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Enrique Ortega (Icam): “Internet no es bueno ni malo para la moda, sólo ha puesto sobre la mesa problemas que ya existían”

Enrique Ortega Burgos, formado en Derecho y presidente de la sección de retail y franquicias del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (Icam), analiza cómo la Red y el fast fashion han elevado drásticamente el número de litigios entre operadores del sector moda.

L. Molina

22 may 2018 - 04:47

Enrique Ortega (Icam): “Internet no es bueno ni malo para la moda, sólo ha puesto sobre la mesa problemas que ya existían”

 

 

Enrique Ortega Burgos, formado en Derecho y presidente de la sección de retail y franquicias del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, es el director del libro coral Fashion Law, el primer gran tratado en lengua española sobre la aplicación del derecho en el sector. El experto trabaja como consultor de negocio y abogado, además de tener una intensa actividad docente como profesor en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y las escuelas de negocio IE e Isde. Ortega defiende que la moda cuenta con una buena protección legal, tanto del diseño como de los autores. Sin embargo, Internet ha supuesto un revulsivo, amplificando problemas ya existentes como los plagios o la venta de falsificaciones, cuyo rastreo es ahora más complejo y laborioso.  

 

 

Pregunta: ¿El diseño de moda está suficientemente amparado y protegido por la ley?

Respuesta: Sí. Otra cosa es si se puede perfeccionar, pero sí hay un buen marco legal para la protección de la moda general y del diseño en concreto. La normativa que tenemos en España es genérica, pero en el sector de la moda en mayúsculas, entendiendo textil, cosmética y perfumería, la piratería es mucho mayor que en otros sectores. No obstante, la protección también pasa por una mayor concienciación de la ciudadanía, porque estamos muy acostumbrados a comprar falsificaciones. Hay un negocio de moda muy grande de piratería y una gran permisividad en la compra de artículos falsos.

 

P.: El número de demandas entre diferentes actores ha crecido en los últimos años. ¿Por qué?

R.: Tiene que ver con la originalidad: crear algo nuevo y distinto es muy difícil. Entre la originalidad y la inspiración hay un gran recorrido. Las compañías son muy celosas de sus creaciones, ya sea un envase, un corte concreto o un ornamento. Los grupos invierten muchos recursos en márketing y, si les salen supuestos competidores que más que innovar se inspira en sus diseños, tienes el campo perfecto para un maravilloso conflicto legal. En este sector, la velocidad a la que se lanzas las colecciones y varían los diseños duplica la dificultad. Crear y ser original es muy complicado.

 

 

 

 

P.: ¿El aumento de los litigios está ligado al auge del modelo de fast fashion?

R.: Más que su causa, el fast fashion lo que ha hecho aumentar el número de conflictos, puesto que obliga a poner diseños nuevos encima del mostrador en un tiempo récord. Esto provoca que el elevado número de productos que hay que idear y lanzar ejerce presión sobre el proceso creativo.

 

P.: ¿Qué vertientes del diseño o aspectos de la moda en general resultan más complejos de proteger desde el punto de vista jurídico?

R.: El estampado a cuadros de Burberry, por ejemplo, es tan representativo de la marca que cualquier persona que lo vea lo identificaría con ella. Por lo cual, ya estamos hablando de protección de marca y no de diseño. Cuando el diseño se eleva de categoría y lo llevamos al terreno de la vinculación con la marca, el derecho le otorga una mayor protección. La propiedad intelectual, que algo se considere una obra de arte, es el reconocimiento más complejo de obtener. Por ejemplo, cuentan con dicha etiqueta algunos diseños de alta costura en el Museo del Traje o el zapato mojito de Julian Hakes, entre otros. En el mercado, la protección de los diseños es la principal. Más complicado de obtener es la protección de marca, porque se vincula con una compañía. Cuando a un chándal le pones unas rayas al lado, ya lo asocias tan fuertemente con Adidas que sería una vulneración de la marca.

 

 

 

 

P.: En las batallas legales por un diseño, ¿la justicia actúa con demasiada lentitud?

R.: La justicia en España es lenta, porque tenemos una sobresaturación en los juzgados civiles y mercantiles. Además, hay menos plazas judiciales de las que deberíamos tener y las partes también complican los procedimientos, porque tienden a recurrir y dificultar con todo tipo estrategias procesales el caso. La suma de todo ello genera una negación. La gente no quiere esperar una eternidad a tener una solución en primera instancia para que se resuelva un caso. Pero no sólo afecta a la moda, sino a todos los sectores.

 

P.: ¿Qué países protegen con mayor firmeza el diseño de moda y cuáles tienen una legislación más laxa?

R.: Todo el ámbito europeo tiene una buena protección de la propiedad intelectual e industrial. Los países tienen una honda preocupación por ello, porque saben las pérdidas que la piratería genera hoy para la industria y la usurpación de talento. Venezuela, en cambio, es un país donde la propiedad industrial e intelectual no está nada protegida, lo que genera una inseguridad jurídica a los operadores y los inversores. Desarrollar negocio en Venezuela cuando no tienes un marco de regulación adecuado aleja a las inversiones porque no les aporta seguridad.

 

 

 

 

P.: ¿Hay diferencias entre la protección del derecho de autor de un producto o el de una marca determinada?

R.: La propiedad industrial (marca, diseños y patentes) y la intelectual son dos cuerpos legales distintos. Y luego está la relación entre el derecho de autor y las ventajas que obtiene quien los tiene sobre la moda. Presenta ventajas de todo tipo, pero es mucho más complicada de obtener que la de un diseño, aunque este último tiene un periodo de protección menor.

 

P.: ¿De cuánto tiempo?

R.: Los diseños cuentan con una protección de cinco años, prolongable hasta veinticinco años, mientras que el derecho de autor se prolonga hasta setenta años después de su fallecimiento. Paquito el chocolatero sigue devengando ganancias a los herederos familiares de los autores desde que se popularizó. La propiedad intelectual da una protección ya no sólo frente al plagio, sino ante cualquier transformación parcial del diseño. El autor puede controlar la fabricación, la exportación, la oferta…. Todo lo que haga que un usuario tenga una impresión diferente. Aplicado a la moda es: no vas a modificar prácticamente nada.

 

P.: En el caso de una start up o una empresa pequeña con menos recursos, ¿es más complicado para ellos proteger sus creaciones?

R.: No es más complicado, aunque es cierto que hay cuestiones exceden su capacidad de recursos. Lo primero que necesita un joven diseñador o una empresa que empieza a hacer diseños es una marca, lo cual no supone un gran coste. Lo segundo es que no todos los diseños deben registrarse, sólo algunos. Con estas dos herramientas, la empresa tendrá un grado de protección ya relativamente amplio. Cuando un tercero se apropie de su reputación o realice actos de imitación o copias de diseño, ellos pueden acudir al sistema judicial, civil y penal, pudiendo obtener indemnizaciones o presionar para la toma de medidas cautelares como la detención de la producción hasta que se resuelva el litigio. La legislación le protege exactamente igual.

 

 

 

 

P.: Dado lo efímero de la moda, ¿compensa perseguir las falsificaciones de un determinado diseño?

R.: Si el diseño realmente como tal tiene la categoría que es protegible, por supuesto que sí. Al final quien tiene un derecho sobre un diseño industrial, igual que quien tiene una marca, tiene el mismo derecho a defenderlo. Aunque tenga un periodo de vida corto. Al final las indemnizaciones que va a tener que pagar quien atenta contra el derecho de propiedad industrial no compensan. Se pagan determinados volúmenes sobre la facturación. El daño puede estar hecho, pero gratis no sale.

 

P.: ¿Cómo ha impactado el auge de Internet y las redes sociales a la protección y el control del respeto hacia logos, productos y marcas?

R.: Internet prácticamente carece regulación de él. Es un operador donde se pueden distribuir productos desde cualquier punto del mundo y ha amplificado los problemas de la globalización. Internet no es bueno ni malo para la moda, sólo ha puesto sobre la mesa problemas que ya existían y los ha amplificado. Problemas como la distribución selectiva o el agotamiento de la marca nos los da Internet. En segundo lugar, las copias. Ya no hace falta que entren físicamente a través del top manta, sino que se pueden adquirir desde cualquier parte del mundo con una conexión. A día de hoy le pueden plagiar desde Bangladesh o China y distribuir sus productos a través de Irlanda. Internet ha globalizado y aumentado el problema de la piratería, obligando a las compañías a invertir muchos más recursos para protegerse de todos los ataques que reciben.

 

 

 

 

P.: En plena era digital, ¿qué herramientas se utilizan para rastrear y localizar al autor o distribuidor de una falsificación en la Red?

R.: Hay medidas para localizar IPs, la policia hace labores de rastreo y de búsqueda. El problema es cuando las falsificaciones se producen en jurisdicciones a las que no tenemos alcance. A lo mejor se desconoce quién está detrás a de una web. La delincuencia a través de Internet ha generado herramientas que dificultan las pesquisas legales.

 

P.: ¿Los pure players deben tomar un rol más activo en la lucha contra los usuarios que venden falsificaciones en sus plataformas?

R.: En Estados Unidos ya ha pasado. En concreto, hubo un pleito entre una plataforma y el fabricante en el que se persiguió a la compañía. Cuando distribuyes a través de un ecommerce, el problema son los usuarios de esas plataformas, que pueden subir un producto y el dueño desconoce el origen. Las plataformas sí tienen responsabilidad y adoptan medidas. En una disputa legal entre una firma de lujo y Ebay, el segundo demostró que tomaba muchas medidas para evitar que los productos que se subían fuesen falsos y que con esa empresa en concreto empleaban un código de control interno más estricto. Las plataformas de comercio online tienen códigos para evitar que se las acuse de culpables de este comercio ilícito.

 

 

 

 

P.: ¿Esas medidas de protección son suficientes?

R.: La industria de la moda le dirá que no son suficientes. Al final lo que pasará es que se irán incrementando poco a poco las medidas que ya existen, implementado nuevas formas de control sobre las imágenes y las descripciones de producto. El problema es si realmente hay un control sobre la declaración que el usuario está haciendo. ¿Está autorizado a vender por Nike u otra compañía? ¿Cómo saber si se trata de un distribuidor licenciado o un distribuidor en exclusiva? El usuario puede darse de alta hasta con nombres falsos. El material deportivo es de lo más falsificado, junto a los perfumes y los complementos, marroquinería. Louis Vuitton, Chanel, Dior… una plataforma no puede dedicando tantísimos recursos por esto, porque si no también pararía el comercio.