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Del neumático al vulcanizado o cómo Sevillas puso el germen del calzado en La Rioja

Fundada en 1847 en la localidad riojana de Munilla, la empresa introdujo España la patente del vulcanizado y fue uno de los mayores pilares sobre el que se ha desarrollado la industria del calzado en la región.

S. Riera

30 jun 2017 - 04:47

 

Sevillas, germen de la industria riojana del calzado. Fundada en 1847 en la localidad riojana de Munilla, la empresa introdujo España la patente del vulcanizado y fue uno de los mayores pilares sobre el que se ha desarrollado la industria del calzado en la región. La compañía desapareció a finales de los ochenta, pero de su legado bebe la mayoría del clúster riojano del sector.

 

Pilotada desde sus inicios por la familia Sevilla, la compañía llegó a agrupar en la localidad vecina de Arnedo cuatro naves industriales que sumaban 50.000 metros cuadrados de superficie. De las antiguas instalaciones de esta factoría riojana, que llegaron a emplear a cerca de un millar de trabajadores, hoy ya no queda rastro. En su lugar hay varias promociones de viviendas fruto de la expansión de la ciudad.

 

No obstante, el calzado riojano y, en concreto, el de la zona de Arnedo, tiene mucho aún de Sevillas. De hecho, el único heredero de la saga de los Sevilla que continúa vinculado al negocio, Liborio Sevilla, está ahora al frente ahora de la compañía Nuevo Milenio, propietaria de Victoria. Liborio es el representante de la sexta generación del fundador de Sevillas, que se inició en la producción de calzado en la primera mitad del siglo XIX tras dedicarse al tintado textil.

 

 

Durante el siglo XIX y bien entrado el XX, la fábrica realizó zapatillas de tela con suela de neumático hasta que adquirió la patente e incorporó una nueva organización productiva que dejó atrás los procesos artesanales para abrazar otros industriales. En la década de los treinta, Sevillas abrió otra factoría en Arnedo, donde concentró el grueso de su actividad.

 

Con el tiempo, la factoría fue ganando magnitud a medida que fue incorporando procesos productivos para controlar toda la cadena de valor y solventar la falta de materias primas. En las mismas instalaciones se producía el caucho, el hilo, la tela, se tintaba y se montaba. Gran parte de la población de Arnedo y de los alrededores estuvo en aquel entonces vinculada de una manera u otra a la actividad de la fábrica.

 

Durante la posguerra, el vínculo entre los vecinos y la factoría fue incluso más allá de la actividad industrial y se extendió hacia servicios sociales, como sanidad o educación, que entonces no cubría la Administración. De la planta de Sevillas en Arnedo llegaron a salir entonces hasta 20.000 pares diarios.

 

 

La mejora de las comunicaciones y el desarrollo del tejido empresarial en el territorio facilitó el acceso de las materias primas e hizo innecesario el mantenimiento de ciertos procesos, que empezaron a externalizarse. Este cambio implicó una reducción de plantilla hasta 450 trabajadores. En las décadas sucesivas, con la introducción de tecnología, también fueron recortándose otros puestos de trabajo.

 

No obstante, la apertura comercial de España y la llegada de marcas extranjeras, junto con el cambio de la distribución y de los hábitos de consumo dieron la estocada final a Sevillas, que echó el cierre a finales de los ochenta. Su marca comercial, La Cadena, todavía persiste y sigue en manos de Calzados Lumen, con sede en Lardero, también en La Rioja.

 

“En los años sesenta, la producción estaba vendida”, recuerda Liborio Sevilla. “Los problemas estaban en la innovación tecnológica para producir más y de manera más eficiente, mientras que ahora es al revés, hay que preocuparse sobre vender y no en producir”, señala.

 

Liborio, que estuvo diez años en la empresa familiar, salió de ella poco antes de que echara el cierre. Años después, cuando su competidora Victoria encaraba un proceso concursal, un grupo de inversores, entre los que se encontraba él, decidieron adquirir la marca y poner de nuevo su contador a cero.