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Isidor Boix: “La solidaridad con los países pobres no consiste en dejar de comprar lo que fabrican”

Silvia Riera

17 ene 2014 - 04:55

 

 

Es una de las pocas personas con acceso a las principales fábricas de moda en el mundo y uno de los mayores expertos en cómo funciona el aprovisionamiento global del sector. Isidor Boix, director del departamento de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de Fiteqa (CCOO) y coordinador del sindicato internacional IndustriAll para la aplicación del Acuerdo Marco Internacional con Inditex, se aleja de los tópicos proteccionistas que se le atribuyen al sindicalismo en su discurso sobre la relación de la industria textil con los países subdesarrollados. Boix es un sindicalista de largo recorrido, cuya trayectoria en la defensa de los derechos de los trabajadores se remonta a 1969, en la lucha desde la clandestinidad. Empezó a trabajar en el campo de la RSC en 2002 junto a Inditex y dio el salto internacional en los Juegos Olímpicos de Atenas, cuando analizó por primera vez la actividad de las empresas que compraban en terceros países para plantearles tener en cuenta los derechos de los trabajadores de sus proveedores.

 

Pregunta: ¿La globalización del textil ha obligado a los sindicatos a internacionalizarse?

Respuesta: Sí. En el caso de Inditex, por ejemplo, ha habido globalización, más que deslocalización. Sí hubo deslocalización al principio, cuando tenían talleres en Galicia que trabajaban para ellos, pero no en el crecimiento posterior. Se calcula, aproximadamente, que un millón de trabajadores en el mundo en alrededor 5.000 fábricas trabajan para Inditex. No son un millón de puestos de trabajo en España los que se han deslocalizado.

 

P.: Hay quien se sorprende de que los sindicatos españoles trabajen para solucionar los problemas de trabajadores de fuera.

R.: Hay que entender que la solución a los problemas de los trabajadores en España y en Europa también pasa por la defensa del derecho del trabajo en el mundo. No sólo es una cuestión de solidaridad, de buen corazón o de generosidad. Necesitamos que el mundo avance, o nos quedaremos aislados. Sólo mantendremos los derechos de los que tenemos más derechos si éstos se generalizan. Si no, nuestros derechos corren el riesgo de desaparecer. No es una cuestión de solidaridad, podemos decir que es egoísmo. No vamos a resolver sus problemas, sino a contribuir a que puedan resolverlos. Los derechos los deben luchar ellos. No hacemos paternalismo sindical.

 

P.: ¿Es posible llegar a un desarrollo económico sin escándalos ni tragedias en cuestiones sociales?

R.: El desarrollo económico exige superar estos problemas. En primer lugar, porque el modelo actual es insostenible. Aquí el concepto de sostenibilidad es importante porque, en este momento, los treinta países más desarrollados consumen las prendas que producen los 160 países menos desarrollados. Las fábricas de Marruecos o de Camboya trabajan sólo para la exportación, no para su mercado. Es insostenible porque, en la práctica, eliminar la industria en los países desarrollados en busca de una mano de obra más barata empobrece a los desarrollados y su capacidad de compra disminuye. Si los 160 siguieran igual de pobres en su capacidad adquisitiva, llegaría un momento en que su incapacidad de consumo también repercutiría en los países desarrollados, que no tendrían dónde vender sus productos. Por suerte hay mecanismos de equilibrio.

 

P.: ¿Cuáles serían?

R.: Hace unos meses estuve en China y los salarios en los talleres textiles se han multiplicado por tres desde 2007. De cobrar algo más de cien yenes al mes, las operarias del textil han pasado a cobrar más de tres cientos trabajando menos horas. Esto ha provocado cierta deslocalización hacia Vietnam, Camboya o Myanmar. Pero Bangladesh, por ejemplo, acaba de subir el salario mínimo un 77%. Dicho así parece que sea mucho, pero ha pasado de 30 euros a 50 euros al mes y continúa siendo un sueldo miserable, indecente e indigno, que no permite vivir. A medio plazo, los desequilibrios se corrigen y en Bangladesh ya están planteando la posibilidad de subir el salario hasta los cien euros al mes. Nos interesa que suban el salario en estos países para que así puedan comprar nuestros productos.

 

P.: En cambio, en España se piden salarios más bajos para una industria más competitiva...

R.: Este no es el tipo de industria para un país desarrollado. No todo tiene que ser Bangladesh. Alemania, por ejemplo, tiene una capacidad productiva muy importante. Lo que al final cuenta no es el salario por hora del trabajador, sino el salario que hay en el producto fabricado, lo que se llama el coste laboral unitario, calculado no por el tiempo sino por la unidad. Cuenta la tecnología, la investigación, el diseño, etc. No es el camino por el que tenemos que establecer las bases industriales en España.

 

P.: La industria textil es motor de desarrollo para países pobres. ¿Cree que los operadores irán siempre en busca de los países donde sea más barato producir?

R.: El textil es el que tiene los salarios más bajos en toda la industria porque las exigencias profesionales son relativamente modestas. En China, hay un proceso de automatización que no mejora más porque les falta cualificación en técnicos y gestores. En estos países hay poco trabajo a turnos, no porque las máquinas no puedan funcionar más o no haya trabajadores suficientes, sino porque no hay técnicos. A mayor calidad profesional, se encarecerá el producto, sí, pero tendrán más capacidad. Se reequilibrará.

 

P.: Pero se abandona China en busca de países más baratos.

R.: Esta es una parte de la industria, pero hay modelos de producción, como el de Inditex, en los que es diferente lo que se produce en Marruecos de lo que se fabrica en China o en Bangladesh.

 

P.: ¿Los grandes grupos de distribución tienen margen para contribuir a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores en países pobres?

R.: En China, han incrementado los salarios y, en cambio, el coste del producto no ha aumentado, o lo ha hecho ligeramente. Lo que ha mejorado es la eficiencia en el trabajo. Hay un esfuerzo indirecto en resolver cuellos de botella, en invertir en maquinaria más efectiva. Hay un mecanismo de avance, aunque de manera indirecta y con costes asumibles. Pero sí es cierto que hay empresas que buscan costes más bajos. De hecho, ahora se está trasladando parte de la producción de China a Myanmar. H&M ya ha empezado a comprar allí.

 

P.: ¿Myanmar podría ser el siguiente Bangladesh?

R.: Está por ver. Bangladesh tiene problemas muy peculiares, no sólo de estructura salarial, sino de país. Bangladesh tiene 160 millones de habitantes. Es el caso extremo de malas condiciones de trabajo, pero también de desorganización del país y de desestructuración del Estado. Esta es la gran ventaja de países como Vietnam o Camboya, ya que con salarios superiores garantizan una capacidad productiva de volumen y de calidad.

 

P.: ¿Han calculado el coste laboral en el precio final de una prenda?

R.: Llevamos tiempo trabajando, pero es difícil establecerlo, porque hay una composición tan heterogénea que es difícil dar cifras. A veces, el tejido viene de un país, el colorante de otro, está el transporte, según qué modelo va en avión, etc. Pero multiplicar por tres los salarios en China no ha modificado la aportación industrial de China al comercio mundial del textil.

 

P.: A pesar de las malas condiciones sociales y medioambientales en las que se trabaja en el sudeste asiático, ¿es importante que los grandes grupos mantengan su producción en estos países?

R.: Para estos países es evidente. El 70% de las exportaciones de Bangladesh son textiles. Si esto se redujera, sería una catástrofe para el país. Por esta razón, desde el sindicalismo nos hemos planteado que, para denunciar injusticias laborales, el boicot no es la solución. El objetivo es que la producción de estos países no sólo sea para exportar, sino también para el consumo interno. La solidaridad no consiste en dejar de comprar lo que fabrican, sino que ellos puedan comprar lo que producen, que su consumo aumente. En China, por ejemplo, sorprende la publicidad que hay para fomentar el consumo propio. Una operadora que ahora vive con poco más de 300 euros al mes y duerme en la misma fábrica sigue teniendo un consumo mínimo. Ella ahorra para cubrir la insuficiente protección social del país. Aumentar el salario no es la única manera para incrementar el consumo. También hay que mejorar la protección social, para que la gente tenga menos angustia de cara al futuro.

 

P.: ¿Qué opinión tiene de los códigos de RSC de las empresas?

R.: Hay quienes señalan que la RSC no es más que una operación de márketing, de publicidad, y lo cierto es que todavía hay empresas cuyos departamentos de RSC dependen de comunicación o de reputación. No es que los empresarios hayan mejorado de la noche a la mañana su corazoncito, sino que han entendido que es importante. Cuando se genera un departamento específico de RSC en una empresa, rápidamente se crean tensiones con el departamento de compras. El de RSC alude al desprestigio que pueda provocar ante los consumidores y a la pérdida de reputación de la marca. En la práctica, estas tensiones son positivas en el funcionamiento de la empresa.

 

P.: Tras la tragedia del edificio Rana Plaza, por primera vez los gigantes de la moda se unieron con los sindicatos globales para mejorar la seguridad en las fábricas de Bangladesh. ¿Cree que tendrá continuidad en otros países o en otras industrias?

R.: En este momento son 120 empresas las que han firmado el acuerdo. Es un fenómeno nuevo y de gran importancia, aunque no es el modelo de futuro. El modelo de futuro es que en Bangladesh haya un sistema que garantice una protección social y garantías salariales. Si una empresa española, alemana, estadounidense o francesa compra en Bangladesh, no tiene por qué asumir la responsabilidad del empresario de Bangladesh que no tiene la fábrica en condiciones. Pero ahora no es posible. Y no porque los empresarios de Bangladesh sean pobres. De hecho, algunos son multimillonarios. No es un modelo generalizable, pero en este momento es el que tenía sentido. Las 120 multinacionales que se han sumado hasta el momento tienen trabajando para ellas en Bangladesh unas 2.000 fábricas y entre dos y tres millones de trabajadores, más de la mitad de los empleados del sector en el país.

 

P.: A veces se tiene la sensación de que estos accidentes sólo ocurren en la industria textil…

R.: El problema no es exclusivo del textil, evidentemente. Las fábricas de componentes, por ejemplo, o la industria de la tecnología informática. El problema es similar, pero ha tenido menos repercusión. El esfuerzo y la tensión que lleva a cabo la industria de la confección en estos conflictos tiene su repercusión en el resto de industrias.

 

P.: Con Inditex trabaja mano a mano en el desarrollo del Acuerdo Marco. ¿Cómo surgió este proyecto?

R.: Inditex es la única empresa textil que tiene Acuerdo Marco. No es la única que tiene código de conducta y realiza auditorias, pero sí la que llegado hasta el límite en el compromiso con las estructuras sindicales a nivel internacional. Inditex nos facilita la relación de sus proveedores, alrededor de 1.500, y con esta información trabajamos con cada uno de los sindicatos en cada país para tener una presencia regular en todos los centros de trabajo.

 

P.: Si son tan cuidadosos en la RSC, ¿por qué siempre están en todos los conflictos?

R.: De hecho, tanto de Inditex como del resto de las multinacionales sabemos poquísimo de los problemas que realmente hay, porque no tenemos todavía canales para conocerlos. En ocasiones, nos llegan denuncias, como la que hubo hace poco en Argentina, que comprobamos que son infundadas, exageradas o manipuladas. Inditex es el primer grupo de distribución de moda y es normal que sus marcas, a la hora de querer especular sobre este tema, aparezcan con facilidad. En Rana Plaza, por ejemplo, no había marcas de Inditex. A partir de los accidentes, no sólo en el textil, también en el petróleo, se impulsan medidas de seguridad y prevención.

 

P.: ¿Hay otras marcas globales que se hayan interesado por establecer un Acuerdo Marco similar al de Inditex?

R.: Hay parecidos en otros sectores. En este momento, estamos discutiendo con H&M y con la británica Next para que su política de RSC llegue a convertirse en Acuerdo Marco.

 

P.: ¿El boicot asusta a las grandes empresas?

R.: Creo que lo que les asusta, más que el boicot, es el desprestigio. Nosotros no llamamos al boicot del producto, porque pensamos que no es una ayuda para el trabajador de Bangladesh, de Marruecos o de Turquía. En la práctica, creo que el consumidor tiene un papel, evidentemente, pero no es el agente principal para resolver estos temas.

 

P.: ¿Qué le diría entonces al consumidor que deja de comprar una prenda porque lee en la etiqueta Made in Bangladesh?

R.: El consumidor está en su derecho, pero comprará otra que está producida en el mismo país o en otro país con problemas parecidos.

 

P.: Pero, al final, siempre se le acaba echando las culpas al consumidor, que quiere comprar barato.

R.: Es legítimo que el consumidor quiera lo bueno, bonito y barato, pero también que no esté producido con sistemas de trabajo de esclavitud o contaminando. Pero el consumidor tiene poca capacidad de intervención.