Entorno

El ‘sourcing’ sale de su zona de confort

La industria global de la moda quiere ganar flexibilidad en un momento en que la búsqueda del margen unitario ha sido desplazada por el objetivo del margen total

Pilar Riaño / Iria P. Gestal

13 jul 2020 - 04:51

El ‘sourcing’ sale de su zona de confort

A lo largo de las últimas semanas, en países como Bangladesh e India se ha sucedido el cierre de fábricas y los despidos. 

 

 

El discurso de la relocalización resuena con fuerza. Y, tras la crisis del coronavirus, todavía más. La industria global de la moda quiere ganar flexibilidad en un momento en que la búsqueda del margen unitario ha sido desplazada por el objetivo del margen total.

 

Mientras el reinado de China como mayor exportador global de moda se antoja irrevocable, otros gigantes del sourcing asiático como Bangladesh e India empiezan a generar dudas, debilitados por las consecuencias sanitarias y económicas de la crisis del coronavirus. ¿Terminará la moda priorizando orígenes como Turquía ante cualquier otro? “Es la percepción generalizada, pero no hay ninguna evidencia de que las empresas de moda estén trabajando más en proximidad”, señala Sheng Lu, profesor en la Universidad de Delaware.

 

La industria de la moda va y viene por el mundo como si fuera el salón de su casa. No sólo para distribuir sus pantalones, camisetas o cárdigans, sino también para producirlos. El aprovisionamiento está en constante evolución para adaptarse a los cambios del mercado. Sin embargo, desde la liberalización del comercio mundial, Asia, con China a la cabeza, ha sido el refugio de la moda. El Covid-19 ha roto el paradigma del precio unitario, que deja paso a la rentabilidad total, lo que fuerza al sourcing de moda a salir de su zona de confort.

 

 

 

 

“Lo que ya era una tendencia incipiente y real antes de la pandemia terminará por acelerar y transformarse en una realidad ineludible”, sostiene el experto en sourcing Gabriel Farías. La crisis del coronavirus ha puesto en evidencia la dependencia que tiene la moda de China y el impacto en el sector de una crisis como la vivida. Por otro lado, el Covid-19 ha sido también la muestra de la fortaleza de modelos de negocio con una cadena de aprovisionamiento flexible, en la que las series cortas fabricadas en cercanía predominen sobre las largas en lejanía.

 

Como muestra, un botón: mientras Primark estrenó junio con stock por 2.110 millones de euros y deberá guardar una parte de él para la próxima primavera, Inditex consiguió reducir un 10% su inventario en el primer trimestre porque recortó sus compras en el mismo porcentaje en que cayeron sus ventas.

 

La producción en proximidad, o lo que Farías denomina neorrelocalización, se impone en la industria de la moda, con territorios como Portugal, Marruecos, Europa del Este y, especialmente, Turquía, como beneficiados. Asia debería, por tanto, empezar a perder fuerza.

 

 

 

 

Con el 37,6% de las exportaciones totales de textil y el 31,3% de las de ropa, China es el mayor exportador global de moda, seguido de lejos por Europa, Bangladesh, Vietnam, India y Turquía, según los últimos datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Por precios, Bangladesh y Myanmar son los polos más baratos del mundo, aunque el segundo no tiene tanta capacidad como el primero. Camboya y Vietnam pueden llegar a igualarlos si se trabaja con volúmenes grandes, pero ambos países cuentan con el freno de los aranceles. La Unión Europea retiró en febrero las preferencias arancelarias al primero, mientras para el segundo en junio se ratificó el acuerdo de libre comercio, pero aún no ha comenzado a aplicarse.

 

Con el Covid-19 y la guerra comercial con Estados Unidos sobre la mesa, las exportaciones textiles de China sufrieron una caída de alrededor del 20% en los cuatro primeros meses de 2020, según datos de Sheng Lu, profesor en la Universidad de Delaware especializado en comercio global de textil y confección. “Sin embargo, a medida que China se ha convertido en uno de los mercados de consumo de ropa más grandes del mundo, hay pocas dudas de que continuará siendo un jugador crítico para el abastecimiento de ropa, especialmente para aprovisionamiento para su mercado local”, agrega.

 

En el mismo sentido opina Farías, que señala que “como todos los orígenes, China, se verá afectada pero justamente: su alto grado de desarrollo como industria vertical, con una enorme preponderancia en algunos artículos y materiales específicos, le permiten una mayor capacidad de sustentación y recuperación en el corto plazo”.

 

 

 

 

La fortaleza de China parece intocable, no así la de otros hubs: la crisis del coronavirus está poniendo contra las cuerdas a otros polos asiáticos. La paralización del comercio por el estado de alarma alrededor del mundo ha hecho que los gigantes de la moda pausen, cancelen o dejen de pagar sus producciones para contener el stock.

 

Esta situación ha impactado directamente en los fabricantes, especialmente en países asiáticos como Bangladesh o India. Según datos de la Bangladesh Garment Manufacturers and Exporters Association (Bgmea), más de 1.100 fábricas del país recibieron cancelaciones o suspensiones de pedidos por valor de 3.180 millones de dólares. “Esta situación lleva a las fábricas de Bangladesh a la agonía”, sostiene Mostafiz Uddin, director general de Denim Expert y fundador de Bangladesh Denim Expo. Además, según Uddin, a las fábricas todavía no están llegando nuevos pedidos.

 

El impacto del Covid ha sido muy importante y su efecto se extenderá durante un tiempo prolongado, manifestándose a través de la reestructuración de las empresas que constituyen el tejido productivo del sector”, afirma Farías. La industria sigue de cerca el impacto sanitario y económico en Bangladesh e India y comienza a buscar alternativas, entre las que ahora Turquía resuena con fuerza por la necesidad de ganar flexibilidad.

 

Resuena, pero todavía no se demuestra con datos. “Es la percepción generalizada, pero no hay ninguna evidencia de que las empresas de moda estén trabajando más en proximidad”, señala Sheng Lu. El profesor de la Universidad de Delaware aporta tres razones: la primera, que los países que pueden ofrecer proximidad también están sufriendo el Covid-19; la segunda, que el precio va a tomar más importancia para el consumidor a medida que avance la crisis; y la tercera, que si las compañías tienen problemas de cash flow, “no tiene sentido que inviertan en nuevos destinos de sourcing”.