seguramente, una mujer

La localidad estadounidense de Lowell es considerada uno de los primeros ejemplos de la incorporación en masa de la mujer al mercado laboral a través del textil.                                                                

‘Who made my clothes?’ Seguramente, una mujer
‘Who made my clothes?’ Seguramente, una mujer
En el conjunto de Asia, que concentra el 75% del empleo mundial en el sector, unos 42 millones de mujeres trabajan en la confección

Modaes

22 ene 2024 - 05:00

Aunque la moda ha sido considerada en la tradición un asunto de mujeres (ellas son las principales consumidoras y a las que se les reservó la frivolidad de mostrar a través de la ropa su estatus social tras la Revolución Francesa), los hombres son mayoría aplastante en los puestos directivos del sector, en funciones clave como la logística y en procesos como los acabados. Sin embargo, la fase de la cadena de valor que concentra el grueso de la mano de obra (y también la menos cualificada) continúa siendo eminentemente femenina: ellas son mayoría en las fábricas de textil y confección desde la Revolución Industrial, y lo continúan siendo hoy en los talleres de los principales polos productivos del Sudeste Asiático y del resto del mundo, también en España.

 

 

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Uno de los movimientos más virales de la asociación Fashion Revolution fue el llamado Who Made My Clothes (quién hizo mi ropa), con el que pretendía apelar al consumidor a pensar en los trabajadores detrás de sus prendas e instar a las marcas a asumir la responsabilidad sobre ellos.

 

Pero no hace falta una campaña para que cualquiera pueda responder, al menos parcialmente, a esa pregunta: si un cliente toma hoy una prenda de su armario y se pregunta quién la fabricó, la respuesta será, con toda probabilidad, una mujer.

 

Según la Organización Internacional del Trabajo (ILO, en sus siglas en inglés), las mujeres representan alrededor del 80% del empleo mundial en el sector de la confección y un 55% en el textil. Las razones de este elevado porcentaje son históricas (la costura se ha considerado tradicionalmente un oficio de mujeres, y a menudo recibían formación informal en casa), pero también económicas: informes de entidades internacionales como la propia ILO apuntan a la relación entre el menor coste laboral de la mujer frente al hombre y a la intensidad laboral que exige una industria como la confección.

 

 

 

 

La cara positiva es que la confección ha sido tradicionalmente la vía de entrada de muchas mujeres al mercado laboral, ya desde la Revolución Industrial, cuando muchas encontraron su primer empleo en fábricas de ropa en Reino Unido o Estados Unidos. Más tarde, la situación se replicó en China, y hoy se produce en mercados como Bangladesh o Camboya.

 

En el conjunto de Asia, que concentra el 75% del empleo mundial en el sector, unos 42 millones de mujeres trabajan en la confección. En China, las mujeres representan un 70% del empleo total en el sector; en Bangladesh, la cuota llega al 85%, y en Camboya, al 90%, según datos de Clean Clothes Campaign e ILO. Sin embargo, ellas continúan cobrando menos, teniendo menos oportunidades de crecimiento en las empresas y están expuestas a discriminación, violencia y acoso, según ILO.

 

En Bangladesh, por ejemplo, cuatro de cada cinco trabajadores en las líneas de producción son mujeres, pero sólo uno de cada veinte supervisores lo son. También hay una acuciante brecha salarial: según un estudio de la misma organización, que analizó salarios en el sector de la confección y el calzado en Bangladesh, Camboya, India, Indonesia, Laos, Pakistán, Filipinas, Tailandia y Vietnam, ellas cobran de media un 18,5% menos que ellos.

 

“Aunque un 4% puede explicarse por factores de edad y educación, otro 14,5% no”, señala el informe. Además, ellas dedican de media tres veces más tiempo que los hombres a tareas no remuneradas, como el cuidado de los hijos.

 

En cuanto a discriminación y acoso, la organización cita dos datos: una encuesta en Myanmar, que revelaba que el 42,5% de las trabajadoras en dieciséis fábricas de confección habían sufrido acoso sexual en el trabajo, y un estudio en Indonesia que mostraba que cuatro de cada cinco empleadas en el país habían sufrido abuso o acoso sexual en su espacio de trabajo.

 

 

 

 

“La violencia y el acoso no son las únicas formas de discriminación en el sector: otras incluyen requerir a las mujeres que se hagan test de embarazo como parte del proceso de contratación y devaluar el trabajo en la confección calificándolo de ‘trabajo de mujeres’, lo que resulta en peores estándares laborales y menores salarios”, resume ILO.

 

 

Aunque la industria del textil y la confección en España se ha reducido notablemente en las últimas décadas, los patrones históricos se conservan en el empleo. Las mujeres son mayoría en la confección, minoría en el calzado y están, desde 2022, a la par con los hombres en el textil.

 

En el conjunto de la industria de la moda, ellas también son mayoría, copando un 58% del total de ocupados, el equivalente a 89.500 trabajadores. En términos absolutos, esto supone que hay 24.700 más mujeres que hombres trabajando en el sector.

 

 

 

 

La mayor brecha se produce en la confección, donde sólo hay 7.900 hombres empleados, mientras que el número de mujeres asciende a 41.100 personas, lo que supone un 84% del total. Ellas también han ganado terreno en el textil, una industria tradicionalmente más masculina, con 23.600 trabajadoras en 2022, el mismo número que representan los hombres.

 

En la industria del cuero y del calzado, los hombres continúan siendo mayoría, ascendiendo a 33.300 personas. Las mujeres, por su parte, son 24.800 trabajadoras. Sin embargo, la brecha se ha estrechado notablemente en la última década: mientras el empleo masculino en el sector ha crecido un 26,6% desde 2012, el número de mujeres trabajando en el cuero y el calzado en España se ha catapultado un 57% en el mismo periodo.

 

De hecho, las mujeres han liderado la creación de empleo en el conjunto de la industria de la moda en la última década. Entre 2012 y 2022, el número de mujeres empleadas en el textil, la confección y el calzado en España ha aumentado un 14,3%, hasta 89.500 personas.

 

 

 

 

En cambio, ellos cada vez son menos: el número de hombres trabajando en el sector ha caído un 8,1% en el mismo periodo, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) publicada por el Instituto Nacional de Estadística. Los datos se trasladan también a la gestión empresarial en el sector: el 62,4% de las empresas españolas de la industria de la moda tienen como titular a una mujer, según datos del Directorio Central de Empresas (Dirce) que publica el INE.

 

Como ocurre con el empleo, ellas son mayoría también como titulares de empresas de confección, están casi a la par en el textil y son minoría en el cuero y el calzado, donde sólo un 38% de las empresas están soportadas por una mujer.

 

 

Un estudio de la universidad de Massachusetts alude a dos razones para explicar la elección de jóvenes mujeres para dotar las primeras fábricas del textil en Estados Unidos: por una parte, eran más baratas que sus homólogos masculinos.

 

Por otro, se daba por hecho que su estancia en la fábrica no sería muy larga, ya que terminarían dejando el trabajo al casarse, y eso evitaría la formación de una clase trabajadora estable que pudiese organizarse y reclamar mejoras laborales.