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Sostenibilidad e industria de la moda

TRIBUNA: JORDI MORRÓS

11 abr 2016 - 04:43

Jordi MorrósEl concepto de sostenibilidad incorpora una amplia gama de significados para el gran público y probablemente por esto puede ser malinterpretado. Podemos ser testigos de que se considere a la sostenibilidad como un sinónimo de reciclaje o bien de preocupación por el medio ambiente. Junto con esta imprecisión terminológica también hemos asistido desde la introducción del concepto en el conocido como informe Brundtland de 1987 (denominado así en honor de su presidenta que había sido en tres ocasiones primera ministra de Noruega, Gro Harlem Brundtland), como un concepto comodín usado frecuentemente desde el mundo de la empresa y de la política para justificar múltiples y diversas actuaciones.

 

Los intentos por perfilar el alcance de lo que pude englobarse bajo el paraguas de la sostenibilidad se orienta a incluir tres importantes perspectivas: el crecimiento económico, sin olvidar que esta perspectiva puede ser una de las principales causantes de insostenibilidad; la equidad social, muy curiosa la repercusión en la opinión pública de un documento emanado por un no experto como el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, donde precisamente hace hincapié en esta dimensión, y respeto por el medio ambiente.

 

Estas tres perspectivas ya fueron plasmadas por el consultor británico John Elkington en 1988 con su conocida triple cuenta de resultados -social, medioambiental y económica- (triple bottom line en su denominación original inglesa) o triple P (People, Planet and Profit), y que fue rápidamente adoptada por el mundo empresarial.

 

Para ilustrar estas interrelaciones podemos pensar en el caso de estar produciendo un algodón orgánico cultivado en tierras certificadas libres de sustancias tóxicas (planeta), producido por un trabajador menor de edad (personas), y llegando a los consumidores de nuestros mercados europeos (profit, beneficio en castellano).

 

 

 

Y el ejemplo está puesto precisamente porque se trata de un producto con un alto uso de tratamiento químico y que requiere aproximadamente de un consumo de 20.000 litros de agua para producir un kilogramo de producto.

 

El desafío que socialmente tenemos delante es cómo equilibrar los distintos principios que se incluyen en el desarrollo sostenible desde una perspectiva social, para poder concretarlo en la dimensión de sostenibilidad de las organizaciones.

 

Que las generaciones actuales tienen la obligación, frente a las generaciones futuras, de dejar suficientes recursos sociales, medioambientales y económicos para que puedan disfrutar al menos del mismo grado de bienestar alcanzado.

 

Y esta dimensión a lo largo del tiempo tiene también un muy importante reto si la extendemos en el espacio de las distintas zonas del planeta.

 

Si entramos con un  poco de detalle en lo que entendemos por el mundo de la moda podemos establecer que vestir a la moda puede definirse como dejar de utilizar vestidos que son perfectamente funcionales por una cuestión simbólica de adaptación respecto a unos determinados patrones.    

 

 

 

Está claro que este patrón de actuación genera un gran volumen de ropa descartada por la moda pero reutilizable y que por lo tanto desde un punto de vista de sostenibilidad debe ser mantenida en el circuito. Esto se produce normalmente mediante la expresión inglesa green waste que destina grandes volúmenes de vestidos hacia países donde serán reutilizados. Concretamente en Reino Unido existe la iniciativa Sustainable Clothing Action Plan (SCAP) que agrupa a los productores, autoridades públicas y el tercer sector para canalizar este tipo de productos. Este proceso de cambio acelerado de tendencias se ve incrementado por el fast fashion, que comporta que las cadenas de distribución de ropa cambien sus diseños expuestos en un período de pocas semanas en lugar de los tradicionales cambios estacionales o de temporada.

 

Esta aceleración produce un efecto de concentración en los proveedores para aprovechar las necesarias economías de escala y al mismo tiempo simplificar la cadena de proveedores de los productores y distribuidores.

 

Las grandes compañías tienden a concentrar sus esfuerzos sobre sus productos y mejoras en sus procesos de producción, pero sin poder introducir medidas como por ejemplo la promoción de proveedores locales por la restricción que les suponen sus grandes series de producción.

 

El reto de la sostenibilidad para las empresas de la moda y del textil tiene que incluir una perspectiva amplia que abarque desde prácticas agrícolas de cultivo, tipos de energía utilizada, incluyendo también pautas de consumo y hasta llegar a los principios básicos de la ecología.

 

Los sistemas ecológicos se extienden en el mundo más allá de los límites de cualquier compañía y por lo tanto es necesario expandir la visión hacia otras disciplinas que ayuden a una visión más sistémica de la sostenibilidad.

 

 

Jordi Morrós es profesor titular de la Universidad de Barcelona (UB) y coordinador del Máster en Responsabilidad Social Corporativa, Contabilidad y Auditoría Social