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Enrique Silla (Jeanologia): “No se trata de preguntar cómo cambiar, sino cuál es la razón de estar”

El empresario puso en marcha Jeanología junto a su tío José Vidal en 1993 como consultora especializada en procesos de acabado en denim. En 1999, la empresa lanzó su primera innovación: el láser textil y, en 2019, dio entrada en su capital a la gestora estadounidense de fondos Carlyle.

Silvia Riera

17 jul 2019 - 04:53

Enrique Silla (Jeanologia): “No se trata de preguntar cómo cambiar sino cuál es la razón de estar”

 

 

Enrique Silla, consejero delegado de Jeanologia, explica que, aunque en los noventa tenían la impresión de predicar en el desierto, creyeron en un proyecto de empresa que tuviera sentido, que fuera capaz de quitar el agua y el uso de productos tóxicos del proceso productivo. La apuesta de los grandes del retail de moda por la sostenibilidad ha dado un espaldarazo a la empresa en los últimos años, que ha pasado de facturar 32 millones de euros en 2015 a cien millones de euros en 2018.

 

 

Lee el reportaje completo en el Modaes.es Dossier

Sostenibilidad: La última frontera de la moda 

 

 

 

Pregunta: Pusieron en marcha Jeanologia en los noventa, ¿fueron unos visionarios?

Respuesta: En cuanto al deterioro al medio ambiente que producen los textiles, estamos exactamente en el mismo punto en el que estábamos entonces. Entonces ya teníamos la cifra del Banco Mundial, la que dice que el 20% de la contaminación del agua del planeta la produce la industria textil. Las cifras son tremendas.

 

P.: ¿Qué ha cambiado entonces?

R.: Lo que no había entonces es consciencia por parte de las marcas y consumidores de que la forma en que se diseñan y se fabrican los productos forma parte de su ADN. Si una marca contamina el planeta, esto también forma parte de su ADN. Cuando empezamos, más de una vez tuvimos la impresión de estar predicando en el desierto y si no hablábamos de reducir costes nadie nos hacía caso.

 

P.: ¿Hubo un momento en que cambió todo?

R.: El gran cambio fue en 2010, cuando las empresas empezaron a incorporar a responsables de responsabilidad social corporativa y se dieron cuenta de que la sostenibilidad no era márketing sino un nuevo paradigma, y que si no respetan el planeta tendrán un problema porque el consumidor no querrá marcas que antepongan su beneficio al respeto al medio ambiente. Nuestro argumento hasta 2010 había sido el de maquinaria para reducir costes y mejorar la creatividad, pero a partir de entonces fue el de sostenibilidad.

 

 

 

 

P.: ¿Fue entonces cuando se empezó a buscar soluciones?

R: Empezó a haber consciencia y demanda. Hoy, el 7% de los consumidores no están dispuestos a comprar una prenda, ni regalándosela, que contamine el planeta. Hace diez años, sólo un 1% estaba dispuesto a pagar un poco más por una prenda sostenible.

 

P.: ¿Es el denim el subsector de la moda más contaminante?

R.: No, pero el denim es el producto de mayor consumo dentro de la moda. Se producen entre 5.000 y 6.000 millones de pantalones vaqueros al año. Es una industria contaminante, por supuesto: en su proceso productivo se utilizan agua y químicos dos veces, cuando se le da el color y cuando se le quita. Pero quizás fabricar un vestido negro sea más contaminante.

 

P.: ¿Por qué apostaron por el denim?

R.: Porque pensamos que si éramos capaces de eliminar con tecnología el agua, los tóxicos y los vertidos en la fabricación de la prenda más popular, serviríamos de ejemplo para el resto de la industria, como un case study. También porque el denim representa la rebeldía, la inexistencia de clases. Es un icono. Hoy, el 30% de la producción global de vaqueros se realiza ya de manera sostenible.

 

 

 

 

P.: ¿Cree que la sostenibilidad en la moda se acelerará en los próximos años?

R.: No soy demasiado optimista, porque el avance de la contaminación es más rápido que la llegada de la tecnología para contrarrestarla. Y el gran contaminador son los sintéticos, el poliéster y la poliamida, porque son plásticos. El vaquero lo es en sus procesos, pero si termina en la basura, se degrada.

 

P.: ¿Quién está acelerando más en este terreno: la industria, la legislación o el consumidor?

R.: La hoja de ruta de la mayoría de las marcas es a largo plazo y el Gobierno no legisla hasta que los hechos ya suceden. La tecnología está, pero requiere inversión.

 

P.: ¿Es cara la sostenibilidad?

R.: No, pero requiere inversión de capital. Requiere cambiar el modelo productivo, pero luego se tiene un retorno, ya sea en el ahorro de agua, de energía o de químicos.

 

 

 

 

P.: Se acusa a los grandes de la moda de hacer greenwashing. ¿Está de acuerdo?

R.: Estamos en un momento de transformación. Aquellas marcas que en su día fueron gurús del denim porque inventaron, por ejemplo, el lavado a la piedra, un proceso muy contaminante, hoy están en plena transformación. Y deben realizarla manteniendo precios muy competitivos y continuando con un producto que sea bonito y cómodo. Las marcas están en un proceso de aprender. Se lo toman en serio, pero su ritmo es lento porque no quieren incrementar costes. No son cínicas, la concienciación es real, porque quien en menos de tres años no haya realizado esta transformación, habrá cerrado.

 

P.: ¿Las empresas sostenibles son hoy más atractivas para el capital que las convencionales?

R.: Nuestros socios, sin duda, están muy concienciados. Pero lo más importante no es la capacidad de atraer capital, sino la de atraer talento. Imagínese trabajar en una empresa en la que cada vez que levantase el teléfono contribuyera a un mundo mejor, donde el negocio es un gran bien. En Bangladesh, donde los ríos son azules, hubo un trabajador que nos dio las gracias por trabajar en una empresa que ayudaba a su país. Por otro lado, ya hay bancos que no dan crédito a la inversión en fuentes energéticas procedentes del carbón, por ejemplo. Es el right trend. Cuidar el mundo es un negocio excelente.

 

 

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