Entorno

2018, un año de cambio de caras en Latinoamérica

De la extrema derecha en Brasil a las elecciones históricas de Cuba, la región cierra un año intenso en materia electoral y con dos panoramas posibles: ¿ganar integración o seguir la tendencia mundial del proteccionismo?

María Bertero

20 dic 2018 - 04:49

2018, un año de cambio de caras en Lationamérica

Manuel López Obrador, nuevo presidente de México.

 

 

México, Brasil, Colombia. Todas las grandes potencias latinoamericanas, salvo Argentina, relevaron a sus presidentes en 2018, un año marcado por el giro a la derecha de gran parte de los mercados y por el ascenso de líderes populistas en países como Brasil. El intenso calendario electoral de Latinoamérica inició el 4 de febrero, cuando Costa Rica acudió a las urnas para elegir nuevo presidente.

 

Carlos Alvarado Quesada asumió en mayo la presidencia de Costa Rica en un contexto de creciente déficit fiscal y un aumento de la criminalidad. Con todo, el país mantiene unas de las mejores previsiones de crecimiento en la región, con un alza prevista del 3,5% para 2018, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).

 

Cuba le tomó el relevo en marzo en unos comicios históricos. El país caribeño se enfrentó a sus primeras elecciones post-Castro, en las que, como era previsto, Miguel Díaz-Canel fue elegido como presidente. Se trata de la primera vez desde la revolución que no es un miembro de la familia Castro quien lidera el país. Paraguay fue el tercer país latinoamericano en llamar a elecciones presidenciales en 2018. La ajustada victoria del Mario Abdo Benítez supuso el regreso del conservador Partido Colorado al poder guaraní. 

 

En la primera mitad del año acudió también a las urnas Venezuela, en un proceso electoral marcado por las acusaciones de fraude y en un escenario de hundimiento económico y escalada de la violencia. Nicolás Maduro fue reelegido presidente con 5,8 millones de votos, en unos comicios con un elevado absentismo: de los veinte millones de venezolanos llamados a las urnas, sólo acudieron ocho. El FMI avanzó en octubre una de las peores proyecciones para la economía venezolana, con un desplome del 18% de su PIB en 2018.

 

 

 

 

El ‘hub’ textil de Sudamérica vira a la derecha

En mayo fue el turno de unas de las elecciones presidenciales más polarizadas del año. Con el Acuerdo de Paz latente, Colombia se enfrentó a una nueva jornada electoral, dando como ganador en segunda vuelta a Iván Duque, tras ocho años bajo el mandato de Juan Manuel Santos. El ascenso al poder del delfín de Álvaro Uribe supuso el primer giro a la derecha que dio Latinoamérica en 2018.

 

Duque heredó un país con un crecimiento del 1,8% en 2017, la cifra más baja de los últimos siete años. El FMI pronostica un alza del 2,8% para la economía colombiana en 2018 y del 3,6% para 2019. En sus primeros meses en la Casa de Nariño, la popularidad del presidente colombiano se desplomó hasta el 27,2%, lastrado por medidas como el aumento del IVA a los productos de primera necesidad.

 

La moda, por su parte, continúa su propia lucha en el país, tras la caída continuada del consumo en 2017 y 2018 que supuso el repliegue de gigantes internacionales como Nike o Forever21. Los operadores locales como Fabricato o Coltejer, por su parte, continúan sufriendo en sus cuentas la caída del mercado colombiano de la moda, y algunos han comenzado a salir a la calle para demandar medidas proteccionistas para fortalecer la producción local.

 

 

 

 

Segundo semestre, examen para las potencias

Después de las elecciones colombianas llegó el turno de México y Brasil, las dos mayores potencias económicas de Latinoamérica, que cambiaron a sus presidentes en la segunda mitad del año. Los comicios de Brasil fueron uno de los más complejos del año, ya que el candidato favorito, Lula da Silva, no pudo presentarse a elecciones por encontrarse aún en la cárcel.

 

El resultado fue un giro de 180 grados para la historia política del país. El triunfo de Jair Bolsonaro en la segunda vuelta celebrada en octubre confirmó la llegada del populismo de derechas y proteccionista a Latinoamérica. Siguiendo los pasos de Donald Trump, Bolsonaro ha basado su campaña política en un discurso de extrema derecha, xenófobo y proteccionista, llegando a afirmar que Mercosur no es una de las prioridades para Brasil.

 

El viro fue en dirección opuesta en México, donde por primera vez un político de izquierdas se ha hecho con el poder. Tras seis años de gobierno de Enrique Peña Nieto, el país norteamericano eligió a Manuel López Obrador como nuevo presidente, con un récord histórico de votos. López Obrador puso así fin a tres décadas de liderazgo de la alianza que sellaron el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Las perspectivas para el país pasan por registrar crecimientos del 2,2% en 2018 y del 2,5% en 2019, frente al alza del 2% con la que cerró 2017.

 

El político, que asumió el mando el 1 de diciembre, ya ha comenzado a poner en marcha su paquete de medidas económicas con anuncios como la subida del salario mínimo del 16% y de hasta el 50% en la región fronteriza con Estados Unidos.

 

 

 


2019, más incertidumbre en la región

Latinoamérica mantendrá su ritmo frenético de elecciones en el ejercicio 2019. Uruguay, Bolivia y Argentina serán algunos de los países de la región que renovarán sus presidencias a lo largo del año. Uruguay acudirá a las urnas en octubre para encontrar sucesor al izquierdista Tabaré Vázquez, del Frente Amplio, que lleva en el poder desde 2015.

Argentina, una de las potencias económicas de la región, se enfrenta a otro proceso electoral clave, después de un 2018 de severa crisis y con una nueva deuda con el FMI.

 

La entidad pronostica un descenso del 1,6% en 2019 de la economía argentina, donde todavía se desconocen quiénes serán los candidatos a la presidencia o si el actual mandatario, Mauricio Macri, repetirá en el cargo. Evo Morales, por otra parte, se presentará a la reelección en Bolivia el próximo año, lo que supondrá una prueba de fuego tras la caída de la popularidad que ha sufrido en los últimos años.

 

 

 

 

Cambio de piel para el Tlcan

“El peor tratado comercial de la historia”, como denominó Donald Trump al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan), se renueva. Cuando parecía que el presidente de Estados Unidos cumpliría con sus promesas de campaña de salir del acuerdo comercial con México y Canadá, el gigante norteamericano ha dado el visto bueno al tratado entre los tres países.

 

Tras un año de negociaciones, Canadá, Estados Unidos y México llegaron a un acuerdo en diciembre y firmaron, en el marco de la reunión del G-20 en Buenos Aires (Argentina) el nuevo Tlcan. El acuerdo lleva el nombre de T-Mec en castellano (abreviatura de Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá), Umsa en Estados Unidos y cusma en Canadá, y apenas presenta cambios para la industria de la moda, que llevaba conteniendo el aliento desde las primeras amenazas del presidente Donald Trump.

 

Estados Unidos es el primer destino de las exportaciones mexicanas de moda, copando en torno al 94,5% de las ventas del sector al exterior. Cada año, el intercambio comercial entre México y Estados Unidos genera cada año 502.011,4 millones de euros.

 

 

 

 

En una primera revisión del acuerdo, Estados Unidos pretendía eliminar la posibilidad de utilizar materia prima externa a Canadá o México en las prendas de vestir para acceder a la eliminación de los aranceles y limitar así el acceso de productos chinos a Estados Unidos.

 

Otra de las preocupaciones era la cuota de los Tpls (certificados de elegibilidad, por sus siglas en inglés), que regula cuántos metros de tela de países ajenos a los miembros del Tlcan pueden utilizarse para que el producto continúe siendo considerado del país.

 

Finalmente, las peores previsiones del sector no terminaron en el último borrador, que no supone apenas ningún cambio para la moda respecto al anterior. De hecho, las principales diferencias entre ambos acuerdos afectan a sectores como el lácteo o el del automóvil.

 

Además, el nuevo acuerdo, que tendrá una duración de dieciséis años, incluye también una cláusula por la cual será sometido a revisión cada seis años, aunque no acarreará la expiración automática del tratado, como había propuesto originalmente Estados Unidos