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Oscuridad para después renacer: cómo reacciona la moda a los tiempos de crisis

Dior triunfó con el New Look poco después de la Segunda Guerra Mundial, mientras que Hermès lanzó el bolso Kelly con material transparente tras los estallidos terroristas de los años ochenta.

Carmen Juárez

23 mar 2020 - 05:00

Oscuridad para después renacer: cómo reacciona la moda a los tiempos de crisis

 

 

Primero llega la depresión y después el mundo renace con alegría. Este es el ciclo natural de la economía después de las grandes guerras, un movimiento que se traduce también en la moda. Si muchos comparan la crisis sanitaria mundial del coronavirus con una guerra, ¿cómo será la moda de los próximos años? Relajación, practicidad o eliminación de los excesos son algunas de las tendencias detectadas por los analistas. ¿La diferencia con el pasado? Ahora las reglas no las marca el lujo, sino la gran distribución.

 

Conversión hacia la oscuridad. La primera reacción ante un periodo fuerte de inestabilidad, crisis o guerra suele ser una tendencia hacia la crudeza, la funcionalidad, la desaparición del adorno y la precaución. Sin embargo, inmediatamente después, el ser humano tiende a llevar la contraria a las circunstancias con un objetivo: volver a ser feliz. “Esto explica en gran parte el triunfo del New Look de Dior hacia la mitad de los años cuarenta”, explica el sociólogo, periodista y crítico de moda Pedro Mansilla. Según el experto, poco después del periodo de oscuridad, el país se “rehace”.

 

Una de las primeras crisis que transformó la manera de vestir fue la Revolución Francesa. Amalia Descalzo, profesora de Cultura y Moda de Isem, señala que “con ella se abolieron las normas sancionadoras en cuanto al vestir que se habían dado desde la antigüedad y cada ciudadano fue libre de vestirse según su gusto”.

 

“De aquello surgió un vestido femenino que fue realmente revolucionario, no sólo por interpretar en un vestido una de las proclamas de la Revolución Francesa como fue la libertad, sino también por tirar a la basura corsés y artilugios que ahuecaban las faldas”, añade Descalzo. El vestido que surgió entonces fue el llamado camisa, por parecerse en la simplicidad de las camisas interiores femeninas.

 

 

 

 

El final de la Primera Guerra Mundial supuso el pistoletazo de salida de unas décadas clave para la concepción del vestuario moderno. Las mujeres habían adoptado parte de los trabajos tradicionalmente masculinos durante la guerra, y su vestuario tras el conflicto también se masculinizó. Las siluetas ceñidas y encorsetadas se convirtieron en vestidos sin forma y de cintura baja. “Provocó un cambio tan radical en la moda que podemos hablar de ruptura o de un antes y un después”, explica Descalzo.

 

La urbanización de la población y el aumento del tiempo de ocio permitió también la irrupción de un nuevo fenómeno, la moda deportiva, que ya nunca abandonaría los armarios. La evolución de aquel estilo llegó tras el crack del 20, cuando se cambiaron las líneas rectas por modelos que resaltaban la figura humana, sin restringirla. En la década de los treinta, la moda huyó del horror de la guerra y la Gran Depresión con prendas elegantes y escapistas, se desarrolló la moda resort, pensada para viajes a climas más cálidos, y se expandió la moda deportiva con nuevos materiales más ligeros y funcionales.

 

 

 

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, París volvió a reivindicarse como la capital de la moda y los talleres que habían permanecido cerrados comenzaron, progresivamente, a activarse de nuevo. Con el fin del racionamiento de tejidos y ropa llegó la era de la ostentación de todo aquello que había estado limitado: tacones, guantes y faldas con mucho cuerpo.

 

Pero si el New Look de Dior fue el fenómeno que marcó la era en los talleres de París (con sus consecuentes réplicas en los grandes almacenes de América), en la calle lo que mandaba eran las medias.

 

En agosto de 1945, ocho días después de la rendición de Japón, Dupont anunció que comenzaría a producir de nuevo sus populares medias de nailon. Entre septiembre de 1945 y marzo de 1946, se produjeron en Estados Unidos los “disturbios del nailon”, y en Pittsburgh llegaron a concentrarse más de 40.000 mujeres para comprar los apenas 13.000 pares que había a la venta.

 

Otros conflictos menores y más cercanos en la historia como la guerra del Golfo o los ataques terroristas de los años ochenta, también tuvieron su respuesta en la moda. Tras el primero, la moda abrió las puertas a la austeridad y tras el segundo, Hermès lanzó un Kelly transparente para aliviar el control de acceso a los aeropuertos. “La correlación entre la sociedad y la moda es una de las reglas que siempre se cumple a rajatabla”, apunta Pedro Mansilla.

 

 

 

 

Tras la crisis actual del coronavirus, los expertos coinciden que la pauta de reacción a la situación social será la misma, “pero a más velocidad”. Las condiciones de la crisis actual son diferentes, “porque el mundo cuenta con un factor que antes no existía: la hipercomunicación”, según Mansilla, y ya no es la alta costura quien dicta las tendencias, sino los grandes grupos de distribución.

 

“Sólo Inditex tiene la capacidad de decidir qué se puede o no hacer, porque es capaz de llevar esa propuesta a más de 7.000 tiendas de forma simultánea en todo el mundo”, señala Mansilla. “La moda es ahora lo que dicen los terminales de los ordenadores de las grandes compañías”, agrega. “La gran distribución se alineará con el lujo ya que la vanguardia no se divide por poder adquisitivo, sino por valores compartidos”, explica Javier Plazas, analista de tendencias y consultor de moda. “En un mundo global, los riesgos y las oportunidades son globales”, concreta el experto.

 

Para Mansilla, además, esta crisis cuenta con un elemento “buena dentro del terror”: la no rotura de las estructuras productivas. “Es más fácil recuperar la producción después de un mes paralizada que después de un año, en el que también ha habido bombas”, señala Mansilla.

 

Para Silvia Ortega, consultora de moda y lujo, se experimentarán dos fases en la moda tras la crisis del coronavirus. En la primera, “buscaremos recuperar el tiempo perdido con nuestros seres queridos y lo social y experiencial estarán en nuestra lista de prioridades”. “En una segunda fase, a medida que pase el tiempo y se recupere la normalidad, la indumentaria irá cobrando relevancia y la moda recobrará su razón de ser como expresión y vía de disfrute del ser humano”, aclara Ortega.

 

“La tendencia de la relajación en el vestir se habrá consolidado, reforzada por el tiempo transcurrido confinados en los hogares, pero el deseo de un dressing up irá en ascenso a medida que transcurra el tiempo y mejore el contexto económico”, puntualiza la experta.

 

El oportunismo será uno de los reflejos que dejará en la moda la crisis del coronavirus. Mansilla explica que los grupos que se suben a la pasarela inventarán reflexiones que remitan a la situación de conflicto, donde el público podrá identificarse. En este caso, el experto no descarta que la próxima temporada se vean “mascarillas con el logo de Gucci o guantes de quirófano con el sello de Dior”.

 

 

 

 

Plazas se muestra de acuerdo con esta opinión. El experto afirma que desde el conflicto de Irak el mundo no ha dejado de estar en guerra, ya sea una guerra cibernética o bacteriológica. “La guerra contra el cambio climático, las protestas de los chalecos amarillos o los conflictos de Hong Kong son situaciones a las que la moda responde en tiempo real con símbolos como capucha o guantes”, explica.

 

“Tenemos las necesidades materiales cubiertas, pero no las afectivas, por lo que en un futuro próximo probablemente buscaremos marcas que nos aporten sensación de cobijo emocional y seguridad”, aventura Ortega. “Marcas con fuertes valores y compromiso por crear un mundo mejor, transparentes e íntegras y que durante esta situación estén poniendo sus recursos a disposición de la sociedad, como puede ser Inditex con la elaboración batas, Callaghan con mascarillas o LVMH, con la fabricación de gel sanitario en sus fábricas de perfumes”, añade la experta.

 

En ese sentido, Plazas también destaca que la moda tiene la responsabilidad de no banalizar los mensajes que se puedan malinterpretar, y sensibilizar con colecciones y mensajes. “Esta crisis llevará a evitar cualquier atisbo de ostentación y dado que el concepto de guerra ha cambiado, afectará de una forma diferente, hacia el minimalismo”, explica. “El enfoque que las marcas tenían ahora hacia la sostenibilidad pasará también a la idea de cuidar a las personas”, detalla Plazas.

 

“Es difícil hacer previsiones sobre lo que va a venir”, destaca Ana Balda, profesora de la Universidad de Navarra. “Seguramente se dejará de hablar de apocalipsis porque la gente tiene ganas de salir a la calle y concentrará sus fuerzas en salir adelante”, añade la experta.

“Sería interesante tener en cuenta el papel que ocupará la industria textil y su papel en la creación de tejidos inteligentes”, explica Descalzo. “La indumentaria militar siempre ha sido muy importante en la evolución del traje civil a lo largo de la historia, a ellos les debemos todos los tejidos inteligentes que disfruta la sociedad civil”, señala la experta. “Creo que a partir de aquí la industria textil y con ellos los creadores de moda estarán ocupados en incluir un vestuario realizado con tejidos inteligentes que nos libren de estos enemigos que no vemos como son los virus”, añade Descalzo.

 

 

 

 

El aumento del entorno digital y el mercado de la segunda mano son las dos principales tendencias que identifica Plaza que despuntarán tras la actual situación. La reventa de ropa terminará de imponerse entre los consumidores, “que tras el confinamiento se darán cuenta de la cantidad de ropa que no usan”, explica Plaza.

 

Para Plazas, Netflix e Instagram son ahora quienes dictan las tendencias, y el mundo está más conectado que nunca. De hecho, el experto apunta a que se aumentará la inversión en esports, ya que “ahora hay millones de personas en el planeta jugando diariamente”. “Son los únicos deportistas en activo, la audiencia está ahí y va a ir a más, y las marcas le seguirán”, concreta Plazas.

 

Existen otras tendencias que van a afectar al sector en general según Plazas, que van más allá del diseño. Una de ellas es el impacto en el ámbito de los recursos humanos a la hora de contratación de nuevos perfiles. El experto opina que los perfiles tecnológicos serán los más demandados para trabajar en entornos digitales tras el boom después de la crisis. También en este sentido, Plazas añade que aumentará la contratación de freelances, ya que es probable que se abra una ventana a la colaboración de empresas con profesionales.

 

La flexibilidad laboral también será una de las consecuencias tras la crisis del coronavirus, ya que esta situación ha dejado ver que no es necesario trabajar desde una oficina, aclara el experto. Plazas también asegura que el modelo de distribución también cambiará tras el confinamiento y generará nuevos conceptos de retail. “Aumentarán las pop ups y también se dará lugar a nuevos conceptos de tiendas experienciales para compensar el crecimiento del ecommerce y generar más experiencias en el punto de venta”.

 

Plazas también anticipa un aumento de las colaboraciones entre marcas al hilo de la humanización de la sociedad. “Es muy probable que esta sea una de las consecuencias como respuesta a todo lo que está sucediendo”, concluye Plazas.