En momentos todavía aciagos para la economía española, después de años ya de crisis económica, 17 grandes empresas del país decidieron ayer escenificar su unión en forma de lobby para ayudar a prestigiar la imagen de España en el extranjero.
Los integrantes del recién nacido Consejo Empresarial de la Competitividad consideran que ser españolas ha perjudicado su cotización bursátil y ha encarecido la financiación procedente del extranjero. Por ello, han decidido, en palabras de César Alierta, presidente de Telefónica, hacer frente a una desconfianza que la economía española “no merece”.
La noticia tiene una parte positiva para el sector de la moda, ya que dos empresa de distribución, Inditex y Mango, forman parte del nuevo think tank, en lo que supone un reconocimiento de facto a la importancia del sector para la marcha de la economía del país.
No obstante, con el contexto de unas exportaciones al alza (las exportaciones de productos textiles subieron un 70% el pasado diciembre), cabe preguntarse si el desprestigio a la economía del país tiene algo que ver con la manida idea de que la marca España, en moda, no funciona.
Por el contrario, esta iniciativa empresarial podría contribuir, tal vez, a realizar un cambio de chip en la estrategia sobre lo que España puede y debe proyectar al exterior. La moda es, en este sentido, un buen ejemplo: si Francia es al lujo e Italia al diseño, ¿no puede ser España a la modernidad y la eficiencia?
Seguramente, no es necesario, ni posible, convertirse en una fotocopia de otros países para que el made in Spain sea apreciado como un sinónimo de calidad y confianza. En cambio, se puede llegar al mismo destino final desde otra concepción, basada en aspectos como la innovación en cuanto al modelo de negocio y la rapidez en la toma de decisiones para satisfacer al consumidor. Basada, en otras palabras, en los activos reales y no en un desiderátum bucólico para el que se acostumbra a vincular, a menudo erróneamente, calidad con lujo.