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Mujeres, moda y política: de Cleopatra a Angela Merkel

Tribuna: Laura Cervi

15 oct 2015 - 04:39

Cuando se habla de moda y política se habla de mujeres. Las mujeres en la política, así como en muchos otros sectores, son constantemente observadas y juzgadas por cómo se visten, se peinan y se maquillan. Los hombres no. Y de hecho los políticos hombres tienden a vestirse casi todos de forma bastante similar y a nadie parece importarle demasiado, mientras para las mujeres todo cambia.

 

Aclarado esto, la historia de amor (y odio) entre moda y política es larga y apasionante. La moda es una manera de expresarse y, antes de todo,  una manera de distinguirse: los primeros que necesitaron distinguirse fueron justamente los jefes de las tribus, consecuentemente llamados reyes.

 

Los reyes, y sobre todo las reinas, y la aristocracia siempre han usado la indumentaria como instrumento para resaltar entre la masa, para destacar su rango social. Basta con pensar en dos iconos sin tiempo: Cleopatra, reina de Egipto, y María Antonieta de Austria.

 

La primera, más allá de ser (como sugiere la revista Time) la mujer más influente en cuanto a estilo de todos los tiempos (su raya de los ojos, que hoy definiríamos como smokey eyes, y  sus joyas en formas de serpientes, dibujada por la casa Bulgari para la famosa película con Liz Taylor, que todavía son un must-have te todas las fashionistas, entre otros, siguen marcando tendencia) fue quizás la primera política que usó la moda como instrumento para lograr el poder.

 

Célebre es su primer encuentro en Tarso con Marco Antonio, cuando montó un verdadero evento (hoy diríamos al puro estilo Lady Gaga)  presentándose escoltada por unos boys y disfrazada de diosa Isis para impresionar al comandante romano.

 

La segunda, perfectamente retratada en clave post moderna en la película de Sofia Coppola, si bien se recuerda como la primera fashion-victim, fue indudablemente la reina que más atención le prestó a la moda, entendiendo que, en vez de seguir los dictámenes tradicionales, podía ella misma guiar las tendencias ganando la atención y el respeto de la corte.

 

De alguna forma, de hecho, a ella se debe la transición del barroco al rococó, un período caracterizado por el espíritu exuberante y excesivo que invadió Versalles y París y que desde allí se exportó al resto de las cortes europeas.

 

Hoy día tenemos unas reinas y princesas 2.0 que han aprendido perfectamente de sus predecesoras y  juegan magistralmente con y a través de la moda.

 

La primera de la clase indudablemente es Rania de Jordania (según Harpers and Queens la reina más guapa del siglo): amante los diseñadores italianos, muy atenta a los detalles, en las ocasiones más informales lleva outfits sencillos, pero siempre enriquecidos por un collar, un cinturón y un bolso importante.

 

Sigue Kate Middleton. La princesa tiene un reto muy difícil, casi imposible, aguantar la comparación con otro icono de estilo sin tiempo, Lady Diana. Aun así la joven ha sabido construirse un estilo inconfundible y muy envidiado en Reino Unido y de Diana parece haber heredado el amor para un accesorio. Curiosamente se trata de la D-bag de Tod’s, el bolso favorito de Lady Di, llamado así en su honor después de su trágica muerte.

 

Bajando de la realeza estrictamente dicha, imposible no mencionar a las primeras damas, a veces mujer florero, a veces verdaderas políticas, pero siempre en el foco de la atención mediática. Una sobre todas, la única e inimitable Jackie Kennedy, que cambió la moda y probablemente toda una era (y nos dejó en herencia la mítica Jackie O de Gucci). Y en tiempos más recientes la moda  y la política (literalmente) se unieron en matrimonio: et voilá la première Dame, Carla Bruni.

 

Sin embargo, si las reinas y las primeras damas parecen haber entendido muy bien cómo usar la moda para construirse una identidad, o una verdadera imagen de marca, lo mismo no se puede decir de las políticas de profesión.

 

Es decir, parece que cuando las mujeres tienen un papel más bien de representación usan la moda, pero cuando se dedican activamente a la política no.

 

Desde los austeros modelos de la Lady de Hierro, pasando por el anti-estilo de Angela Merkel, definida por un comentarista la mujer peor vestida de la última era geológica, parece que las mujeres en política no hayan aprendido nada de las enseñanzas de Cleopatra.

 

¿Por qué? Hace unos (pocos) años en nuestro país, lo más comentado de una celebración de la Pascua militar fue el atuendo de la entonces ministra de Defensa Carme Chacón.

 

La invitación cursada por la Casa Real para acudir al acto establecía para los militares el Uniforme de Gala, modalidad A, y para los civiles el chaqué, en el caso de los caballeros, y el vestido largo en el caso de las señoras.

Y la entonces neo-ministra se estrenó en esta tradicional celebración  con un vestuario que (aparentemente) incumplía el requisito marcado por el protocolo,  luciendo un esmoquin de color negro con camisa blanca de Purificación García. El detalle causó tanto revuelo que el propio departamento de Defensa quiso dar explicaciones y aseguró que el ropaje de Chacón se ajustaba “perfectamente” a la etiqueta requerida, ya que se trataba de un esmoquin femenino que puede reemplazar al traje largo.

 

Cualquiera que sepa mínimamente de moda sabe que desde hace ya muchos años Armani nos ha liberado inventando el esmoquin femenino, capaz de sustituir perfectamente el traje largo.

 

Lo cual deja en evidencia no tanto la ignorancia de los comentaristas sobre lo que se puede o no se puede llevar, sino que han condenado la ministra por cuatro razones fundamentales: por ser joven, guapa, por estar embarazada ¡y encima llevando pantalones!

 

Esta anécdota muestra cómo en el Tercer milenio sigue persistiendo el prejuicio que una mujer capaz e inteligente no puede ser a la vez femenina, y por lo tanto que  las mujeres políticas todavía se enfrentan al mismo dilema de muchas mujeres trabajadoras: ¿presentarse profesionales o femeninas? Como si las dos cosas fueran incompatibles.

 

Y de aquí una especie de merkelización de la feminidad en la política, es decir una especie de vergüenza a mostrarse femeninas escondiéndose detrás de atuendos mortificadores o simplemente neutros, es decir poco, sino para nada originales.

 

Pero puede que una luz esperanzadora nos venga de una serie televisiva: House of Cards. Claire Underwood, la coprotagonista, es la primera dama perfecta, inteligente, guapa, capaz y con un estilo proprio moderno pero a la vez impecable.En estos días resulta imposible entender si este personaje está inspirado en  la (posible) futura candidata a la Casa Blanca, o viceversa. Hillary Clinton, de hecho, ha renovado su imagen y vestuario (su completo pantalón ya es icónico)  para transformarse en una Claire Underwood que no tiene miedo ni a mostrar su edad, ni a enseñar su feminidad.

 

El año que viene puede que Estados Unidos tenga la primera presidenta mujer, ojalá la primera presidenta, más allá de lo que pueda hacer a nivel político, pueda ayudarnos a liberarnos definitivamente de este anacrónico dilema entre profesionalidad y apariencia femenina.

Laura Cervi es Doctora por la Università di Pavia y profesora de periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona