Entorno

Un Mundo en Transformación: Sudeste Asiático, prueba de resiliencia en el motor del planeta

La región que más crece del globo se enfrenta a grandes desafíos después de años de rápido desarrollo: del envejecimiento de la población a la transformación de su modelo económico.

Iria P. Gestal

12 feb 2019 - 04:57

Un Mundo en Transformación: Sudeste Asiático, prueba de resiliencia en el motor del planeta

 

 

 

El tablero de juego del negocio de la moda ha dado un vuelco. La herencia de una crisis, la inestabilidad, el auge de movimientos populistas, los intentos de dar marcha atrás a la globalización y la amenaza de ralentización de la economía global han hecho fracasar uno a uno casi todos los pronósticos. El mundo está en transformación, y la moda, como actor global, debe adaptarse y transformarse con él. Modaes.es recorrerá, a lo largo de una serie de reportajes, las claves del nuevo orden en los principales mercados para el sector y cómo este puede afectar a uno de los negocios más globalizados del planeta.


 

 

 

El motor del planeta se encuentra en un punto de inflexión. El Sudeste Asiático, la región que más crece del globo, continuará capitalizando el rápido desarrollo de las últimas décadas, abriéndose al mundo y creando nuevos mercados de consumo, pero se enfrenta también a grandes retos que pondrán a prueba la resiliencia que esta parte del planeta ha demostrado ya tener numerosas veces en el pasado.

 

El Sudeste Asiático agrupa once países: Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Singapur, Tailandia, Timor Oriental y Vietnam, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

 

Económicamente, la región es muy diversa: de mercados eminentemente agrarios como Laos a potencias económicas como Singapur, una ciudad estado con uno de los mayores PIB per cápita del mundo, pasado por países como Filipinas, Malasia o Tailandia, que se han industrializado a gran velocidad en los últimos años.

 

 

 

 

 

Hace apenas veinte años, Myanmar estaba cerrada al mundo bajo el gobierno de Than Shwe, calificado como uno de los cinco peores dictadores del mundo y Camboya apenas comenzaba a poner fin al conflicto bélico, mientras las potencias más ricas de la región sufrían el batacazo de la crisis financiera asiática de 1997.

 

Pero entonces, todo cambió: la casi simultánea transición política y económica de estos países que, incluso en las comunistas Vietnam y Laos, abrazaron el liberalismo, dio como resultado una de las regiones de más rápido desarrollo económico del mundo.

 

En los últimos cinco años, las diez economías de la zona crecieron a ritmos del 5% anual, por detrás de China e India pero muy por encima de las tasas de Europa, Estados Unidos o Japón.

 

 

 

 

Según las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), la región crecerá un 5,1% este año, muy por encima del 3,9% de África, del 2,5% de Norteamérica, el 2,2% de Latinoamérica y del 2% de Europa. La entidad anticipa que el crecimiento en el Sudeste Asiático se mantendrá por encima del 5% al menos hasta 2022, con Myanmar y Filipinas como principales motores con alzas de entorno al 7%. Indonesia es la mayor economía de la región y la única que forma parte del G-20.

 

Nueve de los diez países de la región, salvo Timor Oriental, disfrutan además de una elevada tasa de integración económica bajo el paraguas de Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean). En los últimos años, la organización ha reforzado sus lazos en el extranjero con numerosos tratados comerciales, aunque los economistas anticipan que, en el contexto actual marcado por las pulsiones proteccionistas de las dos mayores potencias, es más probable que estos acuerdos se den más a escala bilateral que no de todos los países en su conjunto.

 

Eso es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la Unión Europea, que, aunque mantiene su interés de alcanzar un pacto con Asean, las conversaciones están congeladas desde 2009. En cambio, el mercado comunitario sí ha sellado ya su primer acuerdo de libre comercio con uno de los países miembro, Singapur, firmado el año pasado.

 

Políticamente, en cambio, la plena democracia continúa siendo la gran tarea pendiente del Sudeste Asiático. En el Índice de Democracia, elaborado por The Economist, sólo Timor Oriental obtiene una puntuación superior al siete.

 

En Camboya y Malasia, los opositores continúan siendo duramente perseguidos, en Tailandia habrá elecciones este año, pero el plan a veinte años del general Prayut Chan-o-cha, actual presidente, está garantizado por la constitución, y Myanmar ha sido acusado de violar los derechos humanos por la persecución de los rohingya bajo el liderazgo de la ganadora del Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.

 

 

 

 

El riesgo demográfico

Desde un punto de vista sociodemográfico, el Sudeste Asiático es una de las regiones más diversas del globo: alberga el único país católico del continente, Filipinas, pero también el mayor país musulmán del mundo, Indonesia; su PIB per cápita oscila entre los 4.000 dólares per cápita de Camboya y los 94.100 dólares de Singapur; y en Malasia, por ejemplo, y  apenas el 50% de la población es de origen local.

 

Sin embargo, también tiene aspectos comunes, como la rápida urbanización o el creciente envejecimiento, que suponen una de las mayores fuentes de riesgos para la región: el modelo demográfico que ha sustentado su vertiginoso desarrollo está llegando a su fin.

 

Según la ONU, la tasa de población urbana pasará del 49% actual al 56% en 2030, lo que supone ochenta millones de personas más viviendo en las ciudades del Sudeste Asiático.  En paralelo, la organización calcula que la población mayor de sesenta años pasará del 10% actual al 21,1% en 2050, aunque esta transformación se está dando más rápido en unos países que en otros. Mientras en Indonesia y Filipinas todavía cuenta con una estructura demográfica muy joven, Tailandia y Vietnam están comenzando a envejecer y en Malasia ya ha comenzado la transición hacia una sociedad envejecida.

 

Esta transición supone un riesgo para el modelo productivo actual de la región, basado en gran parte en el pleno empleo con puestos de trabajo poco remunerados, según señala el economista Manu Bhaskaran en un artículo publicado por el FMI en septiembre de 2018. Además, sus habitantes no están todavía preparados para este trasvase demográfico: según un estudio de Financial Times, apenas la mitad de la población asegura estar “segura de que podrá vivir cómodamente durante su jubilación”.

 

 

 

 

De polo productivo a mercado de consumo

La rápida industrialización del Sudeste Asiático convirtió a la región a uno de los principales polos de aprovisionamiento de la moda, un papel reforzado con el encarecimiento de los costes en China, que trasladó parte de la producción a la región. Entre enero y noviembre de 2018, Europa importó ropa por valor de 17.712 millones de euros del Sudeste Asiático, con Vientam, Camboya e Indonesia como principales proveedores. El dato supera a las compras a Bangladesh (14.500 millones en el mismo periodo) o Turquía (13.202 millones).

 

Sin embargo, dos de estos mercados están hoy bajo lupa. En octubre, la Comisión Europea comenzó a evaluar la posible retirada de Myanmar del programa Everything But Arms (EBA) con el que el país puede exportar a la Unión Europea sin apenas costes arancelarios todo tipo de artículos excepto armas por que la crisis de los rohingya.

 

Por otro lado, el Ejecutivo europeo inició también el proceso para retirar a Camboya el acceso al programa de preferencias comerciales. Bruselas decidió penalizar al país con motivo de la celebración de unas elecciones que consideró injustas e ilegítimas.

 

En paralelo, el rápido desarrollo de estos países les ha convertido a su vez en un creciente mercado de consumo, en particular para sectores como la cosmética. De hecho, la categoría de salud, belleza y bienestar es la tercera que copa el mayor gasto discrecional de los habitantes de la región, sólo por detrás de viajes y ocio, según el informe Asean Middle-Income Consumer Survey elaborado por Hong Kong Trade Development Council.

 

En cuanto a moda, la clase media del Sudeste Asiático destina el grueso de su presupuesto a ropa para trabajar (28%) seguida de ropa informal (26%) y calzado (22%). El informe anticipa que Jakarta, Kuala Lumpur, Manila, Singapur y Bangkok serán las cinco mayores ciudades para el consumo a medio plazo.

 

 

 

 

Digitalización: de cero a cien

Junto con el desarrollo económico y la urbanización, el tercer puntal que está motivando el crecimiento del consumo en el Sudeste Asiático es la digitalización. La economía digital alcanzará 240.000 millones de dólares en la región en 2025, según el estudio E-Conomy Southeast Asia 2018, elaborado por Google y Temasek.

 

Sólo desde 2015, el dato se ha duplicado, alcanzando 72.000 millones de dólares el año pasado. El informe subraya que la digitalización marcó un punto de inflexión en 2018, gracias a la elevada penetración de los smartphones y al crecimiento de negocios como el ecommerce, el entretenimiento online o la reserva de viajes a través de Internet.

 

El año pasado fue también el primero en que la plataforma de ecommerce Lazada, impulsada por Rocket Internet y hoy en manos de Alibaba, implantó el Singles Day en los seis países del Sudeste Asiático en los que opera: Singapur, Malasia, Tailandia, Indoesia, Filipinas y Vietnam.

 

Según Lazada, veinte millones de personas navegaron en su web y compraron el 11 de noviembre, con Maybelline y L’Oréal Paris como las dos marcas más populares. “La población es joven, la penetración del móvil es alta y sólo el 3% de las ventas se producen online, así que confiamos en duplicar nuestro negocio en el Sudeste Asiático”, aseguró Lucy Pen, entonces presidenta de Lazada.

 

En la digitalización es, además, donde podría residir gran parte del futuro económico de la región: “los avances en inteligencia artificial, incluyendo robótica, junto con innovaciones como impresión 3D, transformarán los proceso productivos, haciéndolos menos intensivos en mano de obra y creando oportunidades para nuevos productos”, explicaba Bhaskaran en su artículo. “Esto -sentenciaba el experto-; permitirá nuevas formas de hacer las cosas y cambiará los vectores de la competitividad”.

 

El Sudeste Asiático ha demostrado ser imbatible capitalizando el liberalismo económico de la era industrial. Ahora, la región está en un punto de inflexión y lo que está en juego es su papel en el mundo (previsiblemente multipolar) de las próximas décadas.