Entorno

Las incógnitas del algodón orgánico

S. Riera

26 mar 2012 - 04:47

El algodón orgánico está de moda, pero no hay consenso global para definirlo y, en consecuencia, para verificarlo. Los principales países productores son India, Turquía y Siria, pero las normativas que certifican las plantaciones orgánicas de algodón las dictan la Unión Europea y Estados Unidos, lo que implica que la mayoría de los productores no obedece a las prácticas recomendadas.

 

Los artículos textiles elaborados con la fibra de algodón orgánico han logrado hacerse un hueco en mercados como Reino Unido, Alemania, Suiza, Japón y Estados Unidos. Marcas como H&M o C&A han desarrollado colecciones usando exclusivamente algodón orgánico.

 

A pesar del interés que despierta en la industria de la moda y en el consumidor, la producción anual de algodón orgánico en 2008 representó el 0,55% de la producción mundial, según el informe Componentes de un sistema sostenible de producción de algodón, de Simon Ferrino y Alfonso Lizarraga, del Organic Exchange.

 

Los autores del informe calculan que la temporada 2007/08, la producción de algodón orgánico fue de 145.872 toneladas, un 152% superior a la del año anterior. De todos modos, este mismo organismo considera complejo el cálculo del total de toneladas producidas, ya que muchos de los países productores, como Turquía, China o la India, no lo contabilizan.

 

La producción de algodón orgánico se centra en 22 países, todos ellos productores ya de algodón convencional. Sin embargo, el grueso de su producción (el 87% del total) se concentra en tres países: India, Turquía y Siria.

 

Estados Unidos es el segundo productor mundial de algodón del mundo, según The International Cotton Advisory Committee (Icac). La asociación que agrupa a los productores de algodón estadounidenses, Cotton Inc., explica que sólo el 0,1% del algodón del país es orgánico y que para su certificación, las plantaciones deben responder a los estándares que dicta el gobierno estadounidense. 

 

Una cuestión de precio

El algodón orgánico implica una agricultura ecológica, pero que sea también económicamente sostenible. Su peso en el total de la producción mundial es muy pequeño, ya que sus plantaciones son de menor tamaño que las de algodón convencional, y exige la participación de varios actores públicos y privados. Es además más caro de producir. La Cotton Inc. calcula que, en general, la producción orgánica puede encarecer entre un 50% y un 100% el precio de la fibra.

 

En un momento en el que el precio del algodón tiende al alza, no parece ser la mejor opción para los agricultores. De hecho, los propietarios de plantaciones algodoneras optan cada vez más por el uso de semillas modificadas genéticamente, que les garantiza una producción intensiva y segura. Incluso se fomenta el desarrollo de un algodón orgánico a partir de semillas de diseño, capaces de resistir tanto inclemencias metereológicas como plagas.

 

Este encuentro con la ciencia se justifica ampliando el concepto de agricultura orgánica a factores de respeto medioambiental y el apoyo económico a pequeñas economías rurales de países en vías de desarrollo. Así lo defienden Ferrino y Lizarraga, que señalan que el algodón orgánico debe permitir el acceso de las semillas adaptadas y la selección genética, siempre que se garantice una agricultura que respete y mantenga la fertilidad del suelo y que evite el uso de fertilizantes químicos.

 

Algodón orgánico vs. transgénico

El concepto orgánico equivale a biológico y ecológico. Así lo estipula la International Federation of Organic Agriculture Movements (Ifoam), que define agricultura orgánica como aquella que se rige por un sistema basado en procesos que resultan de un ecosistema sostenible, alimentos inocuos, buena nutrición, bienestar animal y justicia social.

 

La agricultura orgánica logra la fertilidad del suelo a partir de prácticas sostenibles, como la rotación y asociación de cultivos, y la eliminación de fertilizantes químicos. Por otro lado, reduce las plagas con plaguicidas botánicos, trampas y abono verde; y consume agua de manera sostenible.

 

Todas las plantaciones que no siguen estas premisas se engloban bajo el concepto de algodón convencional, que agrupa a la mayoría de productores del mundo.

 

Por otro lado, se encuentra el algodón transgénico, cuyas semillas han estado modificadas genéticamente, según criterios de eficacia productiva o resistencia a plagas. Ante la agricultura transgénica, en general, y la del algodón en particular, hay fuertes críticas por parte de ONGs. Greenpeace, por ejemplo, denunció a finales de 2010 las consecuencias de la producción en la India de algodón transgénico del tipo Bt.

 

Según la organización ecologista, la plantación de este algodón implica un incremento de los costes para el agricultor, que se ve obligado a utilizar un mayor número de insecticidas, que además están clasificados como extremadamente peligrosos por la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

 

El algodón, ¿fibra natural o artificial?

El uso de las semillas modificadas en las plantaciones de algodón se ha generalizado hasta tal punto que en 2010 la International Textil Manufacturers Federation (Itmf) se planteó la conveniencia de continuar incluyendo el algodón en el grupo de fibras naturales, donde convive junto a la lana, el lino, el cáñamo, etc. O bien de pasarlo al grupo de las fibras artificiales, aquellas que aún teniendo un origen natural, han sido tratadas de manera industrial, como la fibra derivada de la celulosa Modal.

 

Por el momento, el debate terminó con la afirmación de la Itmf de continuar considerando al algodón fibra natural, sin tener en cuenta el método o la tecnología que se use para su producción.

 

La certificación

No existe un certificado único reconocido por toda la industria a nivel global. Uno de los que goza de mayor reconocimiento es el Global Organic Textile Standard (Gots), que impulsan cuatro organizaciones empresariales: Organic Trade Association (OTA), de Estados Unidos; International Association Natural Textile Industry (IVN), de Alemania; Soil Association (SA), de Inglaterra; y la Japan Organic Cotton Association (Joca).

 

Cuentan con un grupo de trabajo internacional que opera en todo el mundo, pero es un certificado muy arraigado en las áreas geográficas que cubren estas agrupaciones textiles. Su propósito es mejorar la transparencia y, por tanto, la credibilidad, de la industria de cara al consumidor.

 

Para la certificación, se valora el trabajo de todos los actores de la cadena de aprovisionamiento, desde los tejedores y los confeccionistas, hasta los proveedores de productos químicos, las plantaciones de algodón orgánico y las organizaciones medioambientales, de derechos del trabajador y sindicatos.