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Oportunidad de negocio o gestión del riesgo: la sostenibilidad se impone en el textil

S. Riera

30 jun 2016 - 04:45

 

 

La sostenibilidad vuelve a poner en valor la industria. Ya sea como oportunidad de negocio o para gestionar mejor el riesgo, las grandes marcas han empezado a preocuparse por cómo funciona la cadena de valor y a entablar diálogo con sus actores para trabajar en mejorar cuestiones medioambientales y laborales que, a medio y largo plazo, tendrán un retorno económico. La Confederación de la Industria Textil (Texfor) abordó está cuestión en el último Texmeeting, que ayer reunió a un centenar de profesionales en las instalaciones del Instituto Nacional de Educación Fística de Cataluña (Inefc).

 

“Se suele pensar que ecología va en contra de la economía, pero no es así”, afirmó Christian Dreszig, responsable de márketing de la certificadora Bluesign Technologies, en la primera ponencia del encuentro. El experto partió de la premisa de que hay que saber triangular la ecología y la responsabilidad social con la economía y asegura que si una empresa es muy ecológica, pero en cambio no puede financiarse, no evitará la bancarrota.

 

Dreszig considera que el consumidor está más concienciado y que el futuro pasa por no utilizar ninguna sustancia peligrosa. En este sentido, el experto subraya que esto cambiará la industria y la manera de hacer productos. Entre los retos que ha apuntado Dreszig se encuentran la diversidad de legislaciones existentes, que dificulta la estandarización, y una cadena de valor muy compleja y con escasa información de qué ocurre en cada uno de los eslabones.

 

 

Dreszig asegura que es necesario que industria y marcas se pongan de acuerdo para presionar a los proveedores químicos. “Si dejan de comprarles sustancias contaminantes, dejarán de suministrarlas”, afirma.

 

G-Star es una de las empresas interesada en la sostenibilidad y que, precisamente, ha empezado a trabajar de manera directa con algunos de sus proveedores para desarrollar materiales más sostenibles, pero también para que presionen al resto de la cadena de valor del textil para alienarse bajo sus mismas premisas.

 

Sara Fessler, especialista en sustancias prohibidas y medioambiente de G-Star, explicó que la empresa se tomó en serio la sostenibilidad a raíz de la publicación del primer informe de Greenpeace denunciando la contaminación de la industria textil en China. “Por primera vez, Greenpeace puso en relación la contaminación en China con las marcas occidentales”, apuntó la experta, quien recordó que en aquel documento no aparecía el nombre de G-Star, pero que al cabo de poco tiempo la ONG también terminó por ponerla en el punto de mira.

 

El grupo holandés especializado en denim ha incorporado a su estructura equipos de ingenieros químicos expertos en estas sustancias que se dedican a evaluar el uso de productos químicos en sus proveedores para garantizar que sus prendas no los tienen. En este sentido, en 2014, la empresa puso en marcha un par de proyectos piloto con proveedores en Asia para presionar la parte baja de la cadena.

 

 

En la mesa redonda para abordar los factores de sostenibilidad en el sector textil, Josep Maria Canyelles, socio consultor de Vector 5, afirmó que “la sostenibilidad no vende aún lo suficiente”. El consultor explicó que, por el momento, las empresas todavía no lo ven como una oportunidad, sino como una manera de gestionar los riesgos. “El mercado de la sostenibilidad empieza a tenerse en cuenta, al menos como hipótesis estratégica”, señaló.

 

El experto considera que el consumidor es todavía ajeno a ello: “el gran problema del fast fashion es que el consumidor quiere producto nuevo y a bajo precio, y este nuevo modelo debe conseguir que el consumidor valore otros elementos”. “Hay una hipótesis que dice que el mercado lo valorará más, pero lo cierto es que aún no lo valora”, señaló Canyelles, quien señaló que serán las empresas que demuestren que es posible ganar dinero “haciendo las cosas bien” las empresas tractoras, dominen o no la cadena, sean grandes o gacelas.

 

En este sentido, Begoña García, responsable de procesos sostenibles en la tecnológica Jeanologia, afirmó que es el fast fashion quien tiene en la actualidad la clave de la sostenibilidad: “no podemos excluirles porque son hoy el motor de la sostenibilidad en la industria”.

 

 

Los otros dos ponentes de la mesa, Encarna Ruiz, responsable del departamento de teoría y desarrollo del diseño en la escuela de diseño Esdi, e Ignasi Cubiñá, director de la consultora Eco Intelligent Growth, hicieron hincapié en el cambio sistémico que implica la economía circular. En este sentido, Ruiz aseguró que “hay que plantear el concepto de producto pensando en la reutilización en vez de que el consumidor se desprenda de él”.

 

Según la experta, las escuelas de diseño de Barcelona ya tienen implantadas los estándares de la manera de diseñar de manera ecológica, contemplando todo el ciclo de vida del producto. Según datos aportados por Ruiz, en el mundo se desechan seis millones de toneladas de desechos textiles, 300.000 de los cuales, en España. Se calcula, según la experta, que cada español desecha al año entre seis y diez prendas de ropa. “¿Qué hacemos con ello?”, se pregunta la experta. “Esto es investigación, es un reto y también una gran oportunidad”.

 

Cubiñá, por su parte, sostiene que la sostenibilidad es “una manera timorata de acercarse a los problemas reales”. El experto considera que hay que plantearse un cambio de modelo que implique transformar la industria textil. “La moda debe dejar de ser un negocio logístico para convertirse en otro en el que interactúen los actores, en el que el marco de relación sea completamente diferente”, señala.

 

 

El experto hizo hincapié en la necesidad de una masa crítica para tener economías de escala y romper la barrera de los costes. Por otro lado, Cubiñá también subraya la importancia de crear un ecosistema en el que estén todos los actores y en el que participen de un mismo discurso que además sea trasladable al consumidor final. “Estamos ante una transformación sistémica de un problema sistémico”, apunta.

 

Según Cubiñá, el reto está en entender cuál es el consumidor del futuro: “no va a consumir, sólo va a usar”. En el futuro, según el experto, no se hablará de ciclos de vida sino de ciclos de uso. “La única manera del fast fashion de cambiar su estatus quo pasa por el pago por el uso y esto conlleva una correspondencia entre fabricante, distribuidor y consumidor”.