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Fuensalida, cuatro nombres a rebufo de la ‘Alemania chica’ del calzado

Sólo un puñado de empresas, como Pablosky, Kangaroos, Tolino, Kalfu, Luisetti, Castellano o Joma, defienden aún lo que en su día fue uno de los mayores polos productivos del sector en España.

S. Riera

22 abr 2019 - 04:45

Fuensalida, cuatro nombres a rebufo de la ‘Alemania chica’ del calzado

 

 

Sabadell, Terrassa, Mataró, Inca, Arnedo, Zaragoza, Elche, A Coruña o Ubrique. La industria de la moda en España se abraza a nombres propios de la geografía del país. Se hace difícil explicar el desarrollo de la actividad manufacturera del sector sin conocer los lugares en los que se ha originado. Con motivo de las próximas elecciones municipales, previstas para finales de mayo, Modaes.es emprende un viaje por los principales polos del textil, la confección, la piel y el calzado de España para realizar una panorámica sobre el vínculo que han tenido y todavía tienen con las diferentes industrias de la moda.


 

 

En la rotonda que da acceso a Fuensalida, un cartel invita a descubrir “paso a paso” la ciudad del calzado. El municipio es sede de Pablosky, Kangaroos o Tolino, y a pocos metros de él, en Portillo de Toledo, se levanta Joma. La actividad fabril del calzado en la localidad se remonta a los talleres de alpargatas que nadie sabe fechar y que todo el mundo atestigua que siempre estuvieron allí y por los que fue conocida como la Alemania chica del calzado. Con la caída de la producción a raíz de la deslocalización, Fuensalida avanzó en el comercio de la mano de múltiples zapaterías que fueron tomando su artera principal. Ahora, tras la crisis económica, el calzado pierde fuelle en la localidad, sostenido sólo por la estela de sus grandes nombres.

 

El calzado en Fuensalida vivió su era dorada en los ochenta del siglo pasado. En aquella década llegaron a contarse hasta 130 fábricas de calzado en esta localidad toledana situada sobre una colina de corta elevación y de horizonte despejado que hace honor y gala al dicho de ancha es Castilla. Todas ellas partieron de una tradición zapatera que se remontaba mucho atrás y partía de las albarcas realizadas con suelas de neumáticos gastados de camiones. En la década de los noventa, la deslocalización industrial y el avance de la competencia asiática agitaron la industria local y llevaron a muchas de aquellas fábricas a echar el cierre, sobre todo las que no tenían ni el pilar de la marca ni el de la internacionalización para sostenerse.

 

Pese a la transformación del sector en el municipio, en los últimos años, las compañías que han permanecido han disparado su negocio exterior. A pesar de que Toledo queda fuera del top ten de las principales provincias exportadoras de calzado, en los últimos diez años ha duplicado sus ventas al exterior. En 2009, el calzado toledano exportó por valor de 12,3 millones de euros, mientras que en 2018, facturó en el exterior 30,4 millones de euros, según datos del Instituto de Comercio Exterior (Icex). Sólo Pablosky exporta a cuarenta países.

 

 

 

En la actualidad, el calzado continúa presente en la localidad, que ha ido abriéndose paso hacia otros sectores económicos, como los servicios. La agricultura es otro de los puntales de la riqueza local, en base sobre todo al aceite de oliva y, sobre todo, el vino, con varias cooperativas pertenecientes a la Denominación de Origen Méntrida. Las exportaciones de vino de la provincia de Toledo rozaron en 2018 los cincuenta millones de euros y las de aceite de oliva superaron el listón de los 94 millones de euros.

 

Durante unos años, antes de la crisis económica, la ciudad siguió apoyándose en el calzado para afianzarse como un destino de compras y desarrolló una calle comercial repleta de zapaterías. En la calle Cristo del Amparo, la arteria principal de la ciudad, se concentraban una treintena de zapaterías, algunas de ellas abiertas incluso por los propios fabricantes del lugar. Compradores procedentes de Madrid acudían en masa los sábados en busca de buen calzado a buen precio. Sin embargo, el impacto de la crisis quebró el alza de este negocio. En la actualidad, persisten aún algunas zapaterías que continúan siendo foco de atracción de compradores procedentes de la urbe, pero nunca con la intensidad de diez años atrás.

 

 

 

En los últimos años, Fuensalida ha ido menguando su población. En 2016, el municipio estuvo a punto de perder el listón de los 11.000 habitantes. La renta per cápita de la localidad se situó en 2017 en 17.587 euros, por debajo de los 28.156 euros del conjunto de España, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

 

Al frente de su Ayuntamiento se encuentra Mariano Alonso Gómez, del Partido Popular (PP), desde 2011. Alonso ha ganado las dos últimas elecciones en el que es el único municipio de Castilla La Mancha en el que nunca ha gobernado el Psoe. Abogado de profesión, el actual alcalde de Fuensalida se postula de nuevo al cargo en las próximas elecciones municipales. A pesar de la importancia de la localidad como hub del calzado en España, no existe una política industrial detrás ni para marcar el rumbo del sector en los próximos años ni para darle apoyo en los actuales. Ha sido también el único consistorio que ha declinado valorar la importancia de su industria del calzado en el territorio para esta serie de reportajes elaborado por Modaes.es.

 

 

 La ‘Alemania chica’ del calzado

A finales del siglo XIX y principios del XX, quien no se ganaba las perrachicas en el campo lo hacía en el calzado. Más adelante, se crearon las primeras cooperativas. De hecho, Pablosky, una de las mayores empresas de la localidad, surgió de una de ellas, cuando el empresario local Juan Pablo Martín compró las participaciones al resto de socios. La compañía de calzado infantil mantiene todo el proceso de producción en Fuensalida, desde cortar las pieles hasta colocar cada par de zapatos en su caja para ser enviado.

 

En pleno boom del calzado, cuando empezó a conocerse a Fuensalida con el sobrenombre de la Alemania chica del calzado, las fábricas de la ciudad contrataban autobuses para ir a buscar trabajadores a los pueblos más cercanos y era habitual continuar el trabajo en las casas para sacarse un sobre sueldo. Los pioneros comercializaban aquel calzado por los alrededores, Madrid e incluso llegó a exportarse alguna partida.

 

 

 

 

Varias décadas después de aquello, la tradición zapatera del lugar facilita dar aún con mano de obra especializada. A pesar de que la producción haya retrocedido en la última década y muchas empresas hayan echado el cierre, todavía hay quien retiene la profesión. En el municipio continúa siendo habitual el trabajo en casa, aunque bajo el régimen de autónomos. Desde las empresas se asegura que es habitual que exista un perfil de trabajadora que prefiera desarrollar la tarea del cosido desde su casa y trabajar para varias compañías en vez de sólo para una.

 

No obstante, hay posiciones más cualificadas para las que es más complejo dar con personal técnico. Es así relativamente sencillo dar con trabajadores más artesanos, mientras que es mucho más costoso encontrar empleados con conocimientos más técnicos porque hubo un periodo de vacío en el que la construcción absorbió a toda una generación. La propia estructura del sector en la localidad dificulta mantener un centro tecnológico que puedan tener otros clústers en España.

 

En Fuensalida, el sector conserva en la actualidad el centro tecnológico Asociación de Investigación y Desarrollo del Calzado Asdicat y de la Asociación Provincial de Industriales del Calzado de Toledo, presididas ambas por el empresario local Luis Miguel de la Morena. El lobby mantiene aún su protagonismo en el seno de la Federación de Industrias del Calzado Español (Fice) y coordina planes de formación, a pesar de que las compañías optan por internalizarlo por la discontinuidad de los cursos.

 

 

 

La fábrica de Pablosky es la mayor que permanece aún en el lugar, donde la deslocalización industrial y la llegada de producto asiático a España hizo estragos en el tejido industrial desde la década de los noventa. La compañía emplea a 300 trabajadores en Fuensalida y tiene capacidad para producir hasta 10.000 pares diarios. La empresa está actualmente pilotada por los representantes de la segunda generación, Jesús y Santos Martín Caro. A pesar de que el relevo generacional se produjo hace tiempo, es habitual continuar viendo casi a diario a su fundador en ella preguntando por cómo van las ventas.

 

Otras empresas que se mantienen en forme son Joma, que conserva algunas fases productivas junto con un almacén logístico de grandes dimensiones; Kangaroos, centrada también en la distribución, Tolino, la más antigua de la localidad, o Castellano, la única que mantiene la producción de este calzado característico del lugar, el clásico mocasín español, llegándose a apropiar incluso del nombre.

 

La digitalización y la robotización también han empezado a abrirse camino en la industria fuensalidana de la mano de Luisetti, que mantiene en la localidad algunos de sus procesos productivos. La compañía, que emplea a unos sesenta trabajadores, subcontrata el cosido en talleres externos, pero en su factoría en el polígono industrial ha introducido ya los primeros sistemas robóticos. En el caso concreto de Luisetti, su especialización en el calzado confort y en suela de poliuretano fabricado por inyección directa le ayuda en ello. De hecho, es mayor el reto de dar con talleres externos que abordar la revolución tecnológica porque han sido la parte más vulnerable de la cadena de valor durante las sucesivas crisis.