Empresa

Las dudas de la nueva Dogi

S. Riera

20 may 2014 - 04:57

Un nuevo horizonte, pero plagado de incógnitas. Así es el futuro que se dibuja para la histórica textil Dogi, que inicia una nueva etapa de la mano de un nuevo accionista, el fondo de capital riesgo Sherpa Capital. Perspectivas inciertas para una compañía maltrecha, que cerró 2013 con unas pérdidas de 9,1 millones de euros tras rozar la liquidación, y en la que la Generalitat de Cataluña ha comprometido un millón de euros en inversión directa, además de 1,25 millones de euros adicionales en avales.

 

1. Descrédito

La frágil situación que ha atravesado Dogi desde que solicitara concurso de acreedores en 2009 le ha llevado a un descrédito en el mercado que ha tenido como consecuencia una caída constante de las ventas. Cinco años atrás, el fabricante textil cerró con ventas de 66 millones de euros. En el último ejercicio, la compañía registró ventas de 40,46 millones de euros, un 38,7% menos que en 2009.

 

El primer trimestre de 2014, cuando ya se había hecho pública la operación de Sherpa, las ventas de Dogi no sólo no remontaron sino que se desplomaron un 16,5% respecto al mismo periodo del año anterior. La misma compañía explicaba a la CNMV que el descenso de las ventas se debía a la “incertidumbre por el futuro de la compañía” y a “la falta de materia prima debido a la gestión de tesorería”.

 

2. Gestores sin experiencia en el sector

Fuentes del sector también apuntan que está por ver cómo Sherpa pilotará el crecimiento de una empresa que opera en un sector, en principio, desconocido para el fondo. El grupo ha realizado inversiones en compañías de sectores como el embalaje, la industria química, las artes gráficas, la óptica y el retail. Dogi es la primera compañía del sector textil participada por Sherpa.

 

La pericia y el conocimiento de los gestores resulta clave teniendo en cuenta la estrategia de la compañía. Los planes de futuro que ha avanzado el fondo para Dogi pasan por potenciar el segmento del íntimo, en el que la empresa ya opera, y en diversificar hacia otros mercados de mayor valor añadido. Este último aspecto ya fue una de las apuestas del hasta ahora director general, Ignasi Mestre, para devolver a Dogi a la rentabilidad, sin que se llegara a aplicar.

 

3. ¿Capacidad inversora?

Por otro lado, la apuesta por el valor añadido implica una fuerte inversión en I+D, que difícilmente obtiene rédito a corto plazo. Queda por ver hasta dónde está dispuesto Sherpa a invertir en Dogi (o capaz de convencer a otros inversores) para potenciar su estrategia en innovación y abordar otros mercados más técnicos y sofisticados más allá de la moda íntima.

 

4. Pérdida del actual equipo gestor

El aterrizaje del grupo inversor en el capital de Dogi ha supuesto también la marcha de sus gestores antiguos, tanto de la familia Domènech (que conservará un puesto en el consejo de administración) y de Mestre, que ha estado al frente de la empresa en los últimos cuatro años.

 

El hasta ahora presidente de la compañía textil, Josep Domènech, y sus hijos, Eduardo y Sergi Domènech, fueron los que en su día lo apostaron todo por la expansión de la compañía. Acertada o no, la decisión de engrosar estructura fue la manera que tuvo Dogi de soportar la fuerte competencia asiática que en esta última década arrasó el grueso productivo de la industria textil en España.

 

5. Falta de estructura

La venta de su participación en la planta de Sri Lanka, sumada a la pérdida del negocio en Alemania y la expropiación de la planta en China han devuelto a la empresa textil a un tamaño modesto. La compañía centra en la actualidad su producción en la planta de El Masnou (Barcelona) y en Estados Unidos, donde opera a través de su filial Elastic Textiles of America (EFA), una unidad de la que quiso desprenderse cuando estaba en proceso concursal pero que finalmente no encontró comprador.

 

Dogi fue la empresa que en su día se hizo con las plantas que vendió Sara Lee a principios de la pasada década y que en 2001 protagonizó una de las mayores operaciones inmobiliarias en la localidad costera de El Masnou al trasladar su centro de producción, situado en pleno centro urbano, a las afueras. Trece años después, el solar dejado por Dogi en el centro de la localidad sigue vacío y la nueva planta se erige solitaria en un polígono que jamás se llegó a construir y en el que, todavía hoy, se accede a través de calles sin asfaltar.

 

6. Aislamiento

Uno de los motivos que llevó a los Domènech a la expansión global fue a la necesidad de abaratar costes, pero también de acercarse a los nuevos polos productivos en China y en el sudeste asiático. Hoy, en El Masnou, la única carta que juega Dogi es la de la producción en proximidad que por el momento sólo es válida para series cortas y reposiciones.

 

7. Plantilla “quemada”

La reestructuración a la que se ha visto abocada la empresa en los últimos años no solo ha afectado su estructura productiva, sino también su plantilla, “quemada” tras cinco años de soportar sucesivos expedientes de regulación de empleo (EREs). En 2009, la compañía tenía 312 trabajadores y, a cierre de 2013, 176.

 

Con la entrada de Sherpa, la plantilla se ha visto de nuevo recortada. Una de las exigencias del fondo para entrar en la textil fue el despido de otros 37 trabajadores. En la actualidad, la planta de El Masnou tiene 139 empleados.

 

8. Falta de activos

Por último, según advierten fuentes del sector financiero, Dogi no ha podido despertar el interés de Sherpa por sus activos inmobiliarios. La empresa ha perdido todas sus fábricas y ha salvado los muebles con la planta de El Masnou. Compañías industriales como La Seda, por ejemplo, tenían en el momento de entrar a liquidación activos inmobiliarios por valor de 113 millones de euros.