Entorno

Crónica del capital riesgo en la moda española

Tribuna: Vicente Bosque

16 ene 2012 - 04:49

El capital riesgo español se ha acercado al negocio de la moda hace relativamente poco, a partir del año 2000, atraído por su notoriedad social, por el desarrollo del consumo y por la existencia de financiación abundante y barata.

 

Las primeras operaciones fueron realizadas por fondos de capital riesgo extranjeros, como fue la entrada de CVC y Permira en Grupo Cortefiel, o por fondos nacionales pioneros en la actividad, como Mercapital en KA International. A partir de ahí se generaliza la incorporación de compañías de moda a los portafolios de los fondos de inversión: Coronel Tapioca (Gala Capital), Caramelo (Inveravante), Pepe Jeans (Torreal) y Fun & Basics (Capital Alianza), entre otros.

 

Casi ningún sector ha quedado fuera. En lujo, el fondo del grupo LVMH participa en STL Textil Lonia (Carolina Herrera y Purificación García) y Reig Capital Group, en Azzaro; en equipamiento de hogar encontramos a Valanza (BBVA) en Textura y a Ahorro Corporación en Musgo, y en moda infantil, a Clave Mayor en Gocco.

 

Confiando en impulsar la actividad económica, el capital público también se unió a la corriente inversora. Capital Riesgo Madrid apostó por el sector con inversiones en Novissima y en el holding AB Diseño & Moda, que agrupaba diseñadores como Javier Larrainzar, Miguel Palacio y Elio Berhanyer en torno al grupo industrial de Artesanos Camiseros, mientras Catalana d’Iniciatives entró en Cadena Q. Incluso escuelas de negocios se interesaron por la tendencia, como IESE, que participa en Aïta a través Finaves.

 

Recientemente el comercio electrónico ha sido el protagonista. El interés por los outlets online nace en los círculos de business angels y, de la mano del Club de Inversores del IESE, se financian las primeras rondas de compañías como BuyVip y Privalia. El relevo es tomado por fondos de capital semilla como Caixa Capital Risc, hasta alcanzar las segundas y terceras rondas de financiación. Éstas han sido protagonizadas por grandes fondos extranjeros, General Atlantic entre otros, que, con la vista puesta en multimillonarias salidas a bolsa, desean dominar la expansión de estos negocios hacia el mercado global. Otra alternativa es la venta a grandes operadores globales, como ha sido el caso de BuyVip a Amazon.

 

En el transcurso de la década el sentimiento de los inversores ha seguido a la coyuntura económica. Durante los primeros años la euforia inversora, contagiada por el crecimiento económico y la evolución de las bolsas, hace que se paguen múltiplos elevados y se apalanquen las transacciones con exceso de deuda, pensando que la tendencia en 2005/2006 sería permanente e ignorando la existencia de ciclos económicos. A partir de 2007, la crisis frena bruscamente el consumo y pone de manifiesto los excesos del modelo inversor.

 

Lastradas por una deuda excesiva, algunas compañías limitan sus inversiones y se ven forzadas a cambiar su modelo de negocio reduciendo el ritmo de expansión basado en tiendas propias desplazándolo hacia las franquicias o los córners en grandes almacenes. Otras no han alcanzado el tamaño crítico y, llegada la recesión, afloran pérdidas millonarias que obligan a los fondos accionistas a presentar concurso de acreedores después de varios esfuerzos de recapitalización.

 

A raíz del cambio de coyuntura, aparecen los fondos distress, especializados en invertir en compañías en dificultades. Las adquieren a precios atractivos y, una vez liberadas de las deudas, las someten a rigurosos procesos de reorganización dándoles de nuevo viabilidad.

 

Escada o Jil Sander son ejemplos de éxito que han sido objetivo de estos fondos en el ámbito internacional. En España también existen y empiezan a realizar sus primeras operaciones, tal es el caso de Sherpa Capital con la adquisición de KA International a Mercapital.

 

Pueden extraerse algunas conclusiones del presente relato. La primera es que la economía es cíclica y los fondos deben tenerlo en cuenta a la hora de planificar sus carteras. Conocer el momento del ciclo económico en el que se invierte es fundamental para cumplir con los objetivos de rentabilidad exigidos por los inversores, máxime cuando los periodos de permanencia en las compañías suelen ser reducidos.

 

La segunda es que el nivel de endeudamiento que puede asumir una empresa está relacionado con el riesgo inherente al negocio. Cuánto más alto sea éste más prudentes debemos ser con el riesgo financiero derivado del endeudamiento. La moda es un negocio de alta volatilidad sometido a bruscos cambios de comportamiento en la demanda que difícilmente soporta grandes niveles de deuda, y ha sido tratado por el capital riesgo como si fuera un negocio con demanda y flujo de caja estable, es decir, como si su comportamiento fuera similar a los de otros sectores en los que habitualmente invierten.

 

Las anteriores conclusiones se resumen en la opinión mantenida por Anthony Battaglia en un reciente artículo: los fondos especializados en un determinado sector suelen obtener mejores resultados que los fondos generalistas, de forma que el mayor acierto en la selección y gestión de sus participadas compensa el mayor riesgo asumido al concentrar la cartera en un determinado sector.

 

Esto explica el escaso éxito obtenido hasta la fecha por el capital riesgo en sus inversiones en negocios de moda en España, hasta el punto de que muchos fondos han excluido recientemente este sector de sus prioridades. La incógnita es si los fondos distress pueden ser una segunda oportunidad para que el capital riesgo aporte valor al volátil negocio de la moda.

 

 

Vicente Bosque es socio de One to One Capital Partners