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Falsificaciones, la cara menos glamourosa del éxito en la moda

José Antonio Moreno, director general de la Asociación para los Derechos de la Marca (Andema) reflexiona sobre la falta de sensibilización de los consumidores frente a las falsificaciones y su impacto en el sector.

Tribuna: José Antonio Moreno

5 jul 2018 - 04:37

Falsificaciones, la cara menos glamourosa del éxito en la moda

 

La moda es uno de los principales sectores industriales en España y uno de los que más aportan al Producto Interior Bruto y al saldo exterior. La creatividad y el diseño español, unidos a unas fantásticas calidades y a la competitividad frente a los países de nuestro entorno, han hecho que la moda española viva un momento feliz y de gran reconocimiento internacional. A ello no es ajeno el que el sector de la moda sea uno de los que más apuestan por el registro de marcas y de diseños.

 

Las marcas españolas del sector de la moda realizan una importantísima contribución directa a la economía y a la sociedad. Cuando compramos un bolso, un traje o un reloj no nos paramos a pensar en el empleo directo e indirecto que crea Inditex, en los impuestos que aporta al Estado Bimba&Lola o las cotizaciones a la Seguridad Social con la que contribuyen Camper o Desigual. Detrás de firmas como Carrera y Carrera, Puig, Mustang, Tous o Suárez hay inversión en publicidad, exportaciones, talento, creatividad, inversiones en innovación, que se traducen en una imagen excelente fuera de nuestras fronteras.  

 

Por desgracia, el éxito de la moda española tiene una cara oculta no tan glamourosa: el sector en sentido amplio -bolsos y marroquinería, prendas de vestir, calzado, complementos, joyería, relojería, cosmética y perfumería- es también uno de los más golpeados por la distribución y venta de falsificaciones.

 

 

 

 

De acuerdo con los datos recientemente publicados por la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (Euipo) cada año se pierden en la Unión Europea cerca de 60.000 millones de euros y más de 434.000 empleos sólo en trece sectores económicos que están entre los más afectados por las falsificaciones. En España, los datos de la Euipo revelan unas pérdidas de 6.176 millones de euros y más de 40.000 puestos de trabajo.

 

Que el universo de los productos de moda es uno de los que más lucro genera para distribuidores y vendedores de falsificaciones viene confirmado por el hecho de que entre los cinco sectores más importantes por pérdidas de ventas en España nos encontramos en primer lugar con las prendas de vestir, calzado y accesorios, con más de 2.000 millones de euros de pérdidas para la industria; y en tercer lugar los cosméticos y artículos de cuidado personal, con unas pérdidas de 933 millones de euros.

 

Las falsificaciones son un mercado perfecto, donde se casa la oferta (los vendedores de falsificaciones) con la demanda (el consumidor). ¿Qué lleva al consumidor a comprar productos falsos a sabiendas, la mayoría de las veces, de que está comprando un producto de moda de peor calidad, contribuyendo con ello al crimen organizado y haciendo una renuncia expresa a sus derechos como consumidor?

 

 

 

 

Quizás, la motivación más frecuente al comprar un bolso o un reloj falso sea que externamente es similar a un producto de marca, sólo que a un precio bastante menor. Para esta tipología de consumidor, aspectos como la calidad de los materiales o la durabilidad del producto son absolutamente secundarios. Normalmente son productos de carácter aspiracional, como bolsos, relojes o zapatillas deportivas, y aquí el precio manda si la falsificación se parece al original

 

Otra razón radica en la visión robinhoodiana que tiene otra tipología de consumidor, situado en un eje ideológico moral, consistente en el ejercicio de una especie de justicia retributiva según la cual, si las marcas de la moda tienen grandes márgenes de beneficio al vender sus productos auténticos, el consumidor concienciado debería comprar falsificaciones para compensar. 

 

Cercano a este razonamiento se sitúa el de aquellas personas que compran falsificaciones por hacer un favor al vendedor ambulante, que no tiene otra salida para ganarse la vida que vender falsificaciones de gafas de sol.

 

 

 

 

Otra razón sería la de comprar productos falsos porque la forma compulsiva en la que se consumen este tipo de productos, hace que lo que cobre importancia sea la compra, siendo secundario que el producto tenga unas características de calidad, siempre y cuando “parezca que” es esta marca u otra.

 

En nuestra sociedad, el consumidor adolece de una falta de conciencia sobre el valor que tiene la propiedad industrial en general y las marcas en particular. Sin duda, esa falta de sensibilización del ciudadano sobre el valor que tienen las marcas, lo que aportan a la economía y la sociedad es un caldo de cultivo idóneo para que se produzca de forma impune la distribución y venta de productos que infringen derechos de marcas.

 

Estoy convencido de que habría un mayor respeto a las marcas y al ejercicio pacífico de su derecho por su titular si el ciudadano conociera más sobre lo que hay detrás del producto que está comprando, en términos de creación de puestos de trabajo (6,1 millones), la inversión en I+D (4.500 millones de euros) o los impuestos que generan las empresas que comercializa sus productos con marca (74.500 millones de euros).

 

Aún más peligroso es el desconocimiento del impacto que puede tener para nuestra salud y seguridad el consumo de productos falsificados. No comprar productos cosméticos o gafas de sol auténticas, que han sido objeto de controles de calidad e industriales, puede entrañar un serio ejercicio de irresponsabilidad con nuestra piel o con nuestros ojos.

 

 

 

 

Por todas estas razones, las autoridades deben ser conscientes del grave daño que las falsificaciones causan para la industria española y particularmente para las empresas del sector moda en el sentido amplio, debido al carácter especial del sector, donde el ciclo de la moda es cada vez más rápido y por tanto se requiere una protección rápida frente a las infracciones para evitar que el infractor se beneficie de esta actividad delictiva. 

 

Pero debemos resaltar que, en el caso del sector de la moda,  las falsificaciones suponen un grave atentado a la creatividad, que es consustancial al proceso intelectual que va desde la idea hasta la materialización del diseño.

 

Porque no lo olvidemos: no se copian o se falsifican experiencias de fracaso o comercialización regular. Se copia y se falsifican aquellos claros casos de éxito en la comercialización de un producto, de una marca o de un diseño. Y no debemos caer en la trampa de que el que te falsifiquen es el peaje que tenemos que pagar por tener éxito: hay que perseguir siempre y desde el punto de vista judicial cualquier infracción de nuestros derechos de marca o diseño. O lo pagaremos caro.

 

 

 

Si el fenómeno de la falsificación no va a menos, a través de una buena mezcla de persecución aduanera y policial, a través de campañas de sensibilización contra las falsificaciones y en favor del respeto a la creatividad, a la innovación y al diseño, estaremos condenando una industria estratégica para el tejido industrial español y para el tejido comercial de nuestras ciudades y pueblos.

 

Es más, la proliferación de las falsificaciones en el mundo de la moda puede condenar a miles de diseñadores a tener que abandonar su actividad y su pasión, dado que su valor añadido como profesionales -la creatividad, el diseño, la innovación- está siendo usurpado y aprovechado por aquellos que, sin aportar nada al proceso creativo, simplemente se dedican a copiar el producto final resultante del complejo y difícil proceso de la creatividad.

 

 

José Antonio Moreno es director general de la Asociación para los Derechos de la Marca (Andema).