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Cuca Solana: “La moda vende país del mismo modo que lo hace un Rafael Canogar o un Eduardo Chillida”

Silvia Riera

18 jul 2014 - 04:50

 

 

Cuca Solana, nombre con el que se conoce a Leonor Pérez Pita, ha estado al frente de la pasarela Mercedes-Benz Fashion Week Madrid desde su primera edición en 1985, cuando era simplemente Cibeles. La próxima convocatoria del evento, con Desigual como cabeza de cartel, representará un antes y un después en la trayectoria de este certamen, que tiene sus orígenes en la Movida madrileña. Solana defiende que, a pesar del espíritu artístico del inicio, la vocación de la pasarela siempre ha sido unir el diseño con la industria.

 

Pregunta: Desigual en Cibeles, quién lo iba a decir...

Respuesta: Bueno, Cibeles siempre ha intentado estar cerca de la industria. Ya en los inicios, decidimos llevar la pasarela a la Casa de Campo, que es donde se celebraba la Semana de la Moda, para unir los dos eventos. Luego pasamos un tiempo separados, pero desde que en 1996 Ifema se hizo cargo de la pasarela hemos intentado coincidir, siempre que se pudiera, con la feria de moda.

 

P.: ¿La vocación de Cibeles siempre ha sido unir diseño con industria?

R.: Cibeles surge porque en Madrid se celebraba la feria más importante de productores de moda y queríamos apoyarla con desfiles. Si no hubiese existido esa feria de moda, a lo mejor no se hubieran hecho los desfiles. Hasta entonces había desfiles sueltos: Paco Casado por su lado, Francis Montesinos por otro y Manuel Piña por otro. Pero nos unimos. Al principio fueron tan solo siete los que desfilaron bajo una carpa.

 

P.: ¿Una carpa?

R.: Sí, sí. Le alquilamos el circo a Teresa Rabal en la plaza de Colón. Llovía a mares. No tenía nada que ver con los montajes actuales. Para entrar las modelos tenían que levantar la lona... pero repito: siempre ha habido la idea latente de lo importante que es la industria para el diseño y el diseño para la industria. Y uno de los grandes retos que ha tenido siempre la pasarela ha sido llegar a esa unión.

 

P.: Pero España ha pasado de tener pequeñas marcas de prêt-à-porter a gigantes de la distribución…

R.: En todo este tiempo han surgido en España las grandes marcas que han incorporado diseño, como Mango, Zara o Desigual. Sucede que no son las marcas de diseñador de antes. Pero, en cambio, en Ego, la plataforma para apoyar a los jóvenes que empiezan, es curioso ver que muchos de los chicos que participan vienen de Inditex o de Mango. Ese diseño, teóricamente anónimo, pero muy nuestro, está en las marcas.

 

P.: ¿Por qué cree que a Inditex y a Desigual les interesa estar en la pasarela?

R.: Tratan de decir ‘nosotros también estamos en la moda de nuestro país’.

 

P.: ¿Le hubiera gustado que, en vez de dar marcas de gran consumo, España hubiese dado más marcas de diseñador, como Francia o Italia?

R.:¿Quiere decir que en España no tenemos un Armani? Eso ya no es un problema de la fashion week, sino de una industria potente que lo hiciera funcionar. Si hablamos de la presencia de una marca como Desigual en la pasarela le diré: ¿qué ocurre en Nueva York? ¿O en 080? ¿Hasta qué punto se puede decir esto es moda o esto no es moda? ¿Cuándo sale a saludar un diseñador? Desigual tiene una colección diseñada por Christian Lacroix. Olvidémonos de que son dos mundos opuestos o enfrentados. Tienen que coexistir y cuanto más juntos estén uno de otro, mejor para todos.

 

P.: ¿España podría tener un Armani?

R.: ¿Por qué no?

 

P.: Además de talento, ¿qué sería necesario para tener una marca de este calibre en España?

R.: Que te apoye una industria. Punto.

 

P.: ¿Y nuestra industria podría apoyar?

R.:¿Acaso soy yo el guardián de mi armario? [Ríe] Esta es la lucha que tenemos. O la industria te apoya o tienes unos padres ricos o te toca la Bonoloto. No hay otra. El diseñador tiene que ser consciente de que si se casa profesionalmente con un empresario, él tiene que seguir unas determinadas pautas. En los primeros Cibeles, los diseñadores se peleaban porque su desfile fuera a las doce de la noche. Había bofetadas. Y no se te ocurriera decirle a un diseñador que desfilara a las diez de la mañana porque te decían que ni hablar, que quién iba a ir. Entonces los desfiles tenían otro público, eran otra cosa. También éramos todos más jóvenes, teníamos el desfile a la una de la madrugada y luego nos íbamos al bar de Antonio Alvarado. Y llegabas a tu casa, te duchabas y volvías a la siguiente pasarela. Algunos de ellos llegaron a ser industria, como Adolfo Domínguez o Roberto Verino, pero estos fueron sus inicios.

 

P.:  Quizás no tendremos un Armani, pero muchas marcas, como Roberto Verino, suenan a italiano y funciona.

R.: Sí, antes buscaban a las marcas un nombre que sonase a italiano o a francés. ¿O se cree que don Emidio Tucci existe? Fue con la llegada de Paco Casado o Manuel Piña que se empezaron a utilizar nombres de verdad. Los de antes, todavía italianizaban su nombre. El Verino de Roberto viene de Verín, de Orense.

 

P.: ¿Había un complejo de inferioridad en España?

R.: Claro. Tengo una anécdota de Lola Flores cuando vino a un desfile de Victorio & Lucchino. Se sentó en primera fila y me dijo que estaba muy contenta porque por fin podría ver ¡a Luchino Visconti! Si llegan a llamarse José Victor y José Luis no hubieran llegado a ningún sitio. Lo mismo ocurrió en la España de los cincuenta cuando todas las cafeterías tenían nombres de estados americanos: Texas, California, Nebraska, hasta que llegó un día en que lo bueno era llamarse Casa Manolo.

 

P.: En resumen, al principio la moda española sonaba a italiano…

R.: Sí, pero con un nivel de creatividad increíble. En los primeros desfiles, a Madrid venía lo mejor de la prensa extranjera. Pero no había producción. En el camino se han quedado muchos. Por Cibeles, desde que empezó, han pasado más de 200 diseñadores.

 

P.: ¿Quiénes empezaron Cibeles?

R.: Manuel Piña, Domingo Córdoba, Antonio Alvarado, Adolfo Domínguez, Jesús del Pozo, Jorge Gonsalves y María Moreira. Paco Casado fue la anécdota. Estaba en la lista, pero le hacía el muestrario un taller chino y le cosieron las mangas al revés y no pudo desfilar.

 

P.: ¿Con qué ilusión empezaron?

R.: Con una ilusión loca. Entonces el Gobierno lanzó una campaña que se llamó Moda de España con un porrón de dinero, que lo dio a Madrid y a Barcelona con la condición de que Madrid sacara sólo mujer y Barcelona, sólo hombre. Entonces, tanto la pasarela de Madrid como la de Barcelona estaban subvencionadas en una parte por el Gobierno central y, sobre todo, por los gobiernos autonómicos.

 

P.: ¿Sigue estando subvencionada Cibeles?

R.: Estuvo subvencionada. La Generalitat de Cataluña sigue dando dinero a 080, pero aquí la Comunidad de Madrid ya no invierte nada. La pasarela de Madrid la costea Ifema gracias a todas las otras ferias. Siempre digo que Cibeles es la única unidad de gasto. Tuvimos apoyo de la Comunidad de Madrid hasta hace seis años e Ifema asumió su coste.

 

P.: Por tanto, los patrocinadores son cruciales. Mercedes-Benz se llevó por delante incluso el nombre original de la pasarela…

R.: Sí, pero por otro lado tenemos el mismo nombre que Berlín o Nueva York.

 

P.: Pero, ¿no duele perder el nombre?

R.:¡Hombre claro, sobre todo porque me inventé el nombre yo!

 

P.: ¿Y por qué se decidió por Cibeles?

R.: La pasarela de Barcelona acababa de empezar y tomó el nombre de Gaudí, del arquitecto. Entonces pensé en cuál era el nombre más emblemático de Madrid en ese momento y se me ocurrió la diosa Cibeles.

 

P.: ¿El futuro ha sido tal y como lo imaginaban?

R.: Ha ido más lento en la unión con la industria. Le mentiría si dijera lo contrario.

 

P.: ¿Y qué ha fallado, entonces?

R.: No sé si falló el industrial o el diseñador. Se han realizado varias uniones, con Alvarado, Duyos o Jesús del Pozo, pero claro, es como si tu padre te obliga a casarte, tú no quieres y te lleva a la fuerza. El fabricante también tiene que darse cuenta de que no son lo mismo sus puntos de venta habituales de batas o trajes chaqueta a los de la ropa de diseñador. Pero, afortunadamente, todo va cambiando.

 

P.: ¿Qué diseñadores españoles se conocen en el extranjero?

R.: Pocos. Ágatha Ruiz de la Prada, Adolfo Domínguez, Antonio Miró… y poco más. Hoy, son estas grandes marcas, como Zara, las que tienen acceso a más sitios y van abriendo camino a los diseñadores. No lo podemos negar. Si vas a Copenhague, encuentras un Zara.

 

P.: ¿Tan importante es para el país tener una pasarela? ¿Por qué a la política le interesa la moda?

R.: Del mismo modo que hace pocos días el Gobierno entregó los Premios Nacionales a la Moda. La moda vende país y, por tanto, a los políticos les interesa la moda. En el mismo sentido que puede vender país un Rafael Canogar o un Chillida. Fíjese que hace unos años en este país había más pasarelas que provincias.

 

P.: ¿Mercedes-Benz Fashion Week Madrid podría colarse en el circuito internacional, este selecto club cerrado que forman París, Milán, Londres y Nueva York?

R.: Las dos grandes de siempre han sido París y Milán. Son intocables. Son la tradición. Nueva York está de moda, igual que Cibeles lo estuvo en los ochenta. París tiene la tradición; Milán, la industria.

 

P.: ¿Para qué sirve la pasarela?

R.: Para difundir lo que se está haciendo. Durante los cinco días en que se celebra hoy Cibeles pasan entre 1.200 y 1.300 periodistas. El primer papel que tuvo la pasarela era decir ‘eh señores, que aquí hay diseñadores’. Ese fue el grito de los primeros. Sin olvidar la industria, porque luego, cuando llegaban los primeros pedidos, había que servir y había que servirlo a tiempo. Recuerdo que Saks le devolvió toda la colección a un diseñador por haberla entregado fuera de tiempo.

 

P.: Por tanto, interesa la moda e interesa la moda española, pero no se ven tiendas de sus diseñadores en las principales calles de Madrid.

R.: Producen de una manera casi artesanal, que además de encarecer el producto, limita su colección. También existe el problema de la tienda que no paga al diseñador, incluso habiendo vendido su colección.

 

P.: Si cuesta producir y cuesta distribuir, ser diseñador hoy tiene un gran mérito…

R.: Pues sí, pero todo se andará… La gente busca moda española cada vez más.

La nueva generación de diseñadores que sale de las escuelas, ¿tiene otras expectativas? Nacen con los pies más en la tierra, conociendo la realidad del país. Sabiendo que si tienen un industrial, tienen que plegarse. La vida de algunos diseñadores de antes, de me acuesto a las tres de mañana y me levanto a la una, ya no existe. En los ochenta, la moda no era sólo vender, iba más allá. La moda era también parte de la Movida madrileña. Entonces, a los diseñadores se les preguntaba quiénes eran sus musas.

 

 

 

 

P.: ¿Cree que el consumidor está dispuesto a pagar por una prenda de un diseñador español?

R.: Si está bien hecho, se paga. Este es un país en el que, unos años atrás, las señoras se pasaban los figurines y, si se llevaba el color fucsia, cogían la blusa y la teñían en casa. Creo que esto no ha pasado en otro país del mundo. En España hay ganas de moda. ¿Cree que a la gente no le gusta pasearse por la milla de oro y decir esto, esto y esto me lo compraría?

 

P.: ¿Al consumidor español le falta poder adquisitivo?

R.: Sí y no. Habrá que ver qué ocurre el día que el diseñador español pueda producir en mayores cantidades y bajar el precio. Recuerdo una anécdota que contó Elio Berhanyer de Balenciaga. Cuenta que cuando Balenciaga regresó a París, ya en sus últimos años,  le escribió que allí había una señora que se llamaba Petra Porter ¡que se estaba forrando!

 

P.: Ahora quien manda es la gran distribución. Uno de los últimos ejemplos es la unión entre Custo Barcelona y Lidl. ¿Qué le parece?

R.: Creo que Custo Barcelona no pierde, sino que gana. Creo que abrirse a ello es importante. H&M, sin ir más lejos, lo está haciendo constantemente.

 

P.: Si la gente compra moda en la gran distribución es porque busca precio, ¿no?

R.: ¡Tururú! ¡No sabe qué precios tiene Zara en Copenhague!

 

P.: ¿Cómo ha transformado el retail a la moda?

R.: Una de las cosas que han inventado ha sido el escaparatismo. El escaparate de antes consistía en intentar aprovechar el máximo de espacio para mostrar todo lo que se tenía. Recuerdo en Saks, en los ochenta, un enorme escaparate, con un solo maniquí, que ponía Donna Karan. Y nada más. Zara entró con un escaparate limpio y claro, para que la gente se fijara más.

 

P.: ¿Cree que el consumidor compra hoy más cantidad que calidad?

R.: ¡Y luego termina devolviendo la mitad porque no le gusta! La gente sabe lo que está bien hecho y lo compra. Soy de las que cree que hay cultura de moda. Las chicas jóvenes ven Sabrina y estoy segura que dicen ‘lo quiero, lo quiero y lo quiero’. Eso sí, ahora tienes las bailarinas a todos los precios. ¿Cree que a mi nieta, que fue gótica, no le encantaría una chaqueta de pitón de Etxeberría? Otra cosa es que la pueda pagar, claro.