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Anna Sáez de Tejada (Iese): “Es difícil mantener los precios bajos y hacerlo todo bien detrás”

La profesora en Iese es experta en visibilidad y transparencia de las cadenas de suministro en el textil, licenciada en Matemáticas por la Universitat Politècnica de Catalunya y doctora en gestión de operaciones por Ucla.

Iria P. Gestal

17 ene 2022 - 04:58

Anna Saez de Tejada (Iese): “Es difícil mantener los precios bajos y hacerlo todo bien detrás”

Fotografía: Rubén Vaquero

 

 

Con un pin de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU en la solapa y una permanente sonrisa, Anna Sáez de Tejada se define a sí misma como una idealista. Licenciada en Matemáticas por la Universitat Politècnica de Catalunya y doctora en gestión de operaciones por Ucla, Sáez de Tejada trabaja hoy como profesora en Iese, y su foco de investigación es, entre otros, la visibilidad y transparencia de las cadenas de suministro en el textil. La académica defiende que la única manera de abordar la transición sostenible es mediante la colaboración global, con las marcas asumiendo responsabilidad sobre toda la cadena y, también, cediendo en precio y rentabilidad. “Los inversores preferirían que el cielo sea el límite, pero no se puede tener un crecimiento ilimitado sin analizar las consecuencias”, afirma.

 


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Pregunta: ¿Qué es ser sostenible?


Respuesta: Es muy difícil, porque hay un montón de dimensiones. La gente piensa que tiene que ver con la producción: con qué materiales se ha hecho una prenda de ropa, cómo estaba la gente trabajando, había niños trabajando, había extintores en la fábrica, les pagaban bien… Pero luego el consumo y el posconsumo también puede ser más o menos sostenible. Una prenda puede estar hecha con el mejor material y luego la lavas fatal o la usas dos días y termina en el vertedero. Así que hay muchísimas dimensiones, incluso en la producción: podría ser una prenda hecha de algodón orgánico o viscosa, pero hecha por un niño. Hay que tener una visión holística para que no se nos escape nada.

 

P.: Y si una empresa de moda quiere comenzar el camino hacia la sostenibilidad, ¿por dónde empieza?


R.: Lo primero es asegurarse que los productos están bien hechos, cumpliendo la ley. Y después, hay que ir un poco más allá: es cierto que en Camboya hay un salario mínimo, por ejemplo, pero la empresa puede dar un paso más. Esto es para que el producto cuando llegue a tienda esté bien hecho, que hasta ese punto sea sostenible. Ahora, la tendencia es tender cada vez más entrar en el mundo circular: ya no es sólo encargarse de que tu producto esté bien hecho, sino de recoger el producto usado, qué se hace con él, ayudar a que la ropa sea más fácil de arreglar…

 

P.: ¿El problema de la sostenibilidad en moda es operativo o de modelo de negocio?


R.: Es difícil, porque ambas están entrelazadas. Hay un problema operativo, de cómo se hacen las cosas, pero también de modelo de negocio: el sector se ha movido mucho hacia la moda rápida, que supone producir más y consumir más… Y también hay un problema desde el punto de vista del consumidor, que consume mucho porque es la tendencia actual.

 

P.: Ha mencionado el fast fashion, ¿pero no es más sostenible ser rápido y tener menos stock?


R.: Es más sostenible, pero eso no es rapidez sólo, es ser lean, fabricar justo el stock que se necesita, lotes pequeños, reaccionar a la demanda, no tener excedentes… Esto es súper sostenible. Pero quizás no hace falta que cada quince días salga una colección nueva. Si se puede hacer esto mismo, pero con productos duraderos, reciclables, reusables… Tanto mejor.

 

P: ¿Hasta dónde debe llegar la responsabilidad del distribuidor?


R.: Esta es una reflexión en la que quizás deberíamos implicar a filósofos o profesores de ética. Yo hice mi doctorado sobre subcontratación no autorizada, y en cada recorte de los periódicos que analicé no pone “estos proveedores de Li&Fung han hecho esto”, pone “Zara tiene un taller en Brasil con no sé cuántos bolivianos”, “Mango tenía un taller en Turquía con refugiados sirios”, y no era el taller de Mango, sino el proveedor del proveedor de Mango. Hay una cadena de proveedor a proveedor, pero al final quien sale en primera plana es Zara o Mango. Los medios y el público ya han atribuido una responsabilidad a la marca. Y además, aunque haya una cadena de suministro compuesta por distintos eslabones, es cierto que las marcas acumulan muchísimo poder, y con gran poder viene gran responsabilidad. Si tienes tanto poder sobre tus proveedores tienes que saber ayudar como mínimo a que ellos hagan las cosas también bien.

 

P.: Pero, ¿hasta qué punto? ¿Un retailer es responsable de los campos de algodón?


R.: Ha habido campañas en la prensa que ya le han atribuido esa responsabilidad, como ha ocurrido con los uigures, por ejemplo. Si el nombre queda manchado, ya está. Hay que empezar por la primera capa de proveedores. Cuando eso esté arreglado, ir a por la segunda. Yo soy muy idealista y sin embargo entiendo que no se puede tener todo en un día, hay que ir paso a paso.

 

 

 

 

P.: Las marcas tienen muchos objetivos sostenibles. ¿Pero se está trasladando esa responsabilidad a los proveedores?


R.: Es muy difícil, y hay que negociar. En Iese hacemos un caso, que escribió mi colega Frederic Sabrià, sobre cuando Inditex decidió que los sueldos tenían que subir un 20% en Camboya. ¡Y eso está perfecto! Pero Inditex siguió pagando lo mismo.  Y el proveedor de Mataró tuvo que comerse ese coste o pasarlo a su proveedor de Camboya. Hay una negociación, y el proveedor tiene a menudo mucho menos poder que la marca, y la marca tiene que saber qué es realista pedirle al proveedor. Cada vez es más habitual colaborar en lugar de tener una negociación competitiva.

 

P.: ¿Y la responsabilidad del cliente, hasta dónde llega?


R.: Al final somos nosotros los que consumimos, decidimos cuánto y cómo, y las marcas reaccionan a nuestra demanda. El cliente tiene que saber que nuestras decisiones tienen consecuencias. Otro tema del que he leído mucho es sobre si los clientes quieren que la ropa sea sostenible y si están dispuestos a pagar la diferencia. Y sí, mucha gente quiere que todo sea sostenible, el café, el té, la fruta… Pero un porcentaje mucho más pequeño está dispuesto a pagar lo que cuesta de más. Al final hay que entender que no hay milagros, no se puede tener todo, blusas a veinte euros, de poliéster y sostenibles.

 

P.: ¿La moda sostenible será necesariamente más cara?


R.: Si se han recortado los costes tanto también recortando esquinas, saltándose algunas reglas, es muy difícil seguir con los mismos precios bajos y hacer las cosas bien detrás. No significa que la moda sostenible tenga que ser muy cara: en el caso de Inditex, esa subida de 20% de salarios serían unos cinco céntimos por prenda, así que no tiene por qué ser mucho más cara. Pero es cierto que no se pueden pedir peras al olmo, y el consumidor tiene que saberlo. Otro factor es cómo se consume: quizás deberíamos bajar de estándar y en lugar de tener veinte blusas podríamos tener quince de mucha más calidad, y hacerlas durar mucho más tiempo.

 

 

 

 

P.: ¿Los modelos como el alquiler o la segunda mano pueden ser una vía para que el sector siga creciendo de forma más sostenible?


R.: Es curioso porque hay retailers que están entrando en esto y otros que no lo están haciendo para nada. Macy’s y Banana Republic ya están entrando, en cambio otros de los grandes han dicho muy claro que esto no forma parte de su modelo de negocio. Para algunos es una oportunidad y otros no lo ven así.

 

P.: ¿Deben ser los grandes quienes lideren el cambio? ¿Pueden hacerlo?


R.: Están liderando muchas cosas. Inditex está invirtiendo un montón de dinero en start ups que investigan cómo se puede reciclar la ropa, están trabajando mucho en materiales… H&M está ofreciendo la posibilidad de reparar la ropa en algunas tiendas, y eso es muy circular. Hace muchísimos años que recoge la ropa para reciclar… Parece que sea incompatible, que tengan el incentivo contrario, pero si el consumidor pide que se hagan las cosas distintas tendrán que liderarlo, y están en la mejor posición porque tienen más recursos.

 

P.: ¿Pero el tamaño no es también un hándicap para abordar una transformación tan ambiciosa?


R.: Claro, es mucho más fácil que una start up de diez personas se reinvente, pero no tiene el poder de negociación para ir a un proveedor a decirle cómo tiene que hacer las cosas. Las empresas tienen que estar preparadas para hacer cambios, porque el mercado también lo hace.

 

P.: En el futuro, ¿la moda será sostenible o no será?


R.: Todo. O todo es sostenible muy pronto o todo va a no ser.  Tenemos sólo hasta 2030 para los objetivos de desarrollo sostenible y vamos muy justos.

 

P.: ¿Alguna vez en la historia ha habido alguna transformación similar?

R.: Ha habido la revolución industrial, la producción en serie… Y han sido cambios muy rápidos y muy abruptos, y que han llevado a una prosperidad distinta. Pero ninguna de estas veces había ese deadline tan inminente, en que si no estamos todos a la par todos caemos juntos.

 

 

 

P.: ¿Falta más regulación?


R.: Es muy difícil. Es posible regular localmente, y en este sentido la Unión Europea está haciendo mucho, sobre todo en electrónica, con el derecho a reparar. Sí se puede legislar que se puedan reparar las cosas, que cada ciudad tenga puntos de recolección de textiles usados, todo lo que es posconsumo. Se está legislando ya que las exportaciones de algunos tipos no sean posibles porque no podemos usar Latinoamérica o África como si fuera un basurero…Pero es muy difícil hacerlo global si no actuamos todos juntos. Después del Rana Plaza, por ejemplo, muchas marcas de ropa se pusieron las pilas y Bangladesh legisló de acuerdo a lo que ellos les pedían.

 

P.: Pero tanto el Accord como el ACT fueron iniciativas privadas…


R.: Cierto, porque Bangladesh no quiere ser el país que legisle en contra y que todo el mundo se vaya a Camboya o Vietnam, por eso hay que ir todos a una.

 

P.: ¿Se puede hacer algo desde la Unión Europea?


R.: En California, por ejemplo, si eres una empresa de un cierto volumen tienes que declarar cuánto estás haciendo para asegurarte de que en toda la cadena de suministro no haya condiciones de esclavitud o parecidas. Y es sólo declarar qué estás haciendo, ni siquiera garantizar que no existan, pero eso tiene un efecto real. Las cadenas de suministro de estas empresas mejoraron sólo por tener que declararlo.

 

P.: ¿Falta ciencia a la hora de hablar de sostenibilidad en moda?


R.: Medirla es difícil. Está el índice de Higg de la Sustainable Apparel Coalition, y es un buen inicio. Porque ser sostenible para unos puede significar usar un material reciclado y para otros tener un punto de recolección de ropa usada. Pero la sostenibilidad es un concepto de muchísimas dimensiones y hay que actuar en cada una de ellas. Está bien que empiecen a haber estas iniciativas que permitan tener un marcador. Igual que el Fashion Transparency.

 

P.: ¿Se podría regular?


R.: Sí, y debería exigirse al menos que cuando digas que una prenda está hecha con material reciclado, que especifiques en qué porcentaje. Más que legislar, habría que poner un poco de orden en las ecoetiquetas. Muchas marcas tienen una línea “verde”, pero ¿qué significa? No tiene por qué ser todo iniciativa pública ni toda privada, pero sí tiene que haber sellos que la gente pueda entender.

 

P.: ¿Cómo tiene que cambiar la cadena de suministro?


R.: Idealmente, que todo se produzca en local. Ya no sólo por sostenibilidad, ya hemos visto que cuando se produce una disrupción, en una cadena tan globalizada, todos fallamos a la vez. Además, también sirve para tener esa capacidad de reaccionar a la demanda y no producir de más. Claro que aquí ya no hay infraestructura para producir toda la ropa que consumimos, así que eso no se hace de un día para otro. Pero sí hay cierta tendencia de traer la producción algo más local, hasta cierto punto, no se puede plantar algodón en Galicia. Traerla a países que estén en condiciones laborales buenas para asegurarte que cuando tú no estás mirando tu proveedor está haciendo las cosas bien. También hay marcas que se están integrando verticalmente, pero por lo general todavía no es muy rentable. Otra tendencia es dar formación: HP o Gap forman no sólo a sus proveedores, sino a los proveedores de sus proveedores. Así que, si sale a cuenta, integrarse verticalmente sería una opción, y sino al menos asumir la responsabilidad sobre la cadena de valor entera, mediante formación. Otro factor es la transparencia, que ya empieza a estar establecida: antes se consideraba secreto industrial y ahora todo el mundo dice sus proveedores. En este sentido, H&M, que comunica los proveedores de cada producto, está poniéndose al frente y esto podría ser una ventaja competitiva.

 

 

 

 

P.: Si ser sostenible supone inversión y el consumidor no está dispuesto a pagar más, ¿hay que sacrificar rentabilidad? ¿Los inversores están dispuestos a aceptar eso?


R.: Ojalá sí… Es muy difícil. Todos hemos vivido con un confort y una prosperidad durante unos ciertos años y quizás tenemos todos que dar algo de nuestra parte: un poco de rentabilidad, pero no mucho, un poco más de coste para el consumidor, pero no mucho. Si se disemina ese empeoramiento entre todos debería ser posible y no muy traumático. Claro que los inversores preferirían que el cielo sea el límite, pero es muy difícil conseguir un crecimiento ilimitado sin poner atención a cuáles son las consecuencias más allá de las económicas.

 

P.: Decía que lo ideal sería producir todo en local. ¿Qué ocurre entonces con los bengalís que se dedican a la confección?


R.: Para nosotros, para asegurarnos que la prenda está hecha con las mejores condiciones, lo ideal es producir todo en local. Pero para la economía de Bangladesh sería dramático, porque se basa en eso. Así que quizás el modelo de Inditex, producir los básico en China o Bangladesh y la moda en Portugal o Marruecos es el ideal, porque hay muchas economías que están ganando. Pero si las marcas de ropa sacan este beneficio tan evidente de una industria globalizada deberían tener una responsabilidad en mejorar las cosas. Y no ya en su proveedor y su fábrica, sino tener un impacto en la economía local. Hay países enteros viviendo de exportar ropa a Occidente.

 

P.: A raíz de la ruptura de la cadena de valor se ha hablado también mucho de tejer relaciones más estrechas con los proveedores. ¿Cuál es el modelo de relación ideal?


R.: Las relaciones más estrechas son buenas, porque te permiten tener relaciones más colaborativas y visitarles más a menudo. No sé si hace falta tener muchos menos proveedores para eso. H&M reserva a sus proveedores una capacidad a medio plazo, y eso para el proveedor es un impacto muy grande porque te permite planificarte mucho mejor, no subcontratar en el último momento… Este tipo de relación más estrecha y estable es mejor, con contacto frecuente y compromiso.

 

P.: ¿Hay algún sector que haya hecho este cambio ya?


R.: La alimentación es un sector bastante más transparente, pero por una cuestión de seguridad. Si su jersey lo ha hecho un niño a usted no le va a pasar nada, pero si la fruta está contaminada es un peligro real. Hay otro ejemplo, en materia del derecho a reparar, que es el sector de los tractores en Norteamérica. Y tiene un sentido muy práctico, porque los agricultores no querían estar bajo el yugo de que si se les estropeaba el tractor tenían que comprar uno nuevo, así que se organizaron para que se legislara. Son iniciativas puntuales, pero no hay una industria que se haya circularizado entera, es un reto grande. La moda tenía un desafío que era la cadena de suministro, y se ha progresado mucho desde 2013, aunque ojalá no hubieran hecho falta mil personas muertas para que pasara. El siguiente reto es la circularidad y es un desafío grande, global y que hay que atacar entero.