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El encaje de Calais, un Rolls Royce del textil apadrinado por la alta costura

S. Riera

25 abr 2016 - 04:51

 

El encaje Leaver, como la alta costura, vive de los vestigios del pasado. Chanel, Dior, Valentino o Franck Sorbier son algunos de los pocos clientes que le quedan al Leaver, considerado por los expertos como el encaje “auténtico” y cuyos talleres de producción se concentran en la localidad francesa de Calais. A contracorriente con el actual sistema de la moda, el Leaver sufre desde hace años una caída de la demanda, que pone en jaque su continuidad.

 

El Leaver es uno de los activos que tiene la ciudad de Calais, que incluso ha solicitado un sello de denominación de origen a la Comisión Europa para este tipo de encaje. En parte, porque son muy pocas las empresas capaces de realizarlo. Como si de un Rolls Royce se tratara, la elaboración del Leaver es artesanal, muy especializada y cara.

 

Este tipo de encaje requiere de maquinaria muy antigua, que precisa de un personal muy cualificado y especializado, y que además implica un proceso de acabado sofisticado y caro. De hecho, no existen ya fabricantes de maquinaria para Leaver, y las que persisten se reparan en muy pocos talleres, también muy especializados, según explican fuentes del sector.

 

Además, la elaboración del Leaver implica también trabajar con un algodón de buena calidad y sin mezclas con hilos sintéticos, como sí permite el encaje Raschel, mucho más económico. Otras rarezas del Leaver que encarecen aún más su proceso es que trabaja con polvo de grafito, difícil de eliminar de las aguas residuales, y que precisa de diseñadores altamente cualificados, porque sus dibujos son muy complejos de realizar. El resultado es que, mientras un metro de encaje Raschel puede tener un coste en el mercado de 0,4 euros, un metro de Leaver se paga a 1,2 euros.

 

 

La rareza de este sector, por un lado, lo perpetúa en su clúster tradicional, pero por otro lado, hace difícil su supervivencia. La alta costura, su principal cliente, es otra de las excentricidades del actual negocio de la moda, dominado por el fast fashion y el low cost. El encaje sufre un descenso de la demanda, que hace inviable el mantenimiento de estructuras demasiado caras y difíciles de modernizar. De hecho, las principales empresas del sector pueden mantener la producción de este tipo de encaje gracias a la fabricación de otras líneas mucho más asequibles e industriales, elaboradas en muchos casos en Asia, y que sirven a clientes como Etam, Intimissimi, Oysho o Victoria’s Secret.

 

En las últimas semanas, este escenario ha provocado dos operaciones corporativas en el sector: la compra de Deisselles por parte del grupo chino Yong Sheng y la adquisición de Codentel por parte de su competidor Sophie Hallette. A finales de 2015, Noyon, otro de los principales grupos de Calais, se hizo con la española Central Encajera. Tanto Deisselles, con una cifra de negocio de siete millones de euros en 2015, como Codentel, con ventas de veinte millones de euros en 2014, estaban en proceso concursal.

 

Deisselles, que tiene entre sus clientes a algunas de las marcas de íntimo del segmento alto como Chantelle, Lise Charmel o La Perla, pasa a manos de un tejedor chino y da, por primera vez, acceso a este territorio a un operador de fuera de Francia. Sophie Hallette también presentó una oferta por hacerse con Deisselles, que el juez desestimó. Esta operación pone por primera vez en manos de la industria china del textil la capacidad de realizar encaje Leaver, aunque los expertos sostienen que no pueden llevarse la maquinaria del país ya que implicaría el traslado de técnicos muy especializados y, en la mayoría de los casos, de avanzada edad.

 

 

Sophie Hallette pujó también por Codentel, en concurso de acreedores desde 2013, y por la que también presentó oferta el grupo chino Yong Sheng. Una semana antes de que el juez dictaminara el nuevo propietario, Chanel entró en el capital de Sophie Hallette, adquiriendo una pequeña participación. Parte de la estrategia de Chanel fue reforzar el capital de la empresa de cara a tomar el control de su competidora Codentel. Con una cifra de negocio cercana a los treinta millones de euros, Sophie Hallette es el mayor de estos tres grupos y hasta ahora persistía en su integridad en manos de la familia fundadora.

 

Ambas operaciones vienen precedidas de otra que tuvo lugar a finales de año y que implicó la compra de la española Central Encajera. Con sede en Barcelona y casi un siglo de historia, Central Encajera es de los pocos talleres en España que realiza encaje Leaver. Groupe Noyon es otro de los principales fabricantes de encaje en Calais. En manos todavía de la familia fundadora, cerró 2015 con una cifra de negocio de 21 millones de euros y una plantilla de 250 trabajadores. No obstante, en 2002, la compañía era el triple de grande: con una facturación de sesenta millones de euros y una plantilla de 850 empleados.

 

Sin embargo en Calais radican más talleres de encaje Leaver, como Cosetex, una histórica de 1840; Jean Bracq, de 1889 y que mantiene aún una plantilla de 74 personas; Solstiss, Dentelles Dessalces o Vedem, entre otras. Todas ellas se agrupan bajo la Federación Francesa de Encajes y Bordados.