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Íñigo Larraya (L’Oréal): “El cambio climático es un riesgo para la comunidad, pero también lo es para la empresa”

El responsable de sostenibilidad del gigante de la cosmética en España explica que la sostenibilidad será un factor “descompetitivo para quien no se comprometa de verdad”.

S. Riera

19 jul 2018 - 04:50

Íñigo Larraya (L’Oréal): “El cambio climático es un riesgo para la comunidad, pero también lo es para la empresa”

 

 

Íñigo Larraya hace un año que lidera la sostenibilidad en L’Oréal y uno de sus primeros hitos en el cargo ha sido lograr que la de Burgos sea la primera fábrica seca del grupo. La factoría española ha creado un sistema de circularidad del agua para no usar más que la necesaria para la elaboración de los productos. El agua es el pilar del negocio de L’Oréal. Si hay sequía, no hay negocio. De ahí que Larraya haga hincapié en que el cambio climático no sólo es un riesgo para la sociedad, sino también para la empresa.

 

Pregunta: ¿Qué significa ser sostenible?

Respuesta: Para mi tiene que ver con cómo hacemos las cosas, cómo hacemos negocios y cómo actuamos para dejar el mundo igual o mejor que lo encontramos. Quizás es un topicazo, pero es como a mi me suena bien.

 

P.: Es director de RSC y sostenibilidad. ¿No es lo mismo?

R.: Con el tiempo se ha migrado de la RSC a la sostenibilidad y esta migración es buena. Aún hay muchas personas que identifican la RSC con proyectos filantrópicos, paralelos a los negocios. Ahora, las empresas integran la sostenibilidad en el core de la empresa. Ya no es algo que corre en paralelo. En L’Oréal, por ejemplo, hemos incluso quitado la S, dejándolo en responsabilidad corporativa. Porque en realidad es lo que es. Con la sostenibilidad se ha ido mucho más allá.

 

 

 

 

P.: ¿Cuál ha sido el detonante en la industria cosmética para repensar el negocio en clave sostenible?

R.: La conciencia y el compromiso de todos, de los consumidores, pero también de las personas que trabajamos en la empresa. Antes no éramos conscientes del impacto que podríamos llegar a generar. Los propios empleados buscan ahora un propósito diferente más allá de las ventas. Los consumidores, por su parte, quieren un producto con una historia detrás, más allá del nombre de la marca. 

 

P.: ¿Realmente el consumidor se fija en si una crema es sostenible o no?

R.: Hay nuevas exigencias por parte del consumidor. Para empresas como la nuestra, que llevamos años trabajando en sostenibilidad, vivimos ahora un momento dulce, porque realmente hay un punto de inflexión porque hay más conciencia por parte de las personas. Cuestiones como el cambio climático, por ejemplo, antes sonaban lejanas mientras que ahora está muy presente en la sociedad. Incluso los inversores están interesados en ello. En el momento de invertir en una empresa, antes sólo se miraba su rendimiento financiero, pero esto ya no es así.

 

P.: Cuidar el aprovisionamiento también les garantiza las materias primas…

R.: Completamente. Al final, sólo trabajamos con comunidades locales en la producción de ciertas materias primeras de las que si no fuera así no tendríamos acceso. Ocurre con la cáscara de quinoa. Si bien es cierto que la tomamos de los restos de la alimentación, debemos cuidar las comunidades locales de Bolivia y Perú que la cultivan para que mantengan la producción de estas plantaciones autóctonas. Son lugares donde el impacto del cambio climático está provocando grandes sequías y si no cuidamos estos cultivos nos quedamos sin la materia prima. Y si no tenemos materia prima, estaríamos obligados a dejar de producir estos productos.

 

 

 

 

P.: ¿Seguir con la cadena de valor de antes hubiera puesto en peligro la empresa?

R.: Sí, ocurre lo mismo con el agua. Ahora, en Burgos, hemos hecho la primera fábrica seca del grupo. En Italia, están haciendo lo mismo. Necesitamos agua para nuestros productos y la sequía por supuesto que puede afectarnos. El cambio climático es un riesgo para la comunidad, pero también lo es para la empresa.

 

P.: ¿Cómo cambia la estrategia en sostenibilidad la cadena de aprovisionamiento?

R.: Transforma la forma de trabajar de todo el grupo. Hace diez años nunca hubiéramos ido tan atrás en la cadena de valor. Ahora, un equipo de márketing o de logística tiene que tener en cuenta el impacto de un producto en Bolivia, por ejemplo. Y de ahí toda la complejidad que implica la sostenibilidad. ¿Es esto ser ecológico? ¿Es esto ser natural? No lo sé, hay mucho desconocimiento y ruido detrás de estos conceptos. Es intentar hacer las cosas de manera mejor.

 

P.: ¿Es más fácil ser sostenible siendo grande o pequeño?

R.: Ser grande ayuda en el impacto, pero se ralentiza todo porque la toma de decisiones es más compleja que en una start up, por ejemplo. No obstante, el impacto es brutal. Tenga en cuenta que cada año lanzamos al mercado 7.000 millones de productos y, para 2025, el grupo se ha comprometido a que todos los productos de gran consumo serán reciclados, rellenables y reutilizables. 

 

 

 

 

P.: ¿Cómo se estructura la sostenibilidad dentro del grupo?

R.: La directora global de sostenibilidad reporta directamente al presidente de la compañía. Y esto ya es un cambio muy grande. Antes, ella dependía de otros equipos mientras que ahora la relación es directa con presidencia. Ella, a su vez, tiene equipos internacionales. En España, por ejemplo, en la sede de Madrid somos tres personas, pero también hay equipos en fábrica.

 

P.: ¿Cómo interactúan con el resto de áreas?

R.: En las filiales esto no ocurre, pero en la central de París, hay un director de operaciones sostenibles, un responsable de sostenibilidad en packaging, otro en laboratorio, en márketing, y así en todos los departamentos.

 

P.: ¿La sostenibilidad encarece el producto?

R.: No tiene por qué. Trabajar de una manera sostenible no siempre conlleva un precio más alto. La recarga, por ejemplo, es incluso más barata que si compraras el producto entero de nuevo. Es difícil no ser sostenible cuando conseguimos ahorrar. Pero no siempre ocurre así. Hay ciertas materias primas, por ejemplo, en las que no pueden realizarse economías de escala.

 

 

 

 

 

P.: ¿Cree que debería haber una legislación europea que regulara más la sostenibilidad para que toda industria estuviera alineada en las mismas reglas de juego?

R.: Toda la industria, en general, está evolucionando de manera positiva. Más que una legislación europea, por ahora tenemos el marco de los Objetivos al Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas que ha generado compromisos por parte de los Estados. Si se legislase, espero que se premie a quien hace las cosas bien y que se multe a quien lo hace mal. Por ahora todo es voluntario, pero terminará por legislarse.

 

P.: Quién ya haya hecho los deberes tendrá ventaja…

R.: De hecho, ya ocurrió en el Tratado de Kyoto con la reducción de gases. Evidentemente, quién ya hubiera adelantado en esta línea tenía en aquel momento ventaja competitiva.

 

P.: ¿La sostenibilidad es un factor competitivo?

R.: Por supuesto. De hecho, será descompetitivo para quien no se comprometa de verdad. Si queremos estar los próximos cien años no se puede actuar de manera no sostenible.

 

P.: En sectores como la alimentación o la automoción, ya existe un consumidor muy concienciado. En la moda, también. Pero no en la cosmética…

R.: En países como Alemania, el 20% de este mercado ya es de cosmética natural. Los cambios de comportamiento son culturales y no tienen que ser cosas de un año. Serán los niños que hoy están en la escuela los que cambien las cosas, los que sean más conscientes. Las nuevas generaciones empujan al cambio.

 

P.: ¿Y de mientras?

 R.: Nuestro objetivo es el de educar para que la gente entienda qué hay detrás. Esto tiene que ver con la comunicación y con la necesidad de seguir empujando más.