Entorno

China perpetúa al emperador Xi Jinping para ganar la contienda global

La Asamblea Nacional Popular votó ayer la reforma de la Constitución del país que da luz verde a su presidente a perpetuarse en el poder y encarar una nueva era política, social y económica del país.

Silvia Riera

12 mar 2018 - 04:55

China perpetúa al emperador Xi Jinping para ganar la contienda global

 

China afianza su poder. La Asamblea Nacional Popular votó ayer la reforma de la Constitución que elimina el límite de dos mandatos de cinco años para el presidente. Se dio luz verde así a una nueva era política, social y económica del país, en la que Xi Jinping deberá contener las debilidades que acusa su sistema para encarar un nuevo protagonismo geoestratégico global. De la mano de gigantes tecnológicos como Alibaba, Huawei, Tencent o WeChat, China no sólo avanza en su transformación industrial sino que también gana posiciones como nuevo líder de la globalización.

 

Desde hace varias décadas, el gigante asiático es clave en el negocio de la moda. Primero lo fue como proveedor y, tras emprender la transformación industrial hacia una producción de mayor valor añadido, lo fue como mercado de consumo. En la actualidad, China es ya el décimo país de destino de las exportaciones españolas de moda, que alcanzaron 589,6 millones de euros en 2017, según datos del Icex.

 

Con España, el país mantiene una relación estrecha desde que, hace 45 años, ambos territorios iniciaran relaciones diplomáticas que supuso también un gran acercamiento comercial. Inncoteco y Alsa fueron las pioneras en la década de los setenta, pero desde entonces son muchos los grupos españoles, y en particular de moda, que han saltado las barreras culturales y se han adentrado a la conquista del gigante asiático. 

 

 

 

 

La votación de ayer permite a Xi Jinping quedarse en el cargo más allá de 2023, cuando estaba previsto que expirara su mandato. Esta reforma de la Carta Magna china también implica la creación de una Comisión Nacional de Supervisión que, además de luchar contra la corrupción también reforzará la vigilancia sobre los ciudadanos. Se trata de un paso más en un proceso que lleva años gestándose y que aspira a dar seguridad en una nueva etapa de crecimiento e influencia global.

 

La semana pasada, en la inauguración de la sesión legislativa de la Asamblea Nacional Popular, Xi hizo hincapié en las cuestiones económicas que ya expuso en el último congreso del partido comunista chino, celebrado el pasado octubre: en la nueva era del socialismo con características chinas; garantizar la estabilidad para lograr el crecimiento, y luchar contra la pobreza en las áreas rurales.

 

 

 

 

 

 

“Desde hace tres años, hay un retorno a un poder personalista fuerte”, explica el vicepresidente de Cátedra China, Enrique Fanjul. El experto, técnico comercial del Estado y ex consejero comercial en la Embajada de China, explica que ha habido una involución hacia una mayor concentración de poder y un mayor control sobre la sociedad. “El discurso oficial es que el país debe afrontar reformas importantes y con un poder más fuerte y permanente podrá afrontarlas con mayor energía y eficacia”, asegura.

 

Con su perpetuación en el cargo, el propósito de Xi es “abandonar un socialismo con características chinas por un putinismo (de Putin) de características chinas”, explica Joan Ripoll, director del departamento de Empresa y Economía en la Universitat Abat Oliva CEU y experto en globalización. “Se trata de establecer un poder hegemónico en manos de una sola persona, igual que en su día ocurrió con Mao, para reforzar la política del país”, sostiene Ripoll. “Igual que Putin, Xi está confundiendo el país con una empresa”, asegura.

 

Según el profesor universitario, China tiene fuertes debilidades a solventar para garantizar su crecimiento y necesitará de un Estado fuerte. El experto enumera un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) insuficiente para la crear empleo, una altísima deuda privada y un sistema financiero a la sombra.

 

 

 

 

En este sentido, Ripoll señala que, si bien China está creciendo alrededor del 6% o del 7% anual, está lejos del ritmo que le permitiría crear suficiente empleo, que se sitúa entre el 9% y el 10% anual. “Es una exageración en comparación a los estándares occidentales, pero es el ritmo que necesita para poder incorporar al mercado laboral a los jóvenes y a los ciudadanos del interior del país que se desplazan a las ciudades”, explica el experto. “Si no crea empleo, el Gobierno se expone a tener conflictos sociales en las ciudades”, apunta.

 

El crecimiento de los últimos años del país ha estado impulsado por la demanda interna, después de que la crisis económica mundial de 2008 paralizara las exportaciones. Sin embargo, Ripoll apunta que este viraje ha implicado dinamizar el consumo interno facilitando el crédito a los ciudadanos. Si bien ha contribuido a crear los pilares de una economía de servicios, este escenario también ha disparado la deuda de las familias y de las empresas, que alcanza ya el 200% del PIB del país.

 

Consecuencia de ello, la poca regularización del sistema financiero ha facilitado la creación de una banca a la sombra (shadow banking) para operaciones de riesgo. Se calcula que los activos que mueve equivaldrían al 70% del PIB chino.

 

 

 

 

Hegemonía global

“El objetivo de convertir China en la potencia hegemónica viene gestándose desde hace tiempo, pero ahora es cuando empieza a evidenciarse”, subraya Ripoll. En este sentido, el experto remarca que el país tomó este rol a partir de los ochenta, cuando basó su crecimiento en la industria exportadora. Con la entrada de divisa extranjera, sobre todo dólares, China ha ido acumulando reservas suficientes para ejercer presión sobre terceros y, en particular, sobre Estados Unidos.

 

Por otro lado, el gigante asiático lleva años también utilizando este capital en una inversión exterior estratégica, orientada a la compra de deuda pública, sobre todo estadounidense, y a la búsqueda de alianzas con otros países, en concreto, en África y Latinoamérica, ricos en materias primas. Ahora, China va incluso más allá y vehicula operaciones empresariales con gigantes industriales, como la compra de IBM por parte de la china Lenovo.

 

“China tiene músculo financiero para tomar posiciones estratégicas para refrendar su posición económica y para agrandarla”, señala Ripoll. No obstante, el experto considera que aún le queda recorrido para liderar una nueva etapa en la globalización. “Todavía es difícil que China pueda actuar como regulador internacional, como Europa o Estados Unidos”, indica el experto. “Para esto debe ser locomotora económica global y esto implica, no sólo tener una capacidad exportadora fuerte, sino también de importación, de dinamización de terceras economías”, apunta.

 

Sin embargo, China ha empezado a liderar también el desarrollo de sectores de tecnología avanzada, convirtiéndose en líder mundial en ciertos aspectos de la digitalización. Empresas como Alibaba, Huawei, Tencent o WeChat son la punta de lanza de esta transformación y la llave de acceso del país y su cultura a todos los mercados globales.

 

 

 

 

“La dimensión internacional de muchas de estas empresas es ya inmenso”, asegura Fanjul, quien considera que, a medida que China avance en el desarrollo tecnológico, también lo harán sus empresas y su influencia. “En ciertos sectores tecnológicos, China ya lidera el mercado mundial, por ejemplo”, apunta el experto.

 

Fanjul sostiene también que, en los últimos años, China ha dejado clara su voluntad de tomar un papel protagonista a nivel global y, ejemplo de ello, es la creación de la Ruta de la Seda, que implica unos sesenta países. “Se especula que el país ambiciona en exportar su modelo socio-político, aunque ellos lo niegan”, asegura Fanjul.