La moda es el sector de las segundas oportunidades. De marcas que regresan tras décadas fuera del radar, como Chanel, o Birkenstock o Chloé, a empresas que vuelven a intentarlo en mercados donde se vieron obligados a salir, como Tous en China, pasando por tendencias (oh, los chokers) que van y vuelven como un péndulo a lo largo de los años.
Esta semana, se han conocido dos noticias precisamente de segundos intentos: en un caso, porque el primero no salió bien; en otro, porque fue muy bien en el pasado y un nuevo inversor confía en aquello de “donde hubo fuego, cenizas quedan”.
Mango ha emprendido la reconquista en Estados Unidos, donde el año pasado rompió su acuerdo con JC Penney y donde ahora retomará su ofensiva de la mano de Lord&Taylor.
Jordi Hidalgo, un empresario especializado en ingeniería civil, quiere resucitar Blanco por segunda vez bajo el nombre de New Blanco con 30 tiendas, animal print y el antiguo equipo de la cadena madrileña, que ya sabe lo que son las segundas oportunidades.
Otras compañías, como Caramelo, Hakei o Don Algodón (que el año pasado pasó a manos del grupo valenciano Secretos Textil) siguen esperando la suya.
Volver a intentarlo es difícil. Supone sacudirse el polvo, remangarse y volver a la batalla. Reconocer los errores y aprender de ellos, ser capaz de aprovechar lo bueno del primer intento pero actualizarlo (Mango regresa a Estados Unidos de nuevo con un gran almacén, sí, pero esta vez se vuelca en el canal online) y asumir que siempre se puede volver a fracasar.
Pero si hay un sector que puede conseguirlo es la moda, experta en comebacks y obligada por definición a reinventarse continuamente; un sector en el que, en realidad, cada día supone de algún modo volver a empezar.