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Roberto Verino: con los pies en la tierra y el corazón en Verín

Iria P. Gestal

20 ene 2016 - 04:37

 

Gallego, realista y con visión de futuro. Estos son algunos de los adjetivos con los que, quienes lo conocen, definen a Roberto Mariño Fernández, más conocido como Roberto Verino. Sin formación en moda ni en gestión empresarial, Verino fue uno de los artífices del boom de la moda gallega en la década de los ochenta desde la pequeña localidad de Verín (Ourense), la ciudad donde nació y de la que tomó su marca.

 

Nacido en 1945, Verino vino al mundo en el seno de una familia que ya se dedicaba a la moda. Igual que otros creadores de su generación, como Adolfo Domínguez, se trasladó a París en su juventud, donde estudió Bellas Artes. A su vuelta, se incorporó al negocio familiar y creó su primera colección de vaqueros bajo la marca Marpy. Durante diez años, Verino asumió también la fabricación y distribución de la firma francesa Billy Bonny para el mercado español.

 

En los ochenta, coincidiendo con el esplendor de otras firmas gallegas como Florentino o Adolfo Domínguez, el diseñador puso en marcha su primera colección de moda femenina con el nombre de Roberto Verino.

 

“Es una persona íntegra, con un conocimiento profundo de su profesión, algo que muchos en Galicia no teníamos”, explica un empresario que compartió con él aquella época dorada de la moda gallega.

 

En 1983, sólo un año después de fundar la compañía, Verino subió la persiana de su primera tienda en París, que le sirvió de escaparate internacional. Después vinieron más establecimientos en todo el mundo hasta rozar los dos centenares de puntos de venta.

 

Durante la década de los noventa, la compañía se inició también en la comercialización de gafas, perfumes y accesorios, y lanzó sus líneas Roberto Verino Hombre y Verino Jeans. En 1996, la Xunta de Galicia le concedió la Medalla Castelao, la máxima distinción cultural que otorga la autonomía.

 

A punto de cambiar de siglo, el ourensano se unió a Jesús del Pozo, Antonio Pernas, Angel Schlesser y Modesto Lomba para crear la Asociación de Creadores de Moda de España (Acme).  Sin embargo, pese a ser protagonista de una de las épocas doradas del diseño gallego, destacan quienes le conocieron durante ese momento que “era un hombre con visión de futuro, pero con los pies siempre firmes en el presente”.  Lejos de encerrarse tras los muros de la creatividad, y pese a ser empresario por obligación, Verino condujo su negocio con visión empresarial. Ante el boom de la moda low cost y las cadenas de moda rápida, el gallego reconoció que “la oferta de las grandes cadenas es imprescindible”. “Siempre ha sido muy realista, ha evitado salir a la palestra y ha ido a lo suyo, haciéndose su camino”, apunta una fuente cercana.

 

En 2006, la llegada de la crisis, el descenso del consumo y, sobre todo, el crack de la distribución multimarca, de la que dependían muchos de los grandes nombres de la moda gallega nacida de los ochenta, llegó también a Roberto Verino. La facturación comenzó a encoger y la compañía se vio obligada a reestructurar su red de tiendas en todo el mundo. En 2014, las ventas de la empresa cayeron un 23%, hasta 35,6 millones de euros.

 

En los últimos años, el grupo contrajo su plantilla de 550 a 420 empleados, al tiempo que los puntos de venta pasaron de 180 a 150. Más ligera de equipaje, la compañía ha emprendido ahora un proceso de relanzamiento, y se ha marcado como objetivo cerrar 2015 habiendo reducido su deuda a cero.

 

Sin embargo, mientras otros grupos han tenido que bajar la persiana, la compañía ourensana ha logrado mantenerse a flote. “Ha creado una buena marca, pero no le tembló el pulso para cambiar aquellas estrategias o aquellas líneas que no le funcionaron”, apunta.