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Socketines o la versión ‘hipster’ del calcetín de la infancia

Licenciado en Derecho, Jorge Santigosa puso en marcha la marca de calcetines en 2012 con un finiquito de 600 euros y llevando la producción a Pradoluengo (Burgos).

S. Riera

20 sep 2016 - 04:53

 

Socketines echó a andar en 2012 de la mano de un apasionado de los calcetines y de la filosofía con 600 euros bajo el brazo. El empresario Jorge Santigosa, de 28 años, puso en marcha el que era su sueño desde pequeño: tener su propia marca de calcetines. Siguiendo la estela de otras start ups de entonces como Happy Socks, el joven emprendedor decidió tirarse a la piscina con el finiquito de su primer trabajo en otra start up de publicidad y márketing online.

 

La compañía, con sede en Madrid, cerró el anterior ejercicio con una cifra de negocio de 80.000 euros y espera alcanzar los 200.000 euros en 2016. La empresa cuenta en la actualidad con una plantilla de tres personas.

 

Socketines realiza el 80% de sus ventas a través de su propia página web y ha empezado a tejer una red de distribución a través del canal multimarca, con presencia en cerca de cuarenta puntos de venta. En el extranjero, la marca ha empezado a tantear el mercado alemán desde Berlín, donde ha participado en diferentes markets.

 

 

Santigosa estudió Derecho teniendo ya bajo el brazo su proyecto para lanzar su propia marca de calcetines. El joven empresario asegura ser un entusiasta de esta prenda desde que era pequeño y no dudó en hacer realizar este deseo cuando descubrió que su empleo en márketing y publicidad no era lo suyo. “Con el finiquito de 600 euros hice mis primeros cien pares”, explica Santigosa.

 

El proyecto Socketines dio sus primeros pasos cuando el empresario encontró sus socios inversores, de los cuales prefiere no desvelar el nombre. Sus business angels tomaron el 45% del capital con una aportación conjunta de 25.000 euros. “Quería rescatar los calcetines de mi infancia y darles una imagen más actual, simplemente, porque no encontraba así”, explica.

 

“Me llevó entonces un amigo a Pradoluengo, cerca de Altapuerca, donde todavía hay fabricantes de calcetines”, asegura el emprendedor. Situada al norte de la provincia de Burgos, la pequeña localidad de Pradoluengo (de 1.315 habitantes) mantiene aún cierta tradición textil, muy especializada en la producción de calcetines, en la que todavía hoy operan una veintena de compañías.

 

Con los 600 euros, Santigosa hizo sus primeros pares, que vendió a través de pop ups stores en markets. Más adelante, con la llegada de los inversores, el empresario produjo otros 400. En su segundo año, Socketines comercializó 25.000 pares y, en el tercero, 80.000 pares.

 

Dando vueltas al negocio, el emprendedor ha lanzado los packs de tres, con los mismos colores de base, pero de formas diferentes, y el concepto feetichista para los que muestran sus calcetines. Por otro lado, el joven empresario se muestra partidario a reivindicar las mercerías de los pueblos y los barrios para comercializar sus artículos. “Hay que rescatarlas, hay que recuperar los establecimientos de siempre”, sostiene.