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Lutz Walter (Euratex): “Está por ver si se podrá volver a fabricar en Europa a gran escala”

Iria P. Gestal

25 feb 2016 - 04:40

Lutz Walter es responsable de I+D en Euratex y el secretario general de la Plataforma europea de tecnología para el futuro de los textiles y la confección. El experto está estos días en Barcelona con motivo de la feria Bstim, donde ha impartido la conferencia Tendencias globales que impulsan la industria textil-confección europea, invitado por el centro tecnológico Fitex. Alemán afincado en Bruselas, Walter ha trabajado para la patronal europea del textil durante casi dos décadas, donde ha vivido en primera línea primero la deslocalización de la confección a los países del Sudeste Asiático y, ahora, los primeros síntomas de una recuperación del tejido industrial europeo. Es realista y asegura que, por el momento, la relocalización se produce sólo a pequeña escala, pero afirma que para los consumidores, es cada vez más importante qué país figura en la etiqueta de made in.

 


Pregunta: ¿Es la relocalización en Europa una realidad? Euratex

Respuesta: Es una pregunta que se escucha cada vez más a menudo, definitivamente sí hay un mayor interés en la relocalización. Creo que estamos al final de la ola de llevar la producción al sitito más barato posible: todos los que querían irse se han ido ya. Por otro lado, hay empresas que ya han explorado estos polos de producción low cost, y han visto los aspectos positivos y negativos y están comenzando a replanteárselo.

 

P.: Pero no todos vuelven…

R.: Hay algunos que llegan a la conclusión de que, con la presión actual sobre los márgenes, no hay otra solución que seguir produciendo allí. Otros piensan que, aunque en principio, les gustaría, no pueden encontrar la misma capacidad productiva en Europa, lo cual no es sorprendente porque toda fue destruida precisamente cuando las empresas se marcharon a Asia.

 

P.: Entonces, ¿quién está apostando por producir de nuevo en Europa?

R.: En gran medida, son diseñadores y marcas más pequeñas, aunque también algunas marcas relativamente grandes, si bien no a gran escala por el momento. Algunas compañías deciden intentar producir aquí y descubren que todavía queda tejido industrial en Europa. Son sobre todo nuevas generaciones que a menudo nunca han visto una fábrica textil por dentro, piensan que sólo se fabrica en China. Los operadores más grandes normalmente prueban con pequeñas colecciones. Todavía está por ver si esa producción puede ser escalable.

 

P.: Desde el punto de vista del negocio, ¿es viable volver a producir en Europa?

R.: A pequeña escala sí funciona porque, aunque tienes un mayor coste de producción, ganas en rapidez, competencia, calidad, flexibilidad… Y si estas nuevas marcas que están apostando por producir aquí se posicionan en este sentido, el modelo de negocio puede soportar los costes. Además, el coste de una prenda sólo es un pequeño coste de la producción. Si fabricas aquí puedes eliminar por otro lado muchos costes que supone fabricar fuera y los riesgos que supone hacer los pedidos con doce meses de antelación.

 

P.: ¿Qué tipo de productos se están volviendo a producir en Europa?

R.: Los más vinculados a tendencias cortas. Este es un fenómeno que se ha acelerado muchísimo con las redes sociales: quizás una foto se vuelve viral en Instagram y, de repente, un millón de personas quiere llevar algo igual. Eso no lo puedes hacer en China porque doce meses después, cuando te llega el pedido, nadie se acuerda ya de esa tendencia.

 

 

 

 

P.: ¿Cuáles son los hándicaps de fabricar en Europa, al margen del precio?

R.: El problema es la dificultad de escalar la producción. En gran medida, por la falta de empleados cualificados. Es un trabajo difícil, a veces aburrido, pero también muy técnico y que necesita experiencia. Pero la gente que perdió sus empleos en los últimos diez, quince, veinte años, ahora están jubilados. Y las nuevas generaciones tampoco están, porque nadie en su sano juicio estudió textil.  Ahora, se están encontrando con la misma situación en China: la gente que trabajaba en las fábricas textiles ahora quiere ir a las compañías electrónicas: es el mismo trabajo, se trata de manipular piezas pequeñas, pero están mejor pagados así que se van. La industria debe plantearse si puede pagar más a sus empleados y si puede hacer el trabajo más interesante.

 

P.: ¿Para el consumidor es importante el ‘made in’?

R.: Está ganando cada vez más importancia. En China, por ejemplo, hay un estudio que explica que los ciudadanos de Hong Kong se van a China a comprar productos falsificados, mientras los chinos van a Hong Kong a comprar los auténticos, y para ellos es muy importante que tengan una etiqueta que ponga made in Italy o made in France; porque si pone made in China, no es auténtico.

 

P.: ¿Qué países están liderando la relocalización?

R.: La palabra relocalización se escucha más a menudo en los países donde la industria textil ha desparecido completamente, porque para ellos es una industria que nace de nuevo. Esto ocurre en Reino Unido, Estados Unidos, Escandinavia. También ocurre en países mediterráneos, aunque ahí la industria nunca se fue del todo y la situación es diferente: no hay nuevas empresas, pero las compañías que han sobrevivido a la crisis, que han luchado durante años por sobrevivir, vieron como sus competidores desaparecían y ahora que el negocio vuelve están solos, y eso también es bueno.

 

 

 

P.: ¿Y en el caso concreto de España?

R.: Creo que tiene muchas posibilidades porque ya tiene gran parte de la estructura y eso es mucho más fácil que crear una industria desde cero. Además, lo que nunca hemos perdido en Europa es el lado creativo, eso es algo que el Lejano Oriente nunca ha logrado quitarnos. Y la industria de la moda la mueve la creatividad. Así que tiene todo el sentido que, si tenemos aquí la creatividad, tengan la oportunidad de fabricarlo también aquí directamente.

 

P.: ¿El aumento de la conciencia de las empresas en materia de sostenibilidad está impulsando la relocalización?

R.: La sostenibilidad tiene un papel cada vez más importante para las compañías. Antes, la gente pensaba que las empresas querían engañar al consumidor, que lo que hacían era green washin. Pero la realidad es diferente: en realidad, las compañías no podían saber qué es más sostenible o menos, porque no había índices o herramientas para medirlo, que ahora sí existen. Antes, tenían el riesgo de apostar por la sostenibilidad y que luego viniera una ONG y dijera: “no, esto no es para nada sostenible”. Ahora sí hay unos parámetros para medirlo y las empresas ya no sólo quieren ser sostenibles, sino que pueden serlo, y esto está muy vinculado con volver a fabricar en Europa.