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Estrecheces, dificultades y contratiempos: la moda ante la amenaza de la inflación

Europa podría acercarse a un entorno inflacionista tras años de estancamiento de los precios por el débil crecimiento de las economías del continente. En el arranque de 2017, el IPC se dispara en España y en Europa y los expertos vislumbran un ciclo de menor liquidez para frenar la escalada.

Lorenzo Molina

16 feb 2017 - 04:49

Estrecheces, dificultades y contratiempos: la moda ante la amenaza de la inflación

 

Europa se dirige a un entorno de mayor inflación y, por ende, menor liquidez. La subida del Índice de Precios al Consumo (IPC) del 3% registrada en enero en España, la más alta desde 2012, y el salto en la zona euro, donde la inflación ha pasado del 1,1% al 1,8% de diciembre a enero, son sólo dos señales que apuntan a lo que temen los expertos. En juego, un potencial descenso en la competitividad de las empresas europeas y un cambio sustancial en la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) que promueva un enfriamiento de la economía y un aumento de los costes para financiar el crecimiento.

 

La última decisión de la Reserva Federal estadounidense de elevar los tipos de interés y las crecientes advertencias de los economistas apuntan también a una cada vez mayor preocupación por una escalada de la inflación, más allá de los efectos coyunturales del encarecimiento de los hidrocarburos. De confirmarse esta tendencia al alza del IPC, el BCE podría optar por adelantar su decisión de elevar los tipos de interés en la zona euro tras años estando en torno al 0%.

 

Tras un largo periodo de bajos precios del dinero, el aumento de tipos también afectaría al consumo, los costes de producción y, sobre todo, generaría un acceso más caro a la financiación, que golpearía especialmente a empresas en fuertes procesos de expansión.

 

La subida del IPC español en enero fue la mayor desde octubre de 2012 y casi duplica el dato de diciembre, cuando los precios se elevaron un 1,6%. El aumento se debió en gran parte al encarecimiento de los carburantes y la electricidad y el ministro de Economía, Industria y Competitividad, Luis de Guindos, se ha apresurado a manifestar que la subida está “ligada a factores específicos, pero la inflación subyacente, que es la que permanece en el tiempo, de naturaleza estructural, está en el 1%”. La inflación subyacente elimina elementos volátiles en el cálculo de la variable, tales como los hidrocarburos.

 

Sin embargo, el Gobierno se ha preparado para evitar el impacto de una mayor inflación en las cuentas públicas: a principios de mes, De Guindos aprobó el denominado decreto de desindexación, que conlleva la eliminación del IPC como referencia para subidas de los servicios públicos y concesiones. El objetivo es evitar una inflación masiva, es decir que un elevado IPC se traslade de forma automática a los precios públicos sin que los costes se hayan alterado. La medida deja fuera del ámbito de aplicación la negociación colectiva, las pensiones y la deuda del Estado, que sí seguirán indexados a la inflación.

 

 

En Europa, la subida general de precios se hizo palpable ya en 2016, aunque a un ritmo muy inferior al de España. Según la agencia estadística europea, Eurostat, en Bélgica la inflación fue del 1,8% en 2016, triplicando el dato del año anterior, mientras que Noruega registró la subida generalizada de precios más alta de Europa, del 3,9%. En Alemania y Francia, la inflación también subió algunas décimas, hasta el 0,4% y 0,3%, respectivamente.

 

El retorno a un paisaje europeo con una inflación generalizada llevará, según alertan los expertos, al BCE a subir los tipos de interés. Tras encadenar descensos desde 2011 y estar en la actualidad al 0% por la vulnerabilidad de la recuperación económica, una subida de tipos del BCE ayudaría a frenar la inflación y proteger la divisa común, pero también tendría impactos negativos.

 

 

Las consecuencias

La subida de tipos por parte del BCE implicaría que las empresas tendrían más difícil el acceso a los recursos para financiar su crecimiento. Una financiación más cara, a su vez, dificultaría los procesos de internacionalización a aquellas empresas de moda que no dispongan de capital suficiente y requieran endeudarse para ello. Además, la medida implicaría un aumento de los costes empresariales, puesto que las empresas endeudadas tendrían que dedicar más recursos en la devolución de préstamos y el pago a proveedores o de materias primas.

 

Desde el punto de vista del consumidor, una subida de la inflación implicaría una caída del poder adquisitivo de los consumidores. Esto podría repercutir de forma muy negativa en el gasto en moda y calzado de los españoles y frenar así la marcha de la industria. De igual manera, un incremento de los tipos de interés en una sociedad fuertemente endeudada lastraría automáticamente el capital disponible para el gasto de las familias. 

 

 

Otra de las medidas que el BCE podría llevar a cabo para moderar la inflación sería fortalecer el euro, lo que encarecería las exportaciones e impactaría en la competitividad de las empresas españolas en el extranjero. Según datos del Ministerio de Economía y Competitividad, entre enero y noviembre de 2016, las exportaciones de moda subieron un 8,6% con respecto al mismo periodo de 2015, hasta 14.238,4 millones de euros. Las ventas de prendas confeccionadas acumularon un crecimiento del 9,2%, hasta 10.597,3 millones de euros.

 

Según un informe publicado por el Servicio de Estudios de BBVA, España afrontará un grave problema cuando el BCE lleve a cabo la subida de las tasas, puesto que el nivel de endeudamiento público se ha triplicado durante la crisis debido a la brecha fiscal que se ha agrandado desde 2007. Cuando las administraciones públicas gastan más de lo que ingresan deben acudir a los mercados de deuda para financiarse y, aunque en la actualidad los tipos son prácticamente nulos, la subida ya se avista en el horizonte.