Back Stage

Gema Gómez (Slow Fashion Spain): “El ‘fast fashion’ jamás podrá ser sostenible”

I. P. Gestal

3 sep 2015 - 04:38

Gema Gómez es la fundadora de Slow Fashion Spain, una plataforma que promueve y difunde acciones a favor de la moda sostenible. Después de años trabajando para empresas del sector, un viaje a fábricas de China y Hong Kong le convenció de que debía haber una alternativa al modelo de producción del fast-fashion. Slow Fashion Spain cumple cuatro años este mes, pero Gómez asegura que todavía queda mucho por hacer. “La moda sostenible está como la agricultura ecológica hace diez años”, explica. “Pero, al final, las empresas de gran distribución no tendrán más opción que cambiar su modelo de negocio”, añade.

 

P.: Según el Sole Sustainabily Index, elaborado por Morgan Stanley, Nike es la empresa más sostenible. ¿Cuál es su opinión?

R.: Nike es la empresa que más está apostando por la innovación, pero la moda sostenible no es sólo eso. Es un nuevo paradigma que va más allá de iniciativas puntuales: no se trata de seguir produciendo sin límite y después ver qué hacemos con esas cantidades de ropa, sino de cambiar los hábitos de consumo. La utopía está lejos, pero como decía Galeano, nos tiene que servir para seguir andando.

 

P.: Que las compañías de fast-fashion hablen de moda ética o sostenible, ¿ayuda a difundir el movimiento?

R.: Creo que confunde, que no debería ser legítimo que se hable de moda sostenible cuando no es así, pero hay personas dentro del sector que sí creen que estas iniciativas de las grandes cadenas hacen más sensible al consumidor. En cualquier caso, estamos en un momento de incoherencias, también dentro del sector.

 

P.: ¿A qué se refiere?

R.: La economía circular, por ejemplo, promueve la extracción de fibras para crear tejidos como el poliéster. Sin embargo, cuando lavas poliéster en la lavadora el tejido desprende microplásticos, lo que tampoco es ecológico porque eso acaba en el mar. Es difícil, y cuanta mayor información haya más fácil será encontrar un camino único.

 

P.: ¿El fast-fashion tendrá que elegir entre hacer moda sostenible o desaparecer?

R.: Las grandes cadenas de fast-fashion jamás podrán hacer moda sostenible. Podrán producir con menos químicos, incluir tecnologías para utilizar menos agua… pero el gran consumo es contrario a la sostenibilidad. Las grandes cadenas podrían ser sostenibles sólo si cambian su modelo de negocio.

 

P.: Entonces, ¿acabaremos viendo a las empresas de gran distribución produciendo moda de manera sostenible?

R.: Las empresas están empezando a verle las orejas al lobo. Kering está haciendo apuestas por la sostenibilidad, St. Martin’s ha fichado a un experto para que eduque en temas de sostenibilidad, y las compañías de gran distribución ponen en marcha iniciativas de recogida de ropa. Cada vez somos más habitantes, no queda otra opción: sólo va a sobrevivir el que haya creado un modelo de negocio rentable en el que estén incluidos estos parámetros.

 

P.: ¿Es caro ser sostenible?

R.: No es caro, el problema es que explotar sale barato. Si estás confeccionando en una fábrica en China y no pones una depuradora, tú no pagas nada, pero el país sí que va a tener que afrontar los costes por la contaminación, o la gente que enferme a causa de la contaminación. Si, además, tampoco pagas salarios dignos, llegas al mercado con unos precios que no son reales.

 

P.: ¿Y el consumidor? ¿Debe pagar más para vestir moda sostenible?

R.: Al consumidor hay que darle alternativas y diferentes propuestas, motivar diferentes formas de consumo para empezar a pensar que no necesita estar comprando continuamente. Para ser sostenible, hay otras formas que salen incluso gratis. Cada vez se van organizando más encuentros para intercambio de ropa y la gente joven los está aceptando muy bien. Eso no significa que debamos de dejar de comprar ropa: cuando realmente quieras invertir en una prenda nueva, a largo plazo, entonces paga un precio.

 

 

P.: ¿Existe una demanda real de moda más ética y ecológica?

R.: Sí. Aunque todavía sigue haciendo falta información, cuando te garantizan que no hay una niña de once años que está trabajando dieciséis horas para hacer una camiseta es un alivio. Con todo, el producto tiene que hablar por sí solo. Puedes comprar por solidaridad una vez, pero es necesario hacer productos con un valor añadido.

 

P.: Slow fashion, moda ética, moda sostenible… ¿Qué implican realmente estos términos?

R.: No hay ninguna organización que haya definido exactamente cada término, pero todo gira en torno a la misma idea, que es un consumo de moda más responsable y, en consecuencia, producciones más pequeñas. Después, cada una se inclina más hacia un área en concreto porque el ciclo de producción es muy complejo y de ahí términos como la moda ecológica, que se centra en el medio ambiente o la moda ética, cuyo foco es la ética laboral. El término de moda sostenible es el que más se está imponiendo, porque incluye los dos aspectos y además tiene una proyección hacia el futuro.

P.: Con todos estos conceptos, ¿hay confusión en el consumidor?

R.: Totalmente. Ya no sólo con las denominaciones, sino con las etiquetas. El hecho de que no exista una única guía está siendo un hándicap para que esta tendencia sea más conocida. Pero hay maneras para que el consumidor pueda saber que, al menos, no ha habido explotación laboral. La más sencilla es comprobar en la etiqueta si las prendas se han producido en un país con legislación laboral estricta.

 

P.: ¿Cómo puede medirse cuán sostenible es una empresa?

R.: La única manera es a través de auditorías. Una de las certificaciones más exigentes es Global Organic Textile Standard (Gots), que va por delante de la normativa europea.

 

P.: ¿El consumidor conoce estas certificaciones?

R.: Todavía muy poco. Queda aún un trabajo pedagógico e informativo muy importante, que realizamos gracias a los medios de comunicación y de iniciativas que llevamos a cabo. La moda sostenible está como estaba la agricultura ecológica hace diez o quince años, estamos empezando a crear ese diálogo. Todos los emprendedores que empiezan en moda sostenible quieren hacerlo todo perfecto, pero todas las decisiones que tomen nunca serán tan importantes como la decisión de una gran cadena.

 

P.: ¿Qué papel juegan las administraciones en la promoción de la moda sostenible?

R.: Las administraciones, bastante poco. No hay realmente apoyo para el que quiere hacer algo diferente, el movimiento se está generando más a nivel de red y están surgiendo muchísimas iniciativas en todo el mundo. Además, cada país lo adapta a su manera. En Alemania el movimiento es mucho más técnico, centrado en la moda circular y cuentan con más ayudas del Estado. En Latinoamérica, sin embargo, está más vinculado a la tierra, a lo artesanal. Depende mucho de las infraestructuras y el apoyo estatal que haya en cada país.