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Del desmantelamiento de Gaudí al ‘fast fashion’ en 080: diez años en busca de un modelo de pasarela

S. Riera

11 ene 2016 - 04:45

 

Se cumplen diez años en busca de un nuevo modelo de pasarela en Barcelona, en los que se ha pasado de un certamen histórico y de corte tradicional, Pasarela Gaudí, a otro en el que se mezcla la moda independiente con el fast fashion y la industria, 080 Barcelona Fashion. Los cambios de Gobiernos de derechas y de izquierdas en el seno de la Administración catalana de la última década trajeron consigo la transformación del concepto de pasarela y de su correspondiente partida presupuestaria, utilizando la moda como herramienta política.

 

Durante veinte años, entre 1985 y 2005, Barcelona quiso colocar Pasarela Gaudí en el circuito internacional, intentando competir con los grandes epicentros del diseño mundial, como París, Milán, Londres y Nueva York, y rivalizando con la madrileña Pasarela Cibeles. La Generalitat de Cataluña, liderada entre 1980 y 2003 por CiU, apoyó desde el inicio aquel evento, del que salieron Antonio Miró, Armand Basi, Lydia Delgado, Sybilla o Josep Font, entre otros.

 

Los cambios de Gobiernos de derechas y de izquierdas en el seno de la Administración catalana de la última década han traído consigo la transformación del concepto de pasarela

 

Pero en las elecciones de 2003 al Parlamento catalán, CiU perdió la mayoría absoluta y se creó un Gobierno de izquierdas: un tripartito formado por PSC, ERC e ICV. El cambio de Gobierno trajo consigo un cambio de pasarela. El nuevo Ejecutivo quiso hacer borrón y cuenta nueva con el modelo vigente de desfiles y, en particular, con su organizador, Paco Flaqué. El empresario, muy vinculado a CiU, había estado detrás de Pasarela Gaudí desde principios de los noventa.

 

El nuevo conseller de Economía en la Generalitat de Cataluña, Josep Huguet (ERC), máximo responsable de la gestión y organización del evento, encargó un estudio al equipo del profesor José Luis Nueno (Iese) para que analizara la viabilidad de Pasarela Gaudí y su proyección internacional. Ante la posibilidad de que el estudio no arrojara el resultado esperado, Flaqué hizo un último intento en dar valor al certamen y unió en 2005 todos los eventos de moda que se organizaban entonces en la capital catalana (Gaudí, Circuit y Modafad) bajo el paraguas de Barcelona Fashion Week. Con aquel nuevo evento, el empresario quiso justificar la inyección de 7,2 millones de euros procedentes de las arcas públicas que recibía cada año y que representaban el 82% del presupuesto total del certamen.

 

Finalmente, el informe concluyó que Pasarela Gaudí tenía escasa rentabilidad y que apenas tenía repercusión en el extranjero. Sin embargo, el documento no analizó cuestiones clave en la promoción de una pasarela como, por ejemplo, sus apariciones en televisión. Por otro lado, aquel documento desvelaba por primera vez que algunos diseñadores, como Victorio&Lucchino o Josep Font, cobraban por desfilar, lo que generó duras críticas desde los medios de comunicación.

 

Pero lejos de avivar una posible polémica, Flaqué optó por el silencio, en parte, porque mantenía la organización del evento de moda nupcial Barcelona Bridal Week, que recibía también una importante inyección de dinero público. Aun así, el acuerdo de la Generalitat con Flaqué para este certamen pasaba por ir reduciendo de manera paulatina la subvención de 2,5 millones de euros por edición. En 2014, dos años después del fallecimiento del empresario, su hijo, Álex Flaqué, cedió la gestión del certamen a Fira de Barcelona.

 

 

Pasarela de transición

Con un informe firmado por Nueno sobre la mesa, la Generalitat catalana se vio con respaldo suficiente para poner fin a Pasarela Gaudí. Mientras el Gobierno catalán trazaba un nuevo modelo de pasarela, la Asociación de Diseñadores Gaudí improvisó en 45 días un certamen de continuidad, llamado Pasarela Barcelona, dirigida por Josep María Donat, copropietario de TCN. La primera edición de Pasarela Barcelona se celebró en febrero de 2006 y tuvo un presupuesto de 1,75 millones de euros, el 57% de los cuales volvió a cubrir el Gobierno catalán.

 

Con un informe firmado por Nueno sobre la mesa, la Generalitat catalana liderada por el tripartito de izquierdas se vio con respaldo suficiente para poner fin a Pasarela Gaudí

 

Bread&Butter rugía entonces en Barcelona con un millar de marcas y decenas de miles de visitantes de todo el mundo y lograba dar a la ciudad y a la moda una repercusión jamás imaginada ni por políticos ni por empresarios de la moda ni por diseñadores. Y todo ello sin necesidad de subvenciones millonarias. La recién estrenada Pasarela Barcelona quiso tender puentes con el certamen alemán, pero tanto la organización del salón como Fira de Barcelona le dieron la espalda. En su tercera y última convocatoria, Pasarela Barcelona obtuvo aún 1,25 millones de euros del Gobierno catalán.

 

En paralelo, la Generalitat trazaba una nueva hoja de ruta para la moda. En colaboración con Vicenç Mustarós, propietario de Demofashion, ERC puso en marcha el Plan de Promoción de la Moda 2007-2010. El nuevo proyecto constaba de dos iniciativas: impulsar la internacionalización de los diseñadores locales a través de un showroom en París coincidiendo con la semana de la moda de la capital francesa y recuperar la pasarela en Barcelona bajo un nuevo formato inspirado en el modelo belga para aupar a creadores independientes.

 

El showroom parisino se estrenó en octubre de 2006 con doce diseñadores y una inversión pública de cerca de 500.000 euros; la nueva pasarela, de nombre 080 Barcelona Fashion is everywhere, debutó en julio de 2007 con un presupuesto de dos millones de euros, el 80% de los cuales a cargo de la Generalitat.

 

La nueva pasarela, que quería poner el acento en la vanguardia y el diseño emergente, echó de sus filas a los consagrados de Gaudí, muchos de los cuales emigraron a la madrileña Cibeles, como Sita Murt, Andrés Sardá o TCN, entre otros. El plan del Gobierno catalán para los diseñadores consagrados era darles cancha internacional abonando parte de los gastos en las pasarelas internacionales. Gracias a esta medida, José Castro y Josep Font se subieron a la pasarela francesa.

 

Sin embargo, la llegada de la crisis tergiversó parte de aquel plan a cuatro años y la Generalitat echó el cierre al showroom de París en la primera tanda de recortes presupuestarios. A pesar de ello, el Ejecutivo de entonces se aferró al modelo público de la pasarela a pesar de que un grupo de inversores quiso hacerse con su control en 2007 e invertir hasta 8,34 millones de euros en ella hasta 2010.

 

 

 

Nueva pasarela con industria y fast fashion

CiU regresó al poder en 2010 y volvió a poner en cuarentena el proyecto de pasarela. Los planes del nuevo Gobierno de Artur Mas pasaban por abrir el certamen y casar la moda independiente con la industria y el fast fashion. Mango y Desigual se sumaron al evento, junto con un puñado de empresas catalanas de carácter industrial, como Punto Blanco, Cóndor o Yerse, entre otras.

 

Desde entonces, el presupuesto del certamen, que pasó a llamarse 080 Barcelona Fashion, se ha situado en torno al millón de euros por edición, con la voluntad de que la aportación pública se reduzca hasta la mitad. De hecho, la llegada de Mango y Desigual ha dado al evento el impulso mediático suficiente para que el certamen recupere de nuevo protagonismo en los medios de comunicación de repercusión estatal. Durante estos últimos cinco años, la organización del certamen ha estado a cargo del Consorcio de Artesanía y Moda, que dirige Miquel Rodríguez.

 

 

¿Y en Madrid?

En paralelo, a lo largo de esta última década, Madrid ha continuado apostando por su modelo tradicional. El evento madrileño cuenta con un presupuesto por edición de cerca de tres millones de euros, gran parte de los cuales los aporta su principal patrocinador, Mercedes Benz. Ifema, entidad participada por la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de Madrid, la Cámara de Comercio de Madrid y Caja Madrid, aporta el 35% de la inversión. Los diseñadores participantes, por su parte, también contribuyen en el coste y abonan el 5% del total.

 

Las pasarelas en España, a diferencia de lo que ocurre en el resto del mundo, tienen un fuerte trasfondo político. De hecho, los dos grandes eventos que reinaron en el país durante dos décadas, Pasarela Gaudí de Barcelona y Cibeles de Madrid, surgen del Plan de Intangibles que impulsó el Gobierno de España de Felipe González en 1985 con una partida de 18.040 millones de pesetas (108,3 millones de euros) para financiar iniciativas colectivas e institucionales. Para no competir entre ellas, dieron el hombre a Barcelona y la mujer a Madrid, siguiendo el modelo italiano de Florencia y Milán.

 

A principios de la década del 2000, la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, puso sobre la mesa la necesidad de unificar las pasarelas y crear un solo evento que se celebrara en Madrid. Pero poco duró aquel debate, porque en Barcelona de repente desapareció Gaudí.

 

080 Barcelona Fashion es uno de los pocos ejemplos en el mundo de pasarela pública: impulsada, gestionada y financiada por una administración. Las grandes pasarelas internacionales, como París, Londres, Milán y Nueva York, también reciben apoyo institucional, aunque bajo otras fórmulas, ya sea en la cesión de espacios o en ayudas a la promoción del sector, entre otras.

 

Ahora, en plena incertidumbre sobre cuál será el nuevo equipo de Gobierno de la Generalitat catalana, el futuro de 080 Barcelona Fashion vuelve a estar en el aire. La principal debilidad del certamen continúa siendo su alta dependencia de la Administración autonómica y su elevada exposición a los vientos ideológicos.