Sabe aquel que ‘diu’…
31 mar 2017
Enrique Garrán, la persona que más me ha enseñado en esta profesión, me decía que a veces hay que llevar las cosas al absurdo para comprender la magnitud del problema. Así que vamos a hacer un ejercicio por si por esa vía ayudamos al lector a comprender lo que nos jugamos en el sector textil en materia de comercio internacional y en concreto sobre las reglas de origen.
Porque ¿imaginan ustedes que…
- se pudiera traer vino de Namibia y poniéndole un corcho, eso sí, español, en Laguardia, adquiriera la denominación de origen Rioja?
- trayendo un cerdo de Nueva Zelanda y dándole bellota en la última cena antes del sacrificio pasara a considerarse pata negra?
- se pudiera jugar en el Athletic de Bilbao simplemente con acudir a la presentación tocado con txapela?
- las bananas centroamericanas pudieran comercializarse como “plátanos de Canarias” cambiándoles la etiqueta y pintando con rotulador en la piel unos circulitos oscuros?
Pues algo parecido es lo que viene pasando con las normas que regulan los requisitos para otorgar origen europeo a tejidos importados desde vaya usted a saber dónde. Por mucho que se empeñen los países productores del sur de Europa, las reglas actuales dan carta de naturaleza a tejidos fabricados a miles de kilómetros. Basta con aplicar sobre las mismas labores sencillas (aunque supuestamente las mismas han de aportar un valor añadido importante) para que de forma milagrosa los paños de ultramar pasen a ser tan locales como los que se hacen en cualquiera de nuestras factorías.
Los negociadores que deben defender los intereses de la industria europea se dejan en el hotel el argumentario, o simplemente ni lo escriben, porque desde hace años toca apoyar a sectores más poderosos y que se organizan mejor, con lo que nos cuelan un gol tras otro en cada reunión, y así permiten que nos inunden de productos ajenos con DNI prestado, que para eso está la doble transformación que convierte el agua en vino.
Y claro, no se puede decir nada porque a uno lo llaman proteccionista, cuando no hay sector más favorable al comercio internacional que el textil. Lo que ocurre es que entre el proteccionismo rancio y que cada uno juegue con el reglamento como le plazca va un trecho. Y así nos va.
Manu Díaz
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