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El lujo vuelve a casa: los gigantes apuntalan su ‘sourcing’ en proximidad

Grupos como Hermès, Chanel o Kering llevan años tomando el control de sus proveedores para hacer frente a un triple desafío: la escasez de recursos, la rapidez y la sostenibilidad.

Iria P. Gestal

13 ago 2019 - 05:00

¿Hay tantos cocodrilos como para hacer 3.000 bolsos al año? ¿Tanta seda en el mundo como para vender carrés a los millones de pudientes de los países emergentes? ¿Puede el lujo artesanal ser masivo y global? Para grupos como Hermès, LVMH o Kering, la respuesta no es opcional. Los gigantes europeos del lujo llevan años acelerando las compras de proveedores y la construcción de nuevos hubs productivos en el continente que les vio nacer, y la razón es triple: asegurar su aprovisionamiento para seguir creciendo, apuntalar su sourcing en proximidad para adaptarse a los ritmos que marca hoy la moda y encarar el desafío, cada vez más apremiante, de la sostenibilidad.  Bajo la visión romántica de que Hermès o Chanel están salvaguardando oficios y proveedores casi milenarios se esconde un primer objetivo puramente financiero: vender más, seguir creciendo. La bolsa no perdona y, para los gigantes cotizados del lujo, crecer es desde hace años imperativo. Para ello deben asegurarse su aprovisionamiento de materias primas y artesanías que, por la propia definición del sector, se presuponen escasos y son, además, clave en su propuesta de valor, por lo que la dependencia es mayor que en otros segmentos de mercado.  Esta necesidad entronca con otra creciente tendencia de los últimos años, la sostenibilidad, que se ha instalado en los planes estratégicos de algunas compañías del sector. Kering, pionera en elaborar una cuenta de pérdidas y ganancias medioambiental, constata en su memoria de sostenibilidad que el 90% de su impacto se genera en su cadena de valor, principalmente en la producción de sus materias primas.  Hermès, Gucci o Louis Vuitton son algunas de las compañías que han abierto fábricas en proximidad en los últimos años  Pero ¿por qué Europa? Por un lado, porque es aquí donde se encuentran la mayoría de proveedores históricos de estos grupos. Por otro, porque es también aquí donde continúa estando, pese al avance de los emergentes, su principal mercado de consumo, por lo que reforzar su producción en proximidad les permite ganar flexibilidad y adaptarse a los cada vez más frenéticos ritmos del mercado.  La sostenibilidad fue uno de los argumentos que esgrimió Chanel después de una de sus últimas oleadas de compras de proveedores, en 2016. Ese año, la compañía controlada por los hermanos Wertheimer se hizo con Richard Tannery, proveedora de piel de cordero y adquirió una participación minoritaria en Sophie Hallette, un proveedor de tul y encaje con 130 años de historia cerca de la localidad francesa Calais, la meca del encaje.  Chanel, que comenzó su integración vertical en 1984 con la compra de Desrues, un productor de botones, controla también Barrie, un productor de cashmere de Escocia; Lesage, de bordados; Lemarie, de sombreros y Causse, de guantes.  El objetivo de Gucci pasa por reducir un 40% su número de proveedores   Sólo en los últimos dos años, Chanel ha entrado también en el capital del fabricante de relojería Montres Journe y en la curtiduría italiana Samanta, y se ha hecho con el 100% de la curtiduría española Colomer Leather. Hermès ha llevado esta apuesta por la integración vertical un paso más allá. En 2009, la empresa comenzó a criar a sus propios cocodrilos en Australia para garantizar su acceso a la materia prima de sus dos bestsellers: los bolsos Birkin y Kelly.  La empresa también se ha hecho con dos de sus proveedores históricos especializados en piel de ternera, Tannery d’Annonay y Tanneries du Puy, y ha reforzado su capacidad productiva con nuevas fábricas en el país que le vio nacer, Francia.  FOTO   Sólo en dos años, la empresa ha puesto en marcha dos nuevas factorías: Manufacture d’Hericout y Manufacture de l’Allen, ambas en el Franco Condado. El grupo opera también una tercera fábrica en la región, Manufacture de Selencourt, en activo desde finales de los noventa, y dieciséis centros en todo el país.  El objetivo de Hermès pasa por reforzar las tres unidades productivas del Franco Condado con miras a emplear hasta 780 trabajadores en ellas en 2023. Los tres centros se dedican a la producción de curtidos para la fabricación de bolsos de piel y artículos de marroquinería. El aprovisionamiento de cuero es también una de las obsesiones de Prada, que controla la curtiduría francesa Tannerie Megisserie Hevy, especializada en cordero, y mantiene una joint venture con su histórico proveedor italiano Conceria Superior. Kering también ha apostado por controlar hasta el inicio de su cadena de valor. La compañía, propietaria de Gucci, Yves Saint Laurent y Bottega Veneta, entre otras, tiene una participación mayoritaria en una granja de pitones en Tailandia y en la curtiduría especializada en piel de cocodrilo France Coco.   Louis Vuitton anunció la construcción de dos plantas para reducir los tiempos de entrega en una semana     La compañía también ha apuntalado su aprovisionamiento en proximidad con la puesta en marcha en los últimos dos años de dos nuevos hubs para Gucci, su joya de la corona, y Bottega Veneta. La primera de ellas abrió en 2018 un nuevo hub industrial en la localidad italiana de Scandicci, cerca de las oficinas centrales de la compañía. “Esta es la mayor inversión industrial en la historia de Gucci”, explicó entonces Marco Bizarri, presidente y consejero delegado de la empresa. Las nuevas instalaciones de Gucci, denominadas ArtLab, cuentan con una superficie de 37.161 metros cuadrados y emplean a 800 personas.  “Tres meses después de unirme a Gucci en enero de 2015, la idea era reducir un 40% el número de proveedores”, reconoció Bizarri. Cuando él se incorporó, sólo un 5% de la producción de artículos de cuero de Gucci se hacía en la empresa, mientras que actualmente ronda el 50%.   L’Oréal o Givaudan han reforzado su producción en Francia en lo que va de año  Bottega Veneta, por su parte, anunció el pasado junio la construcción de una tercera planta en su hub industrial en el Veneto, en Italia, de 6.000 metros cuadrados y destinada la producción de artículos de cuero.  El mayor grupo de lujo del mundo, LVMH, también ha reforzado su aprovisionamiento en proximidad. La empresa comenzó el año pasado la construcción de dos nuevas fábricas en las localidades de Sainte-Florence y Beaulieu, en el valle del Loira, con el objetivo de reducir los tiempos de entrega a una semana.  Furla, Ermenegildo Zegna o Burberry son otras de las empresas que en los últimos años han asegurado su aprovisionamiento con compras: la primera se hizo con el 100% del fabricante italiano Effeuno; Zegna se hizo con el productor de tejido Bonotto y Burberry compró la italiana CF&P. Con todo, la británica también dio un paso atrás en su sourcing en proximidad con la venta de los terrenos de su fábrica de Leeds.  La perfumería también apuntala su aprovisionamiento Los gigantes de la perfumería de lujo también han reforzado sus unidades productivas en proximidad y sacado la chequera para hacerse con sus proveedores. L’Oréal, el número uno del sector, anunció en abril una inversión de quince millones de euros para impulsar su producción de perfumes de gama alta en su fábrica de París.  También en la capital francesa, Givaudan abrió el año pasado un laboratorio digital para reforzar su área de innovación. El grupo británico Parterre, por su parte, cuenta con su propio jardín botánico en Inglaterra para cultivar las plantas aromáticas de sus perfumes.

 

 

¿Hay tantos cocodrilos como para hacer 3.000 bolsos al año? ¿Tanta seda en el mundo como para vender carrés a los millones de pudientes de los países emergentes? ¿Puede el lujo artesanal ser masivo y global? Para grupos como Hermès, LVMH o Kering, la respuesta no es opcional. Los gigantes europeos del lujo llevan años acelerando las compras de proveedores y la construcción de nuevos hubs productivos en el continente que les vio nacer, y la razón es triple: asegurar su aprovisionamiento para seguir creciendo, apuntalar su sourcing en proximidad para adaptarse a los ritmos que marca hoy la moda y encarar el desafío, cada vez más apremiante, de la sostenibilidad.

 

Bajo la visión romántica de que Hermès o Chanel están salvaguardando oficios y proveedores casi milenarios se esconde un primer objetivo puramente financiero: vender más, seguir creciendo. La bolsa no perdona y, para los gigantes cotizados del lujo, crecer es desde hace años imperativo. Para ello deben asegurarse su aprovisionamiento de materias primas y artesanías que, por la propia definición del sector, se presuponen escasos y son, además, clave en su propuesta de valor, por lo que la dependencia es mayor que en otros segmentos de mercado.

 

Esta necesidad entronca con otra creciente tendencia de los últimos años, la sostenibilidad, que se ha instalado en los planes estratégicos de algunas compañías del sector. Kering, pionera en elaborar una cuenta de pérdidas y ganancias medioambiental, constata en su memoria de sostenibilidad que el 90% de su impacto se genera en su cadena de valor, principalmente en la producción de sus materias primas.

 

 

 

 

Pero ¿por qué Europa? Por un lado, porque es aquí donde se encuentran la mayoría de proveedores históricos de estos grupos. Por otro, porque es también aquí donde continúa estando, pese al avance de los emergentes, su principal mercado de consumo, por lo que reforzar su producción en proximidad les permite ganar flexibilidad y adaptarse a los cada vez más frenéticos ritmos del mercado.

 

La sostenibilidad fue uno de los argumentos que esgrimió Chanel después de una de sus últimas oleadas de compras de proveedores, en 2016. Ese año, la compañía controlada por los hermanos Wertheimer se hizo con Richard Tannery, proveedora de piel de cordero y adquirió una participación minoritaria en Sophie Hallette, un proveedor de tul y encaje con 130 años de historia cerca de la localidad francesa Calais, la meca del encaje.

 

Chanel, que comenzó su integración vertical en 1984 con la compra de Desrues, un productor de botones, controla también Barrie, un productor de cashmere de Escocia; Lesage, de bordados; Lemarie, de sombreros y Causse, de guantes.

 

 

 

 

Sólo en los últimos dos años, Chanel ha entrado también en el capital del fabricante de relojería Montres Journe y en la curtiduría italiana Samanta, y se ha hecho con el 100% de la curtiduría española Colomer Leather.

 

Hermès ha llevado esta apuesta por la integración vertical un paso más allá. En 2009, la empresa comenzó a criar a sus propios cocodrilos en Australia para garantizar su acceso a la materia prima de sus dos bestsellers: los bolsos Birkin y Kelly.

 

La empresa también se ha hecho con dos de sus proveedores históricos especializados en piel de ternera, Tanneries d’Annonay y Tanneries du Puy, y ha reforzado su capacidad productiva con nuevas fábricas en el país que le vio nacer, Francia.

 

Sólo en dos años, la empresa ha puesto en marcha dos nuevas factorías: Manufacture d’Hericout y Manufacture de l’Allen, ambas en el Franco Condado. El grupo opera también una tercera fábrica en la región, Manufacture de Selencourt, en activo desde finales de los noventa, y dieciséis centros en todo el país.

 

El objetivo de Hermès pasa por reforzar las tres unidades productivas del Franco Condado con miras a emplear hasta 780 trabajadores en ellas en 2023. Los tres centros se dedican a la producción de curtidos para la fabricación de bolsos de piel y artículos de marroquinería.

El aprovisionamiento de cuero es también una de las obsesiones de Prada, que controla la curtiduría francesa Tannerie Megisserie Hervy, especializada en cordero, y mantiene una joint venture con su histórico proveedor italiano Conceria Superior.

 

Kering también ha apostado por controlar hasta el inicio de su cadena de valor. La compañía, propietaria de Gucci, Yves Saint Laurent y Bottega Veneta, entre otras, tiene una participación mayoritaria en una granja de pitones en Tailandia y en la curtiduría especializada en piel de cocodrilo France Coco.

 

 

 

 

 

La compañía también ha apuntalado su aprovisionamiento en proximidad con la puesta en marcha en los últimos dos años de dos nuevos hubs para Gucci, su joya de la corona, y Bottega Veneta.

 

La primera de ellas abrió en 2018 un nuevo hub industrial en la localidad italiana de Scandicci, cerca de las oficinas centrales de la compañía. “Esta es la mayor inversión industrial en la historia de Gucci”, explicó entonces Marco Bizarri, presidente y consejero delegado de la empresa. Las nuevas instalaciones de Gucci, denominadas ArtLab, cuentan con una superficie de 37.161 metros cuadrados y emplean a 800 personas.

 

“Tres meses después de unirme a Gucci en enero de 2015, la idea era reducir un 40% el número de proveedores”, reconoció Bizarri. Cuando él se incorporó, sólo un 5% de la producción de artículos de cuero de Gucci se hacía en la empresa, mientras que actualmente ronda el 50%.

 

 

 

 

Bottega Veneta, por su parte, anunció el pasado junio la construcción de una tercera planta en su hub industrial en el Veneto, en Italia, de 6.000 metros cuadrados y destinada la producción de artículos de cuero.

 

El mayor grupo de lujo del mundo, LVMH, también ha reforzado su aprovisionamiento en proximidad. La empresa comenzó el año pasado la construcción de dos nuevas fábricas en las localidades de Sainte-Florence y Beaulieu, en el valle del Loira, con el objetivo de reducir los tiempos de entrega a una semana.

 

Furla, Ermenegildo Zegna o Burberry son otras de las empresas que en los últimos años han asegurado su aprovisionamiento con compras: la primera se hizo con el 100% del fabricante italiano Effeuno; Zegna se hizo con el productor de tejido Bonotto y Burberry compró la italiana CF&P. Con todo, la británica también dio un paso atrás en su sourcing en proximidad con la venta de los terrenos de su fábrica de Leeds.

 

 

La perfumería también apuntala su aprovisionamiento

Los gigantes de la perfumería de lujo también han reforzado sus unidades productivas en proximidad y sacado la chequera para hacerse con sus proveedores. L’Oréal, el número uno del sector, anunció en abril una inversión de quince millones de euros para impulsar su producción de perfumes de gama alta en su fábrica de París.

 

También en la capital francesa, Givaudan abrió el año pasado un laboratorio digital para reforzar su área de innovación. El grupo británico Parterre, por su parte, cuenta con su propio jardín botánico en Inglaterra para cultivar las plantas aromáticas de sus perfumes.