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La histórica Charles James pasa a manos de Harvey Weinstein para su relanzamiento

Modaes

8 may 2014 - 12:45

Tras ser homenajeado en la gala del Met, el legado del diseñador Charles James se prepara para renacer. El productor de cine estadounidense Harvey Weinstein ha adquirido la licencia de la enseña Charles James, propiedad de la familia del modisto, para relanzarla al mercado.

 

La firma, que desapareció tras la muerte de su fundador en 1978, volverá a la vida de la mano de Weinstein y su mujer Georgina Chapman, diseñadora y cofundadora de Marchesa, quien ejercerá de consultora creativa junto con su hermano Edward Chapman.

 

El acuerdo entre Weinstein y la familia James se basa en el relanzamiento de la casa de alta costura y el traspaso de todos los derechos de licencia de la marca, incluyendo las fragancias. La sociedad se forjó tras el anuncio de que el icónico diseñador Charles James sería homenajeado en la tradicional gala del Met.

 

Esta no es la primera vez que Harvey Weinstein se asocia con una marca de moda emblemática. En 2007 compró Halston junto con Sarah Jessica Parker y otros empresarios, pero se retiró de la inversión en 2011, tal como lo hizo la actriz de Sexo en Nueva York. En el caso de Charles James, la Weinstein Company será el único socio de la familia James y administrará el negocio de la firma.

 

Charles James nació en Inglaterra en 1906, hijo de un inglés y una estadounidense. Pronto se mudó a Chicago, donde abrió su primera tienda de sombreros en 1926. Más tarde, el modisto se trasladó a Nueva York y abrió su primera tienda de vestidos. Tras pasar temporadas en Londres y París, se asentó definitivamente en Manhattan en 1939. Dior y Balenciaga, los grandes diseñadores de la postguerra, afirmaron en su momento que James les había servido de inspiración y les había marcado un camino a seguir. 

 

En 1945, James abrió su primer gran establecimiento en Madison Avenue, en pleno corazón de Nueva York, y se consagró como modisto de celebridades y personalidades de la alta sociedad. El diseñador vivió los últimos catorce años de su vida en el hotel Chelsea de Nueva York, donde continuó atendiendo a algunas clientas selectas. Tras su muerte, nadie continuó su legado.