Ya están aquí. El mayor temor de la industria textil en España en 2001 es, quince años después, una realidad. Mientras aceleraba la deslocalización de la producción a China, más aumentaba el temor de los empresarios occidentales a que, un día, los industriales chinos dieran el salto de la fábrica a la tienda y comenzaran a crear sus propias marcas.
Ahora, ese momento ha llegado: el gigante chino Giordano ha clavado su bandera en el feudo de Inditex, la empresa china Shandong Ruyi Group ha comprado SMCP y varias sastrerías de Savile Row ya han pasado a manos de capital del gigante asiático.
China ha pasado de hacer ropa a hacer moda y ha tomado posiciones en occidente con toda su artillería, dispuesta a competir en el feudo de Inditex e incluso a colarse en el mismísimo corazón de la sastrería británica.
Incluso los todopoderosos conglomerados de lujo Kering y Richemont, sabedores de que la rentabilidad vale más que el abolengo, han invertido en marcas chinas como Qeelin o Shanghai Tang.
China ha perdido sus complejos. Y como muestra de ello, la entra de Giordano en España. El gigante chino ha llegado dispuesto a mirarse cara a cara con los gigantes europeos, y prueba de ello es que ha elegido para su desembarco la plaza más difícil de todas, España, la casa de Inditex y Mango y uno de los países con los precios más bajos en moda del continente.
Los chinos han llegado y están decididos a quedarse. Tienen los medios, el conocimiento y la ambición. ¿Podrá el made in China hacerse un hueco entre los gigantes?