Entorno

De la producción íntegra al diseño: un ‘Made in’ hecho a medida y al gusto del consumidor

S. Riera

10 sep 2015 - 04:57

De la producción íntegra al diseño: un ‘Made in’ hecho a medida y al gusto del consumidor

 

El made in sigue estando en boca del sector. A la espera de que el Consejo Europeo se pronuncie de manera definitiva sobre la obligatoriedad de etiquetar los productos de consumo en la Unión Europea con el origen, la Confederación de Empresas de la Moda de España ha dado un primer paso con la impresión de las primeras etiquetas que identifican las prendas hechas en el país y las que han sido diseñadas en él.

 

La Confederación, que agrupa a varias patronales españolas de la moda y el comercio, ha puesto en marcha esta iniciativa con el propósito de apoyar la producción local e impulsar la relocalización del sector. Con el fin de ser inclusivos, la organización empresarial ha optado también por dar etiquetas con el lema “diseñado en España” para las compañías locales que no producen en el país.

 

No obstante, para obtener la etiqueta de “fabricado en España”, la empresa deberá acreditarlo y se someterá a la evaluación de un comité de expertos, formado por empresarios y técnicos del sector. Para la obtención de ambos identificativos, las compañías deberán pagar un par de cuotas, cuyo importe puede ascender hasta los 1.500 euros.

 

Los criterios para la obtención de la etiqueta “fabricado en España” son los mismos que rigen la normativa internacional dictada por la Organización Mundial del Comercio (OMC). Según el organismo, el origen para el made in lo indicará el país en el que se haya efectuado la última transformación sustancial del proceso productivo. En el caso del sector de la automoción, por ejemplo, esta transformación corresponde al montaje final del vehículo; en el caso de la moda, a la confección.

 

Sin embargo, en muchas ocasiones las normas de origen del made in se confunden con las que determinan los beneficios arancelarios o de cuotas en el comercio internacional. En este último caso, la legislación varía según los países, pero en general, es mucho más estricta que la del made in. Las normas de origen para obtener preferencias comerciales exigen que un mínimo de dos transformaciones sustanciales se hayan realizado en el país.

 

En la moda, el proceso productivo cuenta de cuatro transformaciones sustanciales: la hilatura, la tejeduría, los acabados y la confección. La Unión Europa, por ejemplo, exige a los países que da beneficios arancelarios en el comercio textil que las prendas que exporten a la zona hayan efectuado al menos dos transformaciones sustanciales. Estados Unidos, en cambio, cuenta con una legislación más dura y demanda tres. El principal motivo de estos requisitos es evitar que haya países que utilicen los beneficios arancelarios de otros para sus exportaciones.

 

 

La obligatoriedad o no del made in

En la Unión Europea, no es obligatorio etiquetar el made in. Desde hace más de una década esta cuestión enfrenta a la Comisión Europea y, en la actualidad, su debate tiene paralizada la aprobación de la nueva normativa europea sobre la seguridad de los productos y la vigilancia del mercado.

 

En España, indicar el origen es voluntario, pero en cambio sí es obligatorio constatar de manera clara el nombre y la dirección del fabricante, importador o trader; el número de identificación fiscal o el número de registro industrial, y el origen, en el caso de que sea un país que no esté en la OMC.

 

Más allá de la Unión Europea, hay muchos países en el planeta en los que es obligatorio indicar el origen en los artículos de consumo. Es el caso de Noruega, Turquía, Rusia y todas las ex repúblicas soviéticas; también es obligatorio en Canadá y Estados Unidos, así como en la mayoría de países de Latinoamérica, como Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia, Venezuela o México, según un documento interno de Euratex, la patronal europea del sector textil y de la confección.

 

El Made in tiene que constar también en todos los artículos que se comercialicen en la mayor parte de países de Oriente Medio, como Kuwait, Catar, Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos; y en los de Asia, como China, Bangladesh o la India.

 

En cambio, etiquetar el origen es voluntario en Angola, Túnez, Hong Kong, Japón o Singapur, entre otros.