Entorno

Industria 5.0. Cómo la tecnología cambiará el corazón de la moda

La transformación en que está inmersa la moda llega a su mismo corazón: la industria. Pero la revolución no está en los procesos, sino en la conexión de la cadena de valor a través del intercambio de datos.

Silvia Riera

24 jun 2019 - 05:00

Industria 5.0. Cómo la tecnología cambiará el corazón de la moda

 

 

Penélope tejía y destejía mientras esperaba a que Ulises regresara de la guerra de Troya. Corría el siglo VIII a.C. cuando Homero escribió la Odisea y poco ha cambiado desde entonces la forma de tejer que utilizaba la paciente y obstinada Penélope. Con la llegada de la Revolución Industrial, el vapor movió el telar; con la llegada de la luz, lo hizo la electricidad y, con la incorporación de los ordenadores, su movimiento llegó a automatizarse.

 

Hoy, los telares tejen a velocidades de vértigo, realizan estructuras sofisticadas y trabajan con hilos antes imposibles, pero siguen tejiendo igual que en la Grecia clásica. La revolución que ahora encara la industria de la moda no está en los procesos sino en la conexión de la cadena de valor a través del intercambio de datos.

 

Por primera vez en la historia del sector, la tecnología permite unir una cadena hiperfragmentada e hiperglobalizada. La industria del futuro pasa por máquinas sensorizadas e interconectadas, por  que unen eslabones de la cadena de valor y por la completa automatización de la cadena, incluida la confección. ¿Cómo será en el futuro el corazón de la industria de la moda?

 

 



Incertidumbre ha sido el término más usado desde el inicio de 2018. Este es el concepto que reina en el comercio internacional desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y, en concreto, desde que el presidente de Estados Unidos abrió la batalla comercial con China.

 

El Indicador de Perspectivas Comerciales de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se situó en febrero de 2019 en su nivel más bajo en nueve años. Históricamente, cada vez que el comercio global ha retrocedido, también lo han hecho las exportaciones de moda. El conflicto comercial entre Estados Unidos y China, en el que se incluyen varias partidas del textil y la confección, ha empezado a reordenar los flujos de las mercancías hacia otros polos de aprovisionamiento y otros mercados de consumo, sumando mayores dosis de perplejidad al sistema.


La palabra más repetida al hablar de la coyuntura política en la Unión Europa y en sus mayores economías, así como al abordar el futuro del retail o la evolución del consumo de moda es también incertidumbre. El Brexit, junto con el parón en el crecimiento económico de Alemania, Francia e Italia, han provocado que frenase en seco el consumo en los mayores mercados de la Unión Europa.

 

 

 

 

En España, la situación económica también ha arrojado dosis de incertidumbre con consecuencias inmediatas en el consumo. Tal inseguridad también ha planeado sobre el negocio de la moda. Las ventas globales de moda y calzado alcanzaron en 2017 un total de 1,7 billones de dólares, un 4% más que en el año anterior, según Euromonitor International.

 

Sin embargo, las previsiones de la empresa británica de estudios de mercado para el consumo de moda son poco halagüeñas, pronosticando un estancamiento en el corto y medio plazo, con un avance de sólo el 2% entre 2018 y 2022. La irrupción del ecommerce y el rápido avance de la omnicanalidad han cambiado por completo las reglas de juego del retail. La primera sacudida de la digitalización en el comercio minorista de moda llevó a la quiebra a varios gigantes del sector en Estados Unidos y Reino Unido. 


En este escenario de incertidumbre, el dato se corona como el único elemento certero. De ahí la necesidad de las empresas de repensar por primera vez en décadas el negocio con miras a exprimir al máximo el dato. La digitalización del retail ha transformado la relación de las marcas con los consumidores poniendo sobre el tablero de juego dos nuevos conceptos: experiencia y personalización. El nuevo puzzle de la distribución parece estar resulto, pero ¿cómo le acompaña la cadena de valor?

 

 

 

 
Los límites de los ‘hubs low cost ‘ y los stocks

Del mismo modo que el fast fashion evolucionó en su día el aprovisionamiento, ahora es la digitalización la que está dando otra vuelta de tuerca a sus reglas. “La presión para reaccionar a lo que está demandando el mercado empezó hace tres décadas con Benetton y llegó a su máximo apogeo con Zara”, explica Víctor Martínez-Albéniz, profesor de Iese.

 

“Ahora la escala de datos es mucho más bestia, pudiéndose precisar mucho más la demanda por tienda e incluso por individuo, y topamos de repente con un Amazon que empieza a producir según lo que vende”, añade. Según el experto, el comercio deja de orientarse hacia la oferta (haciendo políticas de push) para trabajar según la demanda (en clave pull).

 

En esta misma línea, Gabriel Farías, experto en sourcing, añade que el mercado ya no se aguanta con las campañas y una propuesta de diseño: “ya no es un sistema regido por la oferta, sino que viene marcado desde la demanda”. “Esto obliga a las marcas a ser igual de buenas haciendo lo que hacen pero, además, a ser mucho más reactivas porque el valor hoy ya no está en querer vender sino en que quieran comprar”, añade Farías.

 

 

 


En los noventa, Inditex reordenó el aprovisionamiento con el circuito largo y el circuito corto. El grupo gallego aprovechó las redes que habían establecido veinte años atrás los gigantes estadounidenses, británicos y alemanes del retail de moda en China y apuntaló nuevas rutas en otros polos en proximidad, como Portugal, Turquía o Marruecos, donde se venía aprovisionando en menor escala la pronto moda francesa e italiana. Sin embargo, hay dos elementos que provocan que esta fórmula se tambalee: el incremento de los costes laborales en los hubs de producción en lejanía y los stocks. 


“Al final, todo es un problema de costes y de rentabilidad”, subraya con autoridad un empresario español del textil, quien afirma que la transformación del suministro vendrá de la necesidad del conjunto de la industria de exprimir aún más el céntimo en cada uno de los eslabones de la cadena de valor. Bangladesh incrementó su salario mínimo en enero de 2019 a 8.000 takas (95 euros), en medio de un clima de tensión y manifestaciones.

 

Todos los polos productivos del Sudeste Asiático han incrementado el salario mínimo en los últimos años, incluso Myanmar fijó también el suyo. Pero la confección de básicos ya no puede continuar buscando economías en vías de desarrollo para fabricar de manera rentable porque esto también implica una inversión y, en la actualidad, la incertidumbre no invita a ello. En Etiopía, la última meca de la producción low cost de moda, ya han empezado a abrir factorías con procesos automatizados de confección. Quizás la inversión será ahora más elevada, pero en el medio-largo plazo se evitará la incertidumbre que genera la tensión social.

 

 

 


Por otro lado, en un sector en el que se cancelan pedidos por un céntimo, los stocks representan uno de los mayores lastres en la cuenta de resultados de sus corporaciones. Y en el actual contexto, el modelo de venta por push ha generado un alud de sobreoferta que está ahogando el mercado de la moda y que termina o bien en descuentos agresivos, o bien en incineradoras.

 

Corregir las imperfecciones del actual sistema de distribución de moda pasa por la personalización en la producción. Amazon es quien más se está acercando a esta fórmula, aunque perfeccionándola por ahora sólo en la logística, que es el único eslabón de la cadena que controla.

 

A través del análisis de datos, el gigante tecnológico estadounidense sabe qué artículos acercar en cada mercado, preparándolos para ser entregados antes incluso de ser comprados. En el ámbito de la moda, la compañía de Jeff Bezos se apoya por ahora en un circuito logístico mucho más sofisticado que el de cualquiera de sus competidores, pero las estructuras productivas continúan siendo las de Zara. Y aquí reside su mayor limitación: su propósito de fabricar ropa en menos de diez días se le continúa resistiendo.

 

 

 

 


Farías sostiene que la transformación del sector tomará velocidad cuando el actual sistema de aprovisionamiento, el mismo sobre el que se lleva trabajando desde la década de los setenta del siglo pasado, se repiense. “El análisis sobre el aprovisionamiento del futuro continuará estando en costes y ahorros, junto a la variable de la sostenibilidad, sólo la tecnología es válida para dar respuesta a todos ellos”, apunta el experto en sourcing.

 

“Sólo los datos, la interconexión y la automatización permitirán fabricar bajo demanda y, en la medida que tome escala, podrá masificarse”, asegura. “Este será el extremo opuesto al sistema actual, el de producir grandes cantidades en Asia y terminar liquidándolas con descuentos, y será el único que permitirá trabajar just in time y vender a full price”, agrega.

Interconexión de máquinas y procesos

La digitalización de la cadena de valor consiste en conectar los diferentes eslabones hasta alcanzar al productor de hilo y, por qué no, al agricultor que cultiva el algodón y al fabricante de maquinaria. Se trata, en definitiva, de adecuar el conjunto de la cadena de valor, ahora hiperfragmentada e hiperglobalizada, a la customización de las prendas a través del Internet de las Cosas.

 

Una de las secciones que más amplió la superficie contratada en la última edición de Itma, la mayor feria de maquinaria textil del planeta, fue la de software, junto a impresión digital y logística. Y la oferta estrella en software fueron los interconectores, sistemas para intercambiar datos entre clientes y proveedores en cada uno de los eslabones.

 

 


Los datos facilitarán la personalización; la interconexión de los procesos, la velocidad, el control y la trazabilidad. De la misma manera que Amazon conecta su plataforma de ecommerce con sus plataformas logísticas, la tecnología avanza para que los retailers puedan intercambiar su información con sus centros logísticos; estos, con los confeccionistas; estos, con los tejedores, y estos, con los hiladores.


Ya existe el software capaz de extraer las medidas de una persona a partir de una fotografía, realizar el patrón y enviar los datos a una mesa de corte que, además de cortar, también confecciona. En género de punto, la tecnología que permite realizar estos procesos también está ya en el mercado (incluso en los puntos de venta).

 

H&M ya ha empezado a testar las posibilidades del dato. La compañía se alió a principios de 2019 con la start up alemana ZyseMe para ofrecer ropa a medida a través de Internet. El usuario comunica sus medidas y las recibe directamente el taller de Turquía que confecciona la prenda. Por otro lado, en mayo de 2019, la compañía lanzó en Berlín una primera colección elaborada para el consumidor berlinés, diseñada a partir de datos y producida en Europa.


A pesar de que los expertos sostienen que la digitalización dentro de la producción de maquinaria no es tan rápida como en otros sectores industriales, lo cierto es que hoy el fabricante de maquinaria que no incorpora sensores a sus artículos está fuera de mercado.

 

 

 

 

“Con la maquinaria de hoy se puede controlar su mantenimiento de manera online a miles de kilómetros de distancia, pero además, sus sensores permiten captar datos que informan sobre su rendimiento”, explica Jordi Galtés, presidente de la Asociación de Empresas Industriales Industrializadas (Amec). Sensorizando cada una de las máquinas las factorías ganan en calidad, recursos y costes, según Galtés.

 

“Hemos pasado de vender máquinas a vender datos”, afirma el empresario, quien sostiene que, en la actualidad, el valor más importante de las máquinas es la captación de datos, porque “es lo realmente útil para gestionar la producción o reducir costes, por ejemplo”.


De este modo, teniendo la cadena de valor interconectada y con información precisa del rendimiento de cada una de las factorías, la toma de decisiones en el aprovisionamiento podría llegar a realizarse en tiempo real y según las capacidades de cada línea de producción. “Con esta información, el responsable de compras de un retailer podría conseguir, por ejemplo, un descuento del 5% en una orden de producción sabiendo cuándo una fábrica tiene capacidad”, explica Farías. La tecnología permitirá a los grupos de distribución conocer en tiempo real el rendimiento de todos los actores de la cadena y poder tomar decisiones en tiempo real para agilizar y flexibilizar las producciones.

 

 

 


Diego Ódena, fundador de Happypunt, uno de los mayores interproveedores de Inditex en España, asegura que aún se está lejos de una cadena de valor interconectada, pero señala que se trabaja ya con herramientas integradas con los proveedores que dan acceso a su sistema para saber en todo momento en qué fase se encuentra una producción que está en proceso.

 

“Compartir esta información cada vez es más relevante, y quienes no lo adaptan es por una cuestión de cultura”, explica el empresario. Según Ódena, los tiempos de la moda tienden a acelerarse cada vez más. “Es un oído cocina permanente”, sostiene. “Se trabaja cada vez más sobre la marcha buscando mayor rapidez para asumir menos riesgos”, añade.

Relocalización, concentración y verticalización

La velocidad que impone el sistema, reducir al máximo el time to market y alcanzar la personalización implican una reordenación de las cadenas de suministro. Y aunque se mantendrán los circuitos largo y corto, los expertos coinciden en que este último ganará protagonismo.

 

Así, tras una década escuchando el run run de este retorno industrial, empieza a palparse su regreso, aunque diferente al esperado: con base digital, mano de obra muy cualificada y altamente automatizado. Las marcas buscan rapidez, pero continúan exigiendo también costes productivos muy bajos. La tecnología es el único elemento que permite contener costes y producir en cercanía.

 

 

 

 


En la localidad de Igualada (Barcelona), una de las cunas españolas del textil, el sector ha recuperado músculo productivo apoyándose en la fabricación totalmente automatizada de prendas en género de punto tricot. El sector estudia ahora la incorporación de procesos, también automatizados, de confección para afianzar su crecimiento a medio y largo plazo.

 

No obstante, uno de los emblemas de la neorrelocalización en la moda fue la Speedfactory de Adidas, que se puso en marcha en 2017 en la localidad alemana de Ansbach, equipada con software de simulación y de análisis de datos, impresión 3D y robótica para fabricar zapatillas personalizadas sin prácticamente presencia de trabajadores.

 

 

 


Otro elemento que acompaña esta reordenación del sourcing es la concentración. La presión sobre los costes obligará a los industriales a buscar la rentabilidad en la escala y esta sólo se logra con volúmenes, aunque sean de artículos personalizados. Avanzar hacia la digitalización y la automatización de procesos conlleva inversión, y no todas las compañías cuentan con músculo financiero para encararla. Las operaciones corporativas serán habituales. 


En el sector también se da por sentado que la demanda de velocidad y eficiencia terminará por crear relaciones de interdependencia entre los diferentes actores, reduciendo su número para simplificar las operaciones. Según Farías, la automatización exigirá también un mayor compromiso de las marcas con sus proveedores. El resultado será similar a la red de proveedores que puede tener la cadena de supermercados Mercadona o la automoción.


Por último, la evolución natural de este nuevo orden es una clara tendencia a la verticalización. “La neorrelocalización está en función de volver a una industria vertical que hoy no existe, se generarán alianzas estratégicas con los socios industriales para atar los volúmenes de producción”, sostiene el experto. En este ámbito, el número de combinaciones es inmenso: desde compraventas a alianzas estratégicas.

 

 

 

Según Ódena, “es un buen momento para que la producción esté asentada sobre estructuras lo más verticalizadas posible o buscar alianzas para trabajar de manera muy estrecha a la hora de subcontratar”. El empresario explica que, en los últimos años, ha ido especializando su labor en el diseño a la vez que ha ido tejiendo alianzas con industriales para presentar propuestas conjuntas ante retailers y pure players.


Así, después de décadas favoreciéndose la descentralización de procesos, se encara ahora una nueva era que se mueve en dirección contraria. En el ámbito del lujo, la apuesta por reforzar la producción en casa es clara. Louis Vuitton, por ejemplo, anunció en 2018 la construcción de dos factorías más en Francia para poder reducir sus tiempos de producción a una semana y tener una mayor reacción ante los vaivenes de las tendencias.

 

También Hermès puso en marcha una nueva factoría en la localidad gala de Allenjoie, con la que suma 16 plantas en el país. Gucci, por su parte, también activó un hub industrial en Florencia para la fabricación de calzado y accesorios de piel.

 

 

 

 


Chanel, en cambio, ha liderado a lo largo de los últimos años las compras de proveedores, una tendencia que ha ido al alza sobre todo en el sector del lujo. Gucci y Hermès también han ido realizando varias adquisiciones entre sus proveedores en los últimos años. Con este tipo de operaciones, el lujo no sólo se garantiza el suministro de su materia prima, sino que reduce riesgos y trabaja de la mano de los talleres.

 

Pero también en la gran distribución empiezan a verse este tipo de alianzas, como la joint venture que sellaron Fast Retailing, el dueño de Uniqlo, con el fabricante de tricotosas Shima Seiki para la construcción de factorías, o el acuerdo que alcanzó con la española Jeanologia para equipar a sus proveedores con tecnología para la producción de vaqueros sin impacto medioambiental. Levi Strauss también ha sellado una alianza estratégica con el fabricante español de maquinaria.


Nuevos procesos

La industria de la moda gana velocidad con la digitalización, pero por el momento los procesos son los mismos de siempre: el hilo continúa siendo el principal material, que se teje, se corta y se cose. El último disruptor ha sido la impresión digital, que sustituye a la estampación e incluso parte de los procesos de tintado. Su aplicación en el proceso industrial inyecta velocidad, eficiencia y sostenibilidad. 


La confección ha empezado a automatizarse, pero pocos se atreven a hablar de robotización, porque a fin de cuentas  la puntada continúa siendo la misma. Sin embargo, la innovación que está llamada a transformar el conjunto de la cadena es la impresión en 3D. 


Según Josep Lluís Checa, director general de TecnoCampus, con la manufactura aditiva “se llegará a la personalización máxima”, pero queda aún por ver cómo se aplicará, cuáles serán los materiales y en qué medida las prendas resultantes podrían ser wearables. ¿Y por qué no terminar llevando la fábrica a la tienda? Hay ya early adopters en este sentido, como Pepe Jeans, que personaliza los vaqueros con tecnología de Jeanologia, o Adidas, que realiza prendas con Shima Seiki. 


A la espera de que llegue la disrupción capaz de revolucionar la cadena de valor, la digitalización irrumpe ahora en ella como un tsunami para acelerarla muchísimo más y adaptarla para servir bajo demanda. En cinco años, la industria habrá dado un vuelco hacia la interconexión, la sostenibilidad y la automatización, mientras que las políticas de sourcing serán más integradoras y próximas al consumidor. 


La industria de la moda vive así una nueva era dorada: si bien durante décadas ha permanecido en un segundo lugar en los planes estratégicos de marcas y retailers, regresa ahora a primera línea para que el sector pueda seguir extrayendo petróleo del margen y sortear los vaivenes de la incertidumbre.