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Mercería Santa Ana, ochenta años hilando fino en el corazón de Barcelona

Iria P. Gestal

8 jul 2016 - 04:37

Mercería Santa Ana, ochenta años hilando fino en el corazón de Barcelona

 

En la oficina de Mercería Santa Ana, en la primera planta del número 26 de Portal de l’Àngel, Max Pascua, jefe administrativo del negocio, atiende por correo electrónico a una clienta. “Nos pide una blonda que necesita con urgencia; ha enviado una fotografía pero no la tenemos, así que le responderé que, si bien podemos conseguírsela, no podemos precisarle cuál será el plazo de entrega”. El presente y el pasado colapsan en este local congelado en el tiempo en la calle más cotizada de España.

 

En la época del usar y tirar, es una de las pocas mercerías históricas que sobrevive en Barcelona, en un edificio en propiedad por el que se pelean todos los gigantes del retail. Su impulsor fue Fabra i Coats, una de las mayores compañías de hilaturas en la emergente industria textil catalana del siglo XIX.

 

En 1935, el grupo decidió comprar un local en Portal de l’Àngel e instalar allí una tienda. Al frente del establecimiento, la compañía situó a un jovencísimo Marcelo Carcasona Esteve que, al poco tiempo, terminó por hacerse cargo del local. La tienda, ya con el nombre de Santa Ana, sobrevivió en el corazón de una Barcelona en guerra, y poco a poco el negocio comenzó a crecer. Cuando los otros inquilinos del edificio (entre ellos una escuela de corte y confección) abandonaron el inmueble, Santa Ana se expandió al resto de plantas, donde hoy almacena más de 50.000 referencias, sin contar las variantes de color.

 

 

 

 

Cuando llegó el momento del relevo generacional, Carcasona envió a su hijo a trabajar para la competencia.“No por espionaje, sino porque sabía que aquí siempre sería el hijo del jefe”, dice Pascua. Hoy es la tercera generación, representada por Marcelo y Francisco, la que continúa al frente del negocio, lidiando con la posibilidad de dejar Portal de l’Àngel algún día. “Sería absurdo no aceptar una buena oferta pero, hasta ahora, no ha habido nada en firme”, dice Pascua.

 

Cuando ya no se enseña costura en los colegios y arreglar la ropa suena a ciencia ficción porque las prendas cuestan menos de veinte euros, ¿de qué vive una mercería? “Hay dos tipos de clientes: por reparación, que aumenta en tiempos de crisis, y por hobby, más propio de las épocas de bonanza”, dice Max Pascua, jefe administrativo de Santa Ana. “La gente mayor compra cosas más complicadas; los jóvenes compran por impacto”, añade. La mercería combina la venta al por menor con el negocio mayorista, con el que sirve a 2.000 mercerías de toda España.

 

Con todo, la clave es, dice Pascua, “tener un poquito de todo; nuestra voluntad es y siempre ha sido dar un servicio a la ciudad”.