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Jason Kibbey (SAC): “Por primera vez en 300 años la moda deja de pensar en cómo reducir costes”

Kibbey está al frente de la Sustainable Apparel Coalition (SAC) el mayor lobby mundial de la moda eco. La SAC desarrolla el Índice Higg, que permite medir cuán sostenibles son las prendas.

Silvia Riera

10 abr 2018 - 04:40

Jason Kibbey (SAC): “Por primera vez en 300 años la moda deja de pensar en cómo reducir costes”

 

 

Jason Kibbey lidera el mayor lobby mundial de la moda eco, la Sustainable Apparel Coalition. Kibbey pilota un proyecto que en 2008 fue considerado una utopía: una herramienta, el Índice Higg, para medir cuán sostenibles son las prendas, ya sean las de un referente de la moda eco, como Patagonia, o las de un gigante como Walmart. De hecho, estos son los pilares de la SAC. Poco después se sumó Nike. Kibbey calcula que en 2020 la herramienta estará completa. El directivo, que en su día emprendió en moda sostenible, corrobora que el cambio vendrá desde los titanes del sector porque saben que no hay suficiente materia prima en el planeta y porque tienen “poder de mercado”, es decir, influencia y capacidad para revertir el sistema.

 

Pregunta: La moda es la segunda industria más contaminante del planeta… 

Respuesta: Esta información, que hace tiempo que circula, no se basa en datos muy precisos, pero aun así, el caso es que sí, esta es una industria muy contaminante. Existen algunos datos que corroboran su elevada contaminación, como que el 10% de las emisiones de CO2 en el planeta las realiza la industria de la moda, por ejemplo.

P.: ¿Dónde está el mayor reto para que sea menos contaminante? 

R.: Está en el cambio de mentalidad. La industria de la moda lleva 300 años pensando en cómo fabricar con menos costes. Pero ahora, por primera vez, el foco ha cambiado y ha tomado una nueva dimensión, en la que también se tienen en cuenta cuestiones sociales y del medioambiente. Y es aquí dónde está el mayor reto, en saber cambiar la manera de pensar.

 


 

 

P.: En una industria que mira el margen, ¿se puede garantizar que la sostenibilidad no repercutirá en los precios? 

R.: No tiene por qué ser así. Estamos viendo ya cómo la industria del denim está invirtiendo en tecnología para ser sostenible y aun así mantiene precios. Incluso es más competitiva de lo que era. Puede verse ya nueva tecnología sostenible y otras mejoras en todos los segmentos del mercado. A veces es más difícil cambiar la mentalidad que asumir el coste que pueda suponer.

 

P.: ¿Es el propio sistema del fast fashion el que debe cambiar? 

R.: Creo que todo el sistema de producir prendas debe cambiar, no sólo el fast fashion, porque si una fábrica trabaja para una de las marcas de moda rápida seguramente producirá también para otros retailers con modelos de negocio tradicionales. Así que, al final, el ciclo es el mismo. Todo el sistema es insostenible en su conjunto. Y no veo tampoco que el mercado esté demandando que todo sea lujo, de alto valor o de gran calidad en vez de fast fashion. Necesitamos buscar maneras que realmente cambien el sistema en cada uno de sus procesos.

 

P.: ¿Es realmente posible? 

R.: Claro que sí. A día de hoy ya estamos viendo muchos cambios. Empezamos con el Índice Higg hace sólo seis años y, entonces, quizás eran quince las empresas que tenían programas específicos en sostenibilidad, mientras que hoy todos los retailers los tienen.

 

 

 


P.: ¿La industria de la moda será completamente nueva en unos años? 

R.: Veremos cambios significativos: habrá mucha más transparencia y se querrá más información respecto a cómo está fabricado un producto, en qué condiciones laborales y con qué impacto medioambiental. Si se pueden hacer cambios que sean escalables, en veinte o 25 años veremos realmente que las cosas han cambiado. Y pienso que lo conseguiremos. Sólo hace falta ver la inversión que se ha dedicado en los últimos tres años para evidenciar que las cosas serán diferentes y que todo se está moviendo con rapidez. Nunca hubo tantos actores invirtiendo como ahora. Y harán que ocurra.

 

P.: Es una industria que tiene muchos actores y está muy globalizada, ¿quizá es el modelo lo que falla? 

R.: Creo que ahora todas las grandes empresas han reconocido que deben trabajar de manera sostenible, sobre todo aquellas que mueven grandes volúmenes, como Inditex, H&M o incluso algunas del lujo. Saben que no pueden tener para siempre la materia prima con la que confeccionar sus prendas y deben asumir que necesitan encontrar nuevas maneras de producir utilizando los recursos de manera más eficiente. Además de buscar la manera de reciclarlo, para que este sistema no sea el de hacer prendas para luego tirarlas a la basura.

 

P.: ¿Deben ser los grandes grupos de la moda los que lideren el cambio? 

R.: Antes de estar en la SAC, empecé en una pequeña empresa de moda que hacía prendas sostenibles. Me di cuenta de que las empresas pequeñas ya bastante tienen con preocuparse de cómo mantenerse en el negocio, cómo ganar dinero y cómo sobrevivir. Y si, además de esto, se añade una voluntad por querer hacerlo sostenible… Es realmente difícil para una empresa pequeña ser sostenible porque este es un mercado realmente duro. En cambio, las empresas grandes tienen suficientes recursos para invertir en ello y aquí es donde está la diferencia. Tienen también el poder del mercado.

 

 

 


P.: ¿Qué es el poder del mercado? 

R.: Cuando buscaba proveedores para mi marca, por ejemplo, y les pedía tejido sostenible me decían “claro, quizás, ya lo estudiaremos, lo preguntaremos, deberías mirar más fabricantes”. Me di cuenta de que siendo pequeño no tenía suficiente influencia para hacer cambiar el curso de las cosas. No es lo mismo que, de repente, alguien quiera fabricar de manera diferente millones de metros de tejido. Así que son las grandes las que realmente tienen la influencia y los recursos para invertir. En cambio, en la innovación, cuando se busca una nueva manera de usar un material sostenible o algún nuevo modelo de prenda, sí le es más fácil a una empresa más pequeña y flexible que a una grande.

 

P.: ¿Ha cambiado también el concepto de sostenibilidad? 

R.: Cuando empecé con mi empresa, por ejemplo, hace ya diez años, ser sostenible significaba escoger un buen tejido. Si utilizabas algodón orgánico, por ejemplo, ya eras sostenible. Pero nos percatamos de que, si observábamos todos los impactos, el del tejido era sólo uno. Y debíamos mirarlos todos, desde las condiciones de los trabajadores, el transporte hasta educar al consumidor sobre sus decisiones de compra. Son muchas dimensiones y hay que tener una perspectiva holística. Otra de las cosas que antes eran habituales era hacer una colección sostenible, con un tejido sostenible. Pero esto ya no es suficiente.

 

P.: ¿El cambio vendrá de la economía circular? 

R.: Es una de las dimensiones, pero aún tenemos que hacer muchas cosas antes de ser circulares. Antes debemos asegurarnos de que la producción se realiza en unas condiciones laborales dignas y seguras para los trabajadores o que el agua que se utiliza en el tintado salga limpia de la fábrica. Son cuestiones que van más allá del sistema circular y que aún tenemos que solventar porque son críticas y dañan al planeta.

 

 

 


P.: ¿Las marcas deben pensar productos de manera diferente para ser sostenibles? 

R.: Absolutamente. Tenemos unos doce diseñadores que tratan de comprender las decisiones de diseño y el impacto que tienen en la sostenibilidad. El diseño es importantísimo porque cualquier tipo de material que se escoja determinará la energía que será necesaria para fabricar aquel producto y para su posterior reutilización. Y creo que podrían diseñarse artículos sencillos de producir y que además pudieran reciclarse. Si un producto, por ejemplo, tiene como único fin la basura, no es un producto sostenible. Así que es muy importante empezar por esta fase de diseño, educar a los diseñadores y darles herramientas para tomar mejores decisiones.

 

P.: ¿Las escuelas de diseño están formando ya a diseñadores bajo estas premisas? 

R.: En la mayoría de las escuelas están tomándose todo esto muy en serio y muchas de ellas ya han empezado a formar diseñadores de otro modo para que piensen en cómo crear de otra manera. Ya hay una nueva generación de estudiantes preocupados por las consecuencias que tendrán sus decisiones.

 

P.: ¿Hay que educar al consumidor? 

R.: Ya hay consumidores que demandan productos sostenibles, pero no son la mayoría. No debemos depender de aquellos consumidores que están dispuestos a gastar más dinero por productos sostenibles y no podemos esperar a que haya un cambio de rumbo en el mercado. Lo único que podemos hacer es dar más información para que los consumidores empiecen a pensar en ello de manera diferente. La industria se ha pasado años educando a los consumidores para comprar según les sienta, según se ven, según el tacto o según lo que representa la marca y, en los últimos años, la industria los ha educado por el precio. Y ahora podría ser el momento de educarlos en sostenibilidad. Pero sólo podremos atraerlos hacia la sostenibilidad si se les habla en los mismos términos que cuando se les decía que la moda les iba a sentar bien.

 

 

 

 

P.: ¿El greenwashing debería penalizarse? 

R.: Por supuesto que sí. Necesitamos por ello que haya más mecanismos de transparencia para que las empresas que están ejecutando prácticas realmente sostenibles sean reconocidas y pongan en evidencia a las demás y quede en manos de los consumidores la decisión de confiar y apoyar a unas u otras.

 

P.: ¿De qué manera cambiarán las relaciones entre las marcas y los proveedores? 

R.: Ya hemos empezado a ver fabricantes con capacidad para hacer las cosas de manera diferente. Al final, los grandes retailers serán los que escogerán los socios con los que quieran trabajar. Porque empieza a ser habitual que el que es sostenible también es el más tecnológico, el que tiene más talento, el más eficiente, el que realiza mejor las entregas, con menos errores. Acostumbra a ir todo en un mismo pack. ¿Puede imaginarse un mundo en el que las marcas fueran a escoger los mejores proveedores y no a los más baratos? Bien, pues está empezando a ocurrir. A partir de ahora, serán los fabricantes que realicen inversiones significativas en sostenibilidad los que realmente serán competitivos.

 

P.: En el pasado, había un muro entre marcas y proveedores. ¿Esto cambia ahora? 

R.: Es un reto. La integración será cada vez mayor y es necesaria para diseñar productos más sostenibles. El cambio se producirá cuando marcas y proveedores desarrollen alianzas conjuntas y creen en una relación de igual a igual para buscar soluciones en sostenibilidad. Ahora, en la SAC tenemos ya más proveedores asociados que marcas, por ejemplo. También es cierto que son los de mayor tamaño, pero vuelve a coincidir que son los que tienen capacidad para encarar la inversión y aliarse con las marcas. Si se es pequeño y apenas se tiene capacidad es muy complicado salir de la insostenibilidad.

 

 

 

 

P.: ¿La clave está en la tecnología? 

R.: Ya estamos viendo tecnología que está cambiando la manera de hacer los productos. El denim, por ejemplo, es mucho más sostenible hoy que hace diez años. Y a medida que los fabricantes vayan incorporando esta nueva tecnología harán que su producción sea no sólo más sostenible, sino también más eficiente, porque gastará menos agua, menos energía y, en definitiva, los costes serán menores. En el denim, por ejemplo, ha habido una rápida transición desde el sandblasting y ha sido un éxito para la eficiencia, pero también para los trabajadores que lo sufrían, por ejemplo.

 

P.: ¿Cuál es la pregunta más frecuente que le hacen los empresarios y directivos de las grandes empresas? 

R.: Como sabe, esta es una industria muy competitiva, así que la gran pregunta que siempre me hacen es cómo lo estoy haciendo en comparación con mis competidores. Quieren entender si, en relación con los demás, ellos lo están haciendo mejor o peor en las áreas referentes a la sostenibilidad. Los responsables de sostenibilidad de las empresas deberían ser capaces de hablar de sostenibilidad de manera que lo entiendan sus consejeros delegados. Porque, en la mayoría de los casos, lo único que ven los consejeros delegados es lo que hace la competencia y siempre creen que en su empresa se hace menos.

Jason Kibbey lidera el mayor lobby mundial de la moda eco, la Sustainable Apparel Coalition. Kibbey pilota un proyecto que en 2008 fue considerado una utopía: una herramienta, el Índice Higg, para medir cuán sostenibles son las prendas, ya sean las de un referente de la moda eco, como Patagonia, o las de un gigante como Walmart. De hecho, estos son los pilares de la SAC. Poco después se sumó Nike. Kibbey calcula que en 2020 la herramienta estará completa. El directivo, que en su día emprendió en moda sostenible, corrobora que el cambio vendrá desde los titanes del sector porque saben que no hay suficiente materia prima en el planeta y porque tienen “poder de mercado”, es decir, influencia y capacidad para revertir el sistema.

Pregunta: La moda es la segunda industria más contaminante del planeta… 

Respuesta: Esta información, que hace tiempo que circula, no se basa en datos muy precisos, pero aun así, el caso es que sí, esta es una industria muy contaminante. Existen algunos datos que corroboran su elevada contaminación, como que el 10% de las emisiones de CO2 en el planeta las realiza la industria de la moda, por ejemplo.

P.: ¿Dónde está el mayor reto para que sea menos contaminante? 

R.: Está en el cambio de mentalidad. La industria de la moda lleva 300 años pensando en cómo fabricar con menos costes. Pero ahora, por primera vez, el foco ha cambiado y ha tomado una nueva dimensión, en la que también se tienen en cuenta cuestiones sociales y del medioambiente. Y es aquí dónde está el mayor reto, en saber cambiar la manera de pensar.

 

“No debemos depender de aquellos consumidores que están dispuestos a pagar más por productos sostenibles”

 

P.: En una industria que mira el margen, ¿se puede garantizar que la sostenibilidad no repercutirá en los precios? 

R.: No tiene por qué ser así. Estamos viendo ya cómo la industria del denim está invirtiendo en tecnología para ser sostenible y aun así mantiene precios. Incluso es más competitiva de lo que era. Puede verse ya nueva tecnología sostenible y otras mejoras en todos los segmentos del mercado. A veces es más difícil cambiar la mentalidad que asumir el coste que pueda suponer.

 

P.: ¿Es el propio sistema del fast fashion el que debe cambiar? 

R.: Creo que todo el sistema de producir prendas debe cambiar, no sólo el fast fashion, porque si una fábrica trabaja para una de las marcas de moda rápida seguramente producirá también para otros retailers con modelos de negocio tradicionales. Así que, al final, el ciclo es el mismo. Todo el sistema es insostenible en su conjunto. Y no veo tampoco que el mercado esté demandando que todo sea lujo, de alto valor o de gran calidad en vez de fast fashion. Necesitamos buscar maneras que realmente cambien el sistema en cada uno de sus procesos.

 

P.: ¿Es realmente posible? 

R.: Claro que sí. A día de hoy ya estamos viendo muchos cambios. Empezamos con el Índice Higg hace sólo seis años y, entonces, quizás eran quince las empresas que tenían programas específicos en sostenibilidad, mientras que hoy todos los retailers los tienen.

 

 

“Si se pueden hacer cambios que sean escalables, en veinte o 25 años veremos realmente que las cosas han cambiado”

 

 

P.: ¿La industria de la moda será completamente nueva en unos años? 

R.: Veremos cambios significativos: habrá mucha más transparencia y se querrá más información respecto a cómo está fabricado un producto, en qué condiciones laborales y con qué impacto medioambiental. Si se pueden hacer cambios que sean escalables, en veinte o 25 años veremos realmente que las cosas han cambiado. Y pienso que lo conseguiremos. Sólo hace falta ver la inversión que se ha dedicado en los últimos tres años para evidenciar que las cosas serán diferentes y que todo se está moviendo con rapidez. Nunca hubo tantos actores invirtiendo como ahora. Y harán que ocurra.

 

P.: Es una industria que tiene muchos actores y está muy globalizada, ¿quizá es el modelo lo que falla? 

R.: Creo que ahora todas las grandes empresas han reconocido que deben trabajar de manera sostenible, sobre todo aquellas que mueven grandes volúmenes, como Inditex, H&M o incluso algunas del lujo. Saben que no pueden tener para siempre la materia prima con la que confeccionar sus prendas y deben asumir que necesitan encontrar nuevas maneras de producir utilizando los recursos de manera más eficiente. Además de buscar la manera de reciclarlo, para que este sistema no sea el de hacer prendas para luego tirarlas a la basura.

 

P.: ¿Deben ser los grandes grupos de la moda los que lideren el cambio? 

R.: Antes de estar en la SAC, empecé en una pequeña empresa de moda que hacía prendas sostenibles. Me di cuenta de que las empresas pequeñas ya bastante tienen con preocuparse de cómo mantenerse en el negocio, cómo ganar dinero y cómo sobrevivir. Y si, además de esto, se añade una voluntad por querer hacerlo sostenible…
Es realmente difícil para una empresa pequeña ser sostenible porque este es un mercado realmente duro.
En cambio, las empresas grandes tienen suficientes recursos para invertir en ello y aquí es donde está la diferencia. Tienen también el poder del mercado.

 

 

“El fabricante sostenible es ya el más tecnológico y eficiente”

 

 

P.: ¿Qué es el poder del mercado? 

R.: Cuando buscaba proveedores para mi marca, por ejemplo, y les pedía tejido sostenible me decían “claro, quizás, ya lo estudiaremos, lo preguntaremos, deberías mirar más fabricantes”. Me di cuenta de que siendo pequeño no tenía suficiente influencia para hacer cambiar el curso de las cosas. No es lo mismo que, de repente, alguien quiera fabricar de manera diferente millones de metros de tejido. Así que son las grandes las que realmente tienen la influencia y los recursos para invertir. En cambio, en la innovación, cuando se busca una nueva manera de usar un material sostenible o algún nuevo modelo de prenda, sí le es más fácil a una empresa más pequeña y flexible que a una grande.

 

P.: ¿Ha cambiado también el concepto de sostenibilidad? 

R.: Cuando empecé con mi empresa, por ejemplo, hace ya diez años, ser sostenible significaba escoger un buen tejido. Si utilizabas algodón orgánico, por ejemplo, ya eras sostenible. Pero nos percatamos de que, si observábamos todos los impactos, el del tejido era sólo uno. Y debíamos mirarlos todos, desde las condiciones de los trabajadores, el transporte hasta educar al consumidor sobre sus decisiones de compra. Son muchas dimensiones y hay que tener una perspectiva holística. Otra de las cosas que antes eran habituales era hacer una colección sostenible, con un tejido sostenible. Pero esto ya no es suficiente.

 

P.: ¿El cambio vendrá de la economía circular?

R.: Es una de las dimensiones, pero aún tenemos que hacer muchas cosas antes de ser circulares. Antes debemos asegurarnos de que la producción se realiza en unas condiciones laborales dignas y seguras para los trabajadores o que el agua que se utiliza en el tintado salga limpia de la fábrica. Son cuestiones que van más allá del sistema circular y que aún tenemos que solventar porque son críticas y dañan al planeta.

 

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P.: ¿Las marcas deben pensar productos de manera diferente para ser sostenibles?

R.: Absolutamente. Tenemos unos doce diseñadores que tratan de comprender las decisiones de diseño y el impacto que tienen en la sostenibilidad. El diseño es importantísimo porque cualquier tipo de material que se escoja determinará la energía que será necesaria para fabricar aquel producto y para su posterior reutilización. Y creo que podrían diseñarse artículos sencillos de producir y que además pudieran reciclarse. Si un producto, por ejemplo, tiene como único fin la basura, no es un producto sostenible. Así que es muy importante empezar por esta fase de diseño, educar a los diseñadores y darles herramientas para tomar mejores decisiones.

 

P.: ¿Las escuelas de diseño están formando ya a diseñadores bajo estas premisas?

R.: En la mayoría de las escuelas están tomándose todo esto muy en serio y muchas de ellas ya han empezado a formar diseñadores de otro modo para que piensen en cómo crear de otra manera. Ya hay una nueva generación de estudiantes preocupados por las consecuencias que tendrán sus decisiones.

 

P.: ¿Hay que educar al consumidor?

R.: Ya hay consumidores que demandan productos sostenibles, pero no son la mayoría. No debemos depender de aquellos consumidores que están dispuestos a gastar más dinero por productos sostenibles y no podemos esperar a que haya un cambio de rumbo en el mercado. Lo único que podemos hacer es dar más información para que los consumidores empiecen a pensar en ello de manera diferente. La industria se ha pasado años educando a los consumidores para comprar según les sienta, según se ven, según el tacto o según lo que representa la marca y, en los últimos años, la industria los ha educado por el precio. Y ahora podría ser el momento de educarlos en sostenibilidad. Pero sólo podremos atraerlos hacia la sostenibilidad si se les habla en los mismos términos que cuando se les decía que la moda les iba a sentar bien.

 

 

“Si un producto tiene como único fin la basura, no es un producto sostenible, Así que es muy importante empezar por esta fase de diseño”

 

 

P.: ¿El greenwashing debería penalizarse?

R.: Por supuesto que sí. Necesitamos por ello que haya más mecanismos de transparencia para que las empresas que están ejecutando prácticas realmente sostenibles sean reconocidas y pongan en evidencia a las demás y quede en manos de los consumidores la decisión de confiar
y apoyar a unas u otras.

 

P.: ¿De qué manera cambiarán las relaciones entre las marcas y los proveedores?

R.: Ya hemos empezado a ver fabricantes con capacidad para hacer las cosas de manera diferente. Al final, los grandes retailers serán los que escogerán los socios con los que quieran trabajar. Porque empieza a ser habitual que el que es sostenible también es el más tecnológico, el que tiene más talento, el más eficiente, el que realiza mejor las entregas, con menos errores. Acostumbra a ir todo en un mismo pack. ¿Puede imaginarse un mundo en el que las marcas fueran a escoger los mejores proveedores y no a los más baratos? Bien, pues está empezando a ocurrir. A partir de ahora, serán los fabricantes que realicen inversiones significativas en sostenibilidad los que realmente serán competitivos.

 

P.: En el pasado, había un muro entre marcas y proveedores. ¿Esto cambia ahora?

R.: Es un reto. La integración será cada vez mayor y es necesaria para diseñar productos más sostenibles. El cambio se producirá cuando marcas y proveedores desarrollen alianzas conjuntas y creen en una relación de igual a igual para buscar soluciones en sostenibilidad. Ahora, en la SAC tenemos ya más proveedores asociados que marcas, por ejemplo. También es cierto que son los de mayor tamaño, pero vuelve a coincidir que son los que tienen capacidad para encarar la inversión y aliarse con las marcas. Si se es pequeño y apenas se tiene capacidad es muy complicado salir de la insostenibilidad.

 

FOTO COLLAG

 

P.: ¿La clave está en la tecnología?

R.: Ya estamos viendo tecnología que está cambiando la manera de hacer los productos. El denim, por ejemplo, es mucho más sostenible hoy que hace diez años. Y a medida que los fabricantes vayan incorporando esta nueva tecnología harán que su producción sea no sólo más sostenible, sino también más eficiente, porque gastará menos agua, menos energía y, en definitiva, los costes serán menores. En el denim, por ejemplo, ha habido una rápida transición desde el sandblasting y ha sido un éxito para la eficiencia, pero también para los trabajadores que lo sufrían, por ejemplo.

 

P.: ¿Cuál es la pregunta más frecuente que le hacen los empresarios y directivos de las grandes empresas?

R.: Como sabe, esta es una industria muy competitiva, así que la gran pregunta que siempre me hacen es cómo lo estoy haciendo en comparación con mis competidores. Quieren entender si, en relación con los demás, ellos lo están haciendo mejor o peor en las áreas referentes a la sostenibilidad. Los responsables de sostenibilidad de las empresas deberían ser capaces de hablar de sostenibilidad de manera que lo entiendan sus consejeros delegados. Porque, en la mayoría de los casos, lo único que ven los consejeros delegados es lo que hace la competencia y siempre creen que en su empresa se hace menos.Jason Kibbey lidera el mayor lobby mundial de la moda eco, la Sustainable Apparel Coalition. Kibbey pilota un proyecto que en 2008 fue considerado una utopía: una herramienta, el Índice Higg, para medir cuán sostenibles son las prendas, ya sean las de un referente de la moda eco, como Patagonia, o las de un gigante como Walmart. De hecho, estos son los pilares de la SAC. Poco después se sumó Nike. Kibbey calcula que en 2020 la herramienta estará completa. El directivo, que en su día emprendió en moda sostenible, corrobora que el cambio vendrá desde los titanes del sector porque saben que no hay suficiente materia prima en el planeta y porque tienen “poder de mercado”, es decir, influencia y capacidad para revertir el sistema.

 

Pregunta: La moda es la segunda industria más contaminante del planeta…

Respuesta: Esta información, que hace tiempo que circula, no se basa en datos muy precisos, pero aun así, el caso es que sí, esta es una industria muy contaminante. Existen algunos datos que corroboran su elevada contaminación, como que el 10% de las emisiones de CO2 en el planeta las realiza la industria de la moda, por ejemplo.

P.: ¿Dónde está el mayor reto para que sea menos contaminante?

R.: Está en el cambio de mentalidad. La industria de la moda lleva 300 años pensando en cómo fabricar con menos costes. Pero ahora, por primera vez, el foco ha cambiado y ha tomado una nueva dimensión, en la que también se tienen en cuenta cuestiones sociales y del medioambiente. Y es aquí dónde está el mayor reto, en saber cambiar la manera de pensar.

 

“No debemos depender de aquellos consumidores que están dispuestos a pagar más por productos sostenibles”

 

P.: En una industria que mira el margen, ¿se puede garantizar que la sostenibilidad no repercutirá en los precios?

R.: No tiene por qué ser así. Estamos viendo ya cómo la industria del denim está invirtiendo en tecnología para ser sostenible y aun así mantiene precios. Incluso es más competitiva de lo que era. Puede verse ya nueva tecnología sostenible y otras mejoras en todos los segmentos del mercado. A veces es más difícil cambiar la mentalidad que asumir el coste que pueda suponer.

 

P.: ¿Es el propio sistema del fast fashion el que debe cambiar?

R.: Creo que todo el sistema de producir prendas debe cambiar, no sólo el fast fashion, porque si una fábrica trabaja para una de las marcas de moda rápida seguramente producirá también para otros retailers con modelos de negocio tradicionales. Así que, al final, el ciclo es el mismo. Todo el sistema es insostenible en su conjunto. Y no veo tampoco que el mercado esté demandando que todo sea lujo, de alto valor o de gran calidad en vez de fast fashion. Necesitamos buscar maneras que realmente cambien el sistema en cada uno de sus procesos.

 

P.: ¿Es realmente posible?

R.: Claro que sí. A día de hoy ya estamos viendo muchos cambios. Empezamos con el Índice Higg hace sólo seis años y, entonces, quizás eran quince las empresas que tenían programas específicos en sostenibilidad, mientras que hoy todos los retailers los tienen.

 

 

“Si se pueden hacer cambios que sean escalables, en veinte o 25 años veremos realmente que las cosas han cambiado”

 

 

P.: ¿La industria de la moda será completamente nueva en unos años?

R.: Veremos cambios significativos: habrá mucha más transparencia y se querrá más información respecto a cómo está fabricado un producto, en qué condiciones laborales y con qué impacto medioambiental. Si se pueden hacer cambios que sean escalables, en veinte o 25 años veremos realmente que las cosas han cambiado. Y pienso que lo conseguiremos. Sólo hace falta ver la inversión que se ha dedicado en los últimos tres años para evidenciar que las cosas serán diferentes y que todo se está moviendo con rapidez. Nunca hubo tantos actores invirtiendo como ahora. Y harán que ocurra.

 

P.: Es una industria que tiene muchos actores y está muy globalizada, ¿quizá es el modelo lo que falla?

R.: Creo que ahora todas las grandes empresas han reconocido que deben trabajar de manera sostenible, sobre todo aquellas que mueven grandes volúmenes, como Inditex, H&M o incluso algunas del lujo. Saben que no pueden tener para siempre la materia prima con la que confeccionar sus prendas y deben asumir que necesitan encontrar nuevas maneras de producir utilizando los recursos de manera más eficiente. Además de buscar la manera de reciclarlo, para que este sistema no sea el de hacer prendas para luego tirarlas a la basura.

 

P.: ¿Deben ser los grandes grupos de la moda los que lideren el cambio?

R.: Antes de estar en la SAC, empecé en una pequeña empresa de moda que hacía prendas sostenibles. Me di cuenta de que las empresas pequeñas ya bastante tienen con preocuparse de cómo mantenerse en el negocio, cómo ganar dinero y cómo sobrevivir. Y si, además de esto, se añade una voluntad por querer hacerlo sostenible…
Es realmente difícil para una empresa pequeña ser sostenible porque este es un mercado realmente duro.
En cambio, las empresas grandes tienen suficientes recursos para invertir en ello y aquí es donde está la diferencia. Tienen también el poder del mercado.

 

 

“El fabricante sostenible es ya el más tecnológico y eficiente”

 

 

P.: ¿Qué es el poder del mercado?

R.: Cuando buscaba proveedores para mi marca, por ejemplo, y les pedía tejido sostenible me decían “claro, quizás, ya lo estudiaremos, lo preguntaremos, deberías mirar más fabricantes”. Me di cuenta de que siendo pequeño no tenía suficiente influencia para hacer cambiar el curso de las cosas. No es lo mismo que, de repente, alguien quiera fabricar de manera diferente millones de metros de tejido. Así que son las grandes las que realmente tienen la influencia y los recursos para invertir. En cambio, en la innovación, cuando se busca una nueva manera de usar un material sostenible o algún nuevo modelo de prenda, sí le es más fácil a una empresa más pequeña y flexible que a una grande.

 

P.: ¿Ha cambiado también el concepto de sostenibilidad?

R.: Cuando empecé con mi empresa, por ejemplo, hace ya diez años, ser sostenible significaba escoger un buen tejido. Si utilizabas algodón orgánico, por ejemplo, ya eras sostenible. Pero nos percatamos de que, si observábamos todos los impactos, el del tejido era sólo uno. Y debíamos mirarlos todos, desde las condiciones de los trabajadores, el transporte hasta educar al consumidor sobre sus decisiones de compra. Son muchas dimensiones y hay que tener una perspectiva holística. Otra de las cosas que antes eran habituales era hacer una colección sostenible, con un tejido sostenible. Pero esto ya no es suficiente.

 

P.: ¿El cambio vendrá de la economía circular?

R.: Es una de las dimensiones, pero aún tenemos que hacer muchas cosas antes de ser circulares. Antes debemos asegurarnos de que la producción se realiza en unas condiciones laborales dignas y seguras para los trabajadores o que el agua que se utiliza en el tintado salga limpia de la fábrica. Son cuestiones que van más allá del sistema circular y que aún tenemos que solventar porque son críticas y dañan al planeta.

 

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P.: ¿Las marcas deben pensar productos de manera diferente para ser sostenibles?

R.: Absolutamente. Tenemos unos doce diseñadores que tratan de comprender las decisiones de diseño y el impacto que tienen en la sostenibilidad. El diseño es importantísimo porque cualquier tipo de material que se escoja determinará la energía que será necesaria para fabricar aquel producto y para su posterior reutilización. Y creo que podrían diseñarse artículos sencillos de producir y que además pudieran reciclarse. Si un producto, por ejemplo, tiene como único fin la basura, no es un producto sostenible. Así que es muy importante empezar por esta fase de diseño, educar a los diseñadores y darles herramientas para tomar mejores decisiones.

 

P.: ¿Las escuelas de diseño están formando ya a diseñadores bajo estas premisas?

R.: En la mayoría de las escuelas están tomándose todo esto muy en serio y muchas de ellas ya han empezado a formar diseñadores de otro modo para que piensen en cómo crear de otra manera. Ya hay una nueva generación de estudiantes preocupados por las consecuencias que tendrán sus decisiones.

 

P.: ¿Hay que educar al consumidor?

R.: Ya hay consumidores que demandan productos sostenibles, pero no son la mayoría. No debemos depender de aquellos consumidores que están dispuestos a gastar más dinero por productos sostenibles y no podemos esperar a que haya un cambio de rumbo en el mercado. Lo único que podemos hacer es dar más información para que los consumidores empiecen a pensar en ello de manera diferente. La industria se ha pasado años educando a los consumidores para comprar según les sienta, según se ven, según el tacto o según lo que representa la marca y, en los últimos años, la industria los ha educado por el precio. Y ahora podría ser el momento de educarlos en sostenibilidad. Pero sólo podremos atraerlos hacia la sostenibilidad si se les habla en los mismos términos que cuando se les decía que la moda les iba a sentar bien.

 

 

“Si un producto tiene como único fin la basura, no es un producto sostenible, Así que es muy importante empezar por esta fase de diseño”

 

 

P.: ¿El greenwashing debería penalizarse?

R.: Por supuesto que sí. Necesitamos por ello que haya más mecanismos de transparencia para que las empresas que están ejecutando prácticas realmente sostenibles sean reconocidas y pongan en evidencia a las demás y quede en manos de los consumidores la decisión de confiar
y apoyar a unas u otras.

 

P.: ¿De qué manera cambiarán las relaciones entre las marcas y los proveedores?

R.: Ya hemos empezado a ver fabricantes con capacidad para hacer las cosas de manera diferente. Al final, los grandes retailers serán los que escogerán los socios con los que quieran trabajar. Porque empieza a ser habitual que el que es sostenible también es el más tecnológico, el que tiene más talento, el más eficiente, el que realiza mejor las entregas, con menos errores. Acostumbra a ir todo en un mismo pack. ¿Puede imaginarse un mundo en el que las marcas fueran a escoger los mejores proveedores y no a los más baratos? Bien, pues está empezando a ocurrir. A partir de ahora, serán los fabricantes que realicen inversiones significativas en sostenibilidad los que realmente serán competitivos.

 

P.: En el pasado, había un muro entre marcas y proveedores. ¿Esto cambia ahora?

R.: Es un reto. La integración será cada vez mayor y es necesaria para diseñar productos más sostenibles. El cambio se producirá cuando marcas y proveedores desarrollen alianzas conjuntas y creen en una relación de igual a igual para buscar soluciones en sostenibilidad. Ahora, en la SAC tenemos ya más proveedores asociados que marcas, por ejemplo. También es cierto que son los de mayor tamaño, pero vuelve a coincidir que son los que tienen capacidad para encarar la inversión y aliarse con las marcas. Si se es pequeño y apenas se tiene capacidad es muy complicado salir de la insostenibilidad.

 

FOTO COLLAG

 

P.: ¿La clave está en la tecnología?

R.: Ya estamos viendo tecnología que está cambiando la manera de hacer los productos. El denim, por ejemplo, es mucho más sostenible hoy que hace diez años. Y a medida que los fabricantes vayan incorporando esta nueva tecnología harán que su producción sea no sólo más sostenible, sino también más eficiente, porque gastará menos agua, menos energía y, en definitiva, los costes serán menores. En el denim, por ejemplo, ha habido una rápida transición desde el sandblasting y ha sido un éxito para la eficiencia, pero también para los trabajadores que lo sufrían, por ejemplo.

 

P.: ¿Cuál es la pregunta más frecuente que le hacen los empresarios y directivos de las grandes empresas?

R.: Como sabe, esta es una industria muy competitiva, así que la gran pregunta que siempre me hacen es cómo lo estoy haciendo en comparación con mis competidores. Quieren entender si, en relación con los demás, ellos lo están haciendo mejor o peor en las áreas referentes a la sostenibilidad. Los responsables de sostenibilidad de las empresas deberían ser capaces de hablar de sostenibilidad de manera que lo entiendan sus consejeros delegados. Porque, en la mayoría de los casos, lo único que ven los consejeros delegados es lo que hace la competencia y siempre creen que en su empresa se hace menos.