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Triball o cómo crear una zona de compras de la nada

26 oct 2009 - 00:00

Algunas de las zonas con más encanto de las grandes ciudades están vetadas al comercio, especialmente al textil. Sin embargo algunas como Madrid han puesto en marcha iniciativas que les han permitido recuperar para el comercio y el diseño algunas de las zonas céntricas y turísticas. Uno de estos ejemplos es el triángulo Ballesta, más conocido como Triball. Una zona que se encuentra entre las calles Fuencarral, Ballesta y Gran Vía y que hasta hace un par de años estaba alejada de cualquier impulso comercial, turístico o público debido a la dejadez institucional y ahogada por culpa de la prostitución y el tráfico de drogas.Un pequeño grupo de inversores empezó a moverse para revitalizar la zona y convertirla en una réplica de la milla de oro de Madrid pero adaptada a los nuevos tiempos y al bolsillo de los ciudadanos. Esto es, tiendas de diseño que ofrecieran al cliente productos y prendas únicas en un entorno próximo al centro pero diferente. Una de las condiciones para recuperar el barrio era apostar por los jóvenes diseñadores y vetar la entrada a las grandes firmas de moda, lujo y complementos. Dicho y hecho. Los pequeños inversores se pusieron manos a la obra para empezar a mover el nuevo barrio junto con los comerciantes de toda la vida, que habían abandonado sus negocios por la decadencia en la que había entrado la zona. El primer paso, según explicaron a Expansión, fue comprar de manera anónima los locales de alterne que había en la zona para reconvertirlos.Crearon la Asociación de Comerciantes de Triball y empezaron a alquilar los locales a precios de entre 20 euros y 25 euros el metro cuadrado, un coste casi absurdo teniendo en cuenta la ubicación de este futuro triángulo comercial. El objetivo era atraer a jóvenes comerciantes, diseñadores y emprendedores que hicieran perder al barrio el olor a decadencia. Marcas como Kling o Dolores Promesas no tardaron en llegar a la nueva milla de oro madrileña. Para dar a conocer la nueva zona, inversores y comerciantes iniciaron una campaña de eventos y exposiciones para que diseñadores y artistas de todas las materias pudieran mostrar sus obras al barrio. La idea era hacer red entre vecinos, empresarios, tenderos, diseñadores y clientes para impulsar el barrio como algo diferente en el centro de Madrid. En la actualidad, y casi dos años después de que empezara a funcionar como Triball, el barrio cuenta con 62 locales de moda, arte, antigüedades, etc. Y da empleo a 160 personas. Entre las marcas de diseñadores independientes más conocidas en Triball destacan Moskitas Muertas, de complementos artesanales, Dolores Promesas en la calle Desengaño optó por Triball para abrir su primer local cuando dio el salto desde Internet y Kling, que fue el primero en llegar.