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Chiruca: del fuselaje de un avión a las montañas de medio mundo

S. García

17 oct 2013 - 04:30

Excursiones por la montaña, travesías por los Pirineos o el Camino de Santiago son tres ejemplos en los que unas Chiruca cobran protagonismo. Aunque son muchas las personas que las conocen, las utilizan o las recomiendan, pocos son los que saben la historia que se esconde tras estas botas.

 

Lluís Fontfreda i Castanyer es el responsable de que hoy en día sean muchos los que lucen unas Chiruca en montañas de medio mundo. Este ingeniero textil, que había estudiado en Alemania pero que residía en Tortellà (Girona), presenció el derribo, por parte de la resistencia francesa, de un avión alemán en los Pirineos durante la I Guerra Mundial. Entonces, decidió utilizar el fuselaje del aparato, que cayó cerca de su pueblo, para fabricarse unas botas.

 

Fontfreda quería imitar el calzado que utilizaban los franceses que cruzaban la frontera escapando de la guerra, unas botas que le gustaban pero que en España no se encontraban.

 

Fue entonces cuando el ingeniero textil recubrió de caucho las suelas de cáñamo de sus alpargatas para que pudieran resistir al desgaste del terreno montañoso. A este calzado lo bautizó como Chiruca, en homenaje a su mujer Mercedes, a la que llamaba de ese modo por el diminutivo que se utiliza para ese nombre en Galicia, su tierra natal. Así nació la marca de calzado Chiruca.

 

Durante la Segunda República, el Estado expropió a Fontfreda su empresa de calzado, pero tras la Guerra Civil la recuperó. En los cuarenta, Chiruca era, junto a otra empresa vasca, la compañía que más calzado producía en España. Veinte años más tarde, las botas de Chiruca pasaron a los pies de los integrantes del movimiento estudiantil universitario y el movimiento obrero, que las calzaban en las manifestaciones.

 

En los años setenta, la actividad de Chiruca comenzó a menguar rápidamente por la entrada en España del conocido como calzado blanco, liderado por enseñas como Puma o Adidas. Esa competencia hizo que la compañía cayera y no consiguiera salir adelante.

 

En 1987, la enseña, que se encontraba fuera del mercado y sin ningún tipo de actividad, llamó la atención de una empresa de La Rioja especializada en calzado: Calzados Fal. Entonces, la compañía se puso en contacto con los propietarios de la marca y se hizo con la licencia de fabricación y uso de Chiruca.

 

De este modo, las botas comenzaron a producirse en la localidad de Arnedo (La Rioja), en una fábrica de 14.000 metros cuadrados en la que actualmente trabajan 170 personas. El buen resultado del relanzamiento hizo que, en 2002, Calzados Fal se hiciera con el control de la marca.