Entorno

Clase media, o cómo se esfuma el consumidor de la moda

Es el objeto de deseo de la industria de la moda: es donde está el volumen y el verdadero poder de consumo. Es la clase media, y en Occidente está en crisis.

Christian De Angelis

15 jul 2020 - 04:49

Clase media, o cómo se esfuma el consumidor de la moda

 

 

 

Mujer de 25 a 35 años, con estudios superiores y con unos ingresos que le permiten comprar todos los años un número relevante de artículos de moda e incluso acceder a algunos de lujo asequible. El target de la mayoría de los proyectos empresariales que surgen en el sector de la moda está en la clase media, el segmento de población que, como su propio nombre indica, se sitúa en la franja media de la riqueza, por encima de la clase baja y por debajo de la clase alta.

 

El progreso económico y social de los países emergentes ha permitido que en las últimas décadas aumentara de forma progresiva el volumen de la clase media a escala mundial, generando el caldo de cultivo perfecto para el crecimiento de las ventas globales del sector de la moda. La democratización de la moda y el surgimiento del fast fashion no podrían entenderse sin la emergencia de las clases medias.

 

Según datos de Brookings Institution, la clase media englobaba en 1985 a mil millones de personas en todo el mundo, sobre una población total de 4.900 millones de habitantes (el 20,4%); en 2015, la cifra se había más que triplicado y la clase media llegaba entonces a 3.200 millones de personas y el 43,8% del total.

 

Los datos de Caixabank Research de la última década son todavía más elocuentes: la clase media pasó de representar el 27% de la población mundial en 2009 al 47% en 2019, con una proyección hasta 2030 que situaba esta tasa en el 61%, es decir, casi dos de cada tres habitantes del planeta. “A finales de 2018 se rebasó un umbral significativo -apunta Caixabank Research-: la mitad de la población mundial pasó a vivir en hogares de clase media o ricos”.

 

 

 

 

¿De dónde sale la nueva clase media?

China e India han sido los grandes generadores de la nueva clase media, con un total de mil millones de personas, lo que representa el 60% del total de nuevos entrantes. Asimismo, antes del estallido de la crisis de la pandemia del Covid-19 estaba previsto que ambos países aportaran otros mil millones de habitantes a la clase media en los próximos diez años, de nuevo el 60% del incremento mundial estimado.

 

“En términos más generales, cerca de un 90% de los nuevos entrantes en la clase media serán asiáticos”, apunta Caixabank Research. “Si tuviéramos que situar en un mapa del mundo el centro gravitatorio de la clase media, en 1990 estaría en la mitad del Atlántico, a caballo entre Estados Unidos y Europa Occidental -prosigue el centro de estudios del banco español-; en la actualidad, en cambio, alrededor de dos terceras partes de la clase media mundial vive ya en países no avanzados (o emergentes), y su centro de gravedad se encuentra alrededor de Turquía”.

 

 

 

 

La clase media revierte

Ahora bien, mientras los emergentes han creado millones de nuevas familias de clase media ávidas por comprar moda, el mundo occidental ha visto consolidarse un notorio problema de reparto de la riqueza. Una estadística de Pew Research Center lo resume a la perfección: si en 1968 el 20% rico concentraba el 43% de la riqueza en Estados Unidos, en 2018 ya llegaba al 52%. Además, el 5% más rico ha pasado en los últimos cincuenta años de acumular el 16% de la riqueza en Estados Unidos a llegar al 23%.

 

La concentración de la riqueza en el país más poderoso del mundo ha hecho que la tasa de adultos estadounidenses que residen en una vivienda de clase media haya bajado del 61% en 1971 al 51% en 2019, mientras que los que viven en un hogar de bajos ingresos ha pasado en el mismo periodo del 25% al 29%. En el conjunto de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde), cada diez años un 1% de la población abandona la clase media: una tercera parte toma el ascensor social hacia la clase alta, el resto sigue el camino inverso y baja de categoría en términos de estatus económico.

 

Más allá del empequeñecimiento de la clase media en los países más ricos, también preocupa el empobrecimiento de esta clase media. De hecho, los cambios en el reparto de la riqueza en el mundo occidental quedaron plasmados en 2019 en un informe que publicó la Ocde con el revelador título de Bajo presión: la clase media exprimida.

 

 

 

 

El estudio señala que, en los países desarrollados, los ingresos de la clase media “apenas han crecido en términos reales en los últimos diez años y, lo que es más importante, han crecido más lentamente que los de las clases altas durante tres décadas”.

 

Así, si la clase media sumaba cuatro veces más ingresos que las clases altas en los ochenta, en mitad de los años 2010 sólo multiplicaban por tres. “La disminución de la proporción de ingresos de la clase media también puede dar lugar a una influencia económica y política más débil”, alerta la Ocde.

 

Las consecuencias no son menores: según la entidad, la clase media impulsa actividades tan estratégicas como sostener el consumo, impulsar gran parte de la inversión en educación, salud y vivienda y desempeñar un papel clave en el apoyo al sistema de protección social a través de sus contribuciones fiscales.

 

 

  

 

El informe apunta que, desde 1995, los gastos de la clase media han aumentado en todo el mundo desarrollado más que los ingresos, y no precisamente porque se dedique más recursos a productos como la moda. Entre 2005 y 2015, la vivienda, la salud y el transporte han sido, por este orden, los grupos de gasto que más han subido para la clase media, que ha tenido que recortar en comida, prendas de vestir u ocio.

 

El endeudamiento excesivo, la vulnerabilidad económica y el riesgo de perder el empleo son fenómenos que afectan de forma cada vez más generalizada a la clase media occidental. “Con el aumento del coste de la vida y unos gastos que crecen más rápido que los ingresos, muchos hogares de clase media se encuentran luchando para llegar a fin de mes; algunos se han vuelto financieramente vulnerables y otros gastan más de lo que ganan”, describe el estudio, de 2019, elaborado antes del estallido de la crisis del Covid-19. A falta de nuevos estudios tras la pandemia, el panorama para el segmento de población clave para la moda sólo puede empeorar por el virus.