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Josep Domènech, el hombre que puso al textil español en la órbita global

Silvia Riera

29 sep 2015 - 04:49

Josep Domènech hizo de la empresa familiar un grupo global. El empresario catalán heredó el negocio de sus padres y lo convirtió en Dogi International Fabrics, una de las mayores empresas textiles de España, además de darle dimensión internacional, con fábricas en México, Estados Unidos, Alemania, China, Tailandia, Filipinas y Sri Lanka. Domènech, fallecido la semana pasada tras una larga enfermedad, fue también el artífice de la salida a bolsa del grupo, así como el impulsor de la construcción de la nueva sede en El Masnou (Barcelona). No obstante, decisiones erróneas en su expansión y una deuda abultada provocaron la corrosión del negocio, que en 2009 presentó concurso de acreedores y, en 2013, estuvo al borde de la desaparición.

 

Ocupó el cargo de presidente hasta el final, hasta el día en que el fondo de inversión Sherpa Capital se hizo con el control de la compañía, aunque hacía varios años que no se dejaba ver por la empresa por su delicado estado de salud. Domènech no pudo asistir a los últimos encuentros en los que la familia fundadora cedió la gestión de la compañía a su nuevo socio inversor y personas cercanas a él aseguran que el empresario ha vivido con dolor y frustración toda esta última etapa.

 

Hijo único, sus padres sentaron las bases de un negocio, que ha logrado ser uno de los referentes en su sector, y fueron quienes transmitieron el sentimiento de pertenencia al textil y la fábrica, aseguran quienes conocieron de cerca a los Domènech. Devoto de su familia, Domènech se involucró de inmediato en el negocio, que sus padres pusieron en marcha para sacarse un sobresueldo, ya que los ingresos de albañil del cabeza de familia no resultaban suficientes. Con 21 años, el joven empresario, recién licenciado en Ingeniería Textil, tomó el mando de la compañía.

 

El sector alaba de él su “impresionante labor en el mundo del tejido elástico” y recuerda que se trata de uno de  los pocos casos en los que una familia de procedencia humilde logra levantar un referente internacional en su ámbito. Profesionales del textil catalán subrayan la “gran labor” de una familia trabajadora para hacer crecer aquello que empezó con un pequeño telar en el patio de casa. Domènech ha sido el empresario que más lejos ha llevado el textil español.

 

Él mismo aseguraba que fue de los pocos empresarios del sector que dejó a un lado los complejos de la compañía textil familiar al uso y quiso dar una nueva dimensión al negocio que tenía en sus manos. Aseguran de él quienes le conocieron que fue un hombre ambicioso, pero también innovador y colaborativo. Domènech logró que todas las empresas de corsetería y baño de España compraran el tejido en Dogi e incluso llegó a motivar a muchas de ellas para que crecieran, hasta el punto en que se desarrolló todo un tejido industrial en este segmento bajo la compañía industrial.

 

El empresario fue sumando tallas a Dogi, en parte, por notoriedad, en parte, porque era el dictado de los tiempos. Tras superar la entrada de España en la Comunidad Económica Europea, con su consecuente apertura comercial, la empresa tuvo que lidiar con el tsunami de la deslocalización industrial. Si Dogi no hubiera ganado tamaño en su día, hoy quizás no existiría, señalan fuentes del sector.

 

Uno de los primeros pasos en este sentido fue salir a bolsa; más adelante vinieron las compras de fábricas. En 2007, Domènech contaba con una compañía global, con fábricas en tres continentes y una plantilla de casi 600 empleados. También fue el año en que empezó el declive y síntoma de ello eran las convulsas juntas de accionistas en el Casino de El Masnou (Barcelona), que el empresario lideraba con firmeza para lograr aprobar ampliaciones de capital con las que retomar su estrategia de expansión. Otros ejecutivos del sector señalan que Domènech tuvo también “mala suerte” en apuestas como México, China o Sri Lanka, así como la pérdida del negocio de Penn Elastics. “Las empresas españolas, no sólo Dogi, acusan muchas veces la falta de profesionales dispuestos a instalarse en el extranjero”, aseguran.

 

A mediados de la década del 2000, obligado por su estado de salud, Domènech debió tomar un discreto segundo plano y a ceder el mando. Se vio en la encrucijada del relevo generacional. Dos de sus hijos, Eduardo y Sergi, implicados ya en la empresa, intentaron ponerse al frente, “aunque no estuvieron a la altura”, aseguran personas cercanas a la familia y a la empresa. Este hecho, habitual en el ámbito empresarial, fue un duro golpe para el empresario, que se vio obligado a buscar un gestor externo, sin mucha suerte. En diez años, pasaron por los despachos de El Masnou siete directores generales.

 

Tras una ardua etapa de desinversiones, Dogi regresó, una década después, al tamaño inicial. La planta en Greensborough (Estados Unidos) permanece como único vestigio de aquel gigante con pies de barro. Hoy en día, tras años de reestructuración, el sector vuelve a ver con buenos ojos el futuro de la empresa, que estuvo al borde del precipicio en 2013. En la última ampliación de capital que llevó a cabo Sherpa Capital para culminar la toma de control de la compañía, la familia Domènech acudió y elevó su participación hasta el 15%. No obstante, sólo su hijo Eduard permanece en plantilla, aunque sin cargo, en el departamento comercial.

 

Los planes de los actuales dueños de Dogi vuelven a mirar de nuevo hacia el mismo sentido. Sherpa Capital prevé que la compañía textil alcance una cifra de negocio de 200 millones de euros en cinco años a través del crecimiento orgánico, pero también a través de adquisiciones de empresas.