En ese mail se ponía a mi disposición “para que hablemos y resuelva tus dudas, o te facilite y aclare puntualmente la información que me solicites”.
Yo, después de la primera sorpresa, decido contestar, porque a pesar de que hace tiempo (mucho) que no escribo nada sobre ACME, me interesa obtener una información que ni los mejores periodistas que lo han intentado han conseguido, aprovechando la ocasión que tan amablemente me ofrece.
Para ponerla en antecedentes, pues no sé hasta dónde me conoce, le informo que no creo en la subvenciones públicas para empresas privadas; que llevo muchos años siguiendo la trayectoria de ACME; que conozco bien el sector y sus problemas; y cómo funciona en él la transparencia de las subvenciones.
La información que me interesaba conocer de ACME se resume en dos temas: por un lado, la cantidad que cada asociado cobra anualmente desde hace 10 años (y sus variaciones si corresponden); y por otro los balances de cuentas de cada uno de ellos durante esos mismos años. Y es lo que le solicito.
Una vez enviado el mail, pienso que tal vez 10 años son muchos, pero por pedir que no quede. Si sólo pueden ser los 3 últimos me conformaré.
ACME es una asociación con 45 afiliados que recibe subvenciones públicas del Ministerio de Cultura, como la propia Cordeiro ha reconocido, y hay un “pequeño” detalle del que me he dado cuenta: han suprimido la coletilla “sin ánimo de lucro” de su definición como asociación.
Creo que sobran comentarios al respecto, sobre todo teniendo en cuenta el estado de algunas de las empresas que la componen, porque las suspensiones de pagos están a la orden del día.
La respuesta me llegó al día siguiente: “Disculpa Inma, lamento haberte molestado.” Y así, ¡chin pum!, zanjaba el asunto. Sin más. Y el diálogo se convirtió en sordera, porque aunque insistí en obtener una respuesta a la información solicitada y tan amablemente propuesta, a día de hoy sigo esperando.
ACME: no sabe, no contesta. Que cada cual saque sus propias conclusiones.