Opinión

Un país ‘low cost’

Manu Díaz

9 dic 2016

Un país ‘low cost’

 

 

Nos apuntamos a todas: a las nuestras de toda la vida y a las importadas de nuevo cuño, que aquí todo vale y hay barra libre hasta cerrar. Black Friday, rebajas navideñas, los días dorados, el dos por uno, la semana fantástica y los billetes de avión a un euro. Todo lo que suene a rebajas nos pone. Y ni se te ocurra comprar ropa en temporada porque quedas como mínimo de idiota y manirroto. Por supuesto, si mañana tu amiga te dice que vaya camisa más chula a juego con ese pantalón nuevo, nada de fardar de calidad ni de diseño. Le dices que todo por treinta y nueve noventa euros ayer mismo y en el centro de Barcelona, que si pagas más es porque quieres, cariño, que yo no soy tonto.

 

Extiendan ustedes este cuadro al calzado, los viajes, las tiendas de todo a cien (ahora todo a tres euros), los bazares, las happy hours, el pirateo de libros y películas  y el resto de los inventos para comprar barato o, ya si eso, no pagar. El resultado es una sociedad low cost donde el precio prima. O mejor dicho, tiraniza toda la cadena de valor. No me hablen de las propiedades de la cosa, de su durabilidad, sostenibilidad y demás zarandajas.

 

Me da igual que se hayan fabricado pagando limosna (permítanme que no me atreva a llamar salario a lo que se paga en muchos países que nos sirven de fábrica), empleando a niños y pasándose por el forro todo lo relacionado con el medioambiente. O subvencionados por gobiernos que luego ponen cara de “yo no sabía” o “no me consta” en las convenciones internacionales donde piden no sopitas, sino caviar y del bueno.

 

Y claro, los habitantes del sur de la vieja Europa nos ponemos a jugar en ligas donde siempre vamos a perder. Un país low cost es lo que vamos a dejar en herencia y, hay que escribir claro, en cursiva, negrita y subrayado si es preciso, que ese juego cortoplacista nos lleva también a salarios low cost, menor consumo, márgenes arrasados, pérdida de empleos y unas cuantas plagas más que casi prefiero no detallar para no parecer catastrofista.

 

Porque, hay que tenerlo presente, no se puede invertir, innovar, desarrollar nuevos productos y estar a la vanguardia del diseño si luego el fruto de tanto esfuerzo termina en una carrera de saldos. Así que toca poner al precio en su sitio, por supuesto como elemento a tener en cuenta, pero no como única referencia. Es hora de volver a apreciar la compra de un buen producto. Si de lo que fabricamos solo se valora el precio tenemos un problema. Y aquí no podemos llamar a Houston para que nos lo arregle.

Manu Díaz

Manu Díaz

Manu Díaz de Marcos fue presidente del Consejo Intertextil Español y anteriormente lo fue de la confederación de la industria textil Texfor y de la asociación de empresa algodoneras Aitpa. También preside el Patronato de la Fundación Textil Algodonera. Licenciado en Derecho por la Universidad del País Vasco, ha desarrollado casi toda su carrera profesional en el sector textil aunque también ha trabajado en otros ámbitos. Inquieto y multidisciplinar, realiza continuas incursiones en áreas muy diversas, siendo master en Coaching por la Universidad de Mondragón y entrenador de fútbol base, otra de sus pasiones.