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Karl-Heinz Müller, el artífice del fenómeno Bread&Butter

S. Riera

1 sep 2014 - 04:19

Karl-Heinz Müller trajo el rock’n’roll al panorama ferial de la moda en Europa y en todo el mundo. Müller ha roto con todo lo establecido hasta ahora en el ámbito de los salones del sector. Nunca antes el director de una feria había adquirido tanta notoriedad ni tanto protagonismo como él. Desde fuera, Müller proyecta una imagen de personaje impulsivo y estratega del márketing, pero quienes han estado en contacto con él destacan su carácter afable, amable, risueño, trabajador e incluso pragmático, al estilo alemán.

 

Antes de Müller, un director de feria era alguien discreto, cómodo en un segundo plano. Incluso en la actualidad, poco se conoce de los máximos representantes de ferias y pasarelas mucho más concurridas e influyentes que Bread&Butter. ¿Quiénes lideran Who’s Next, Pitti Uomo o, por poner un ejemplo español, Mercedes-Benz Fashion Week Madrid?

 

Nunca otra feria, de moda o de otro negocio, tuvo un líder tan representativo, capaz de vincular su persona y personalidad a la totalidad del evento. Bread&Butter es Karl-Heinz Müller y Müller es Bread&Butter. El empresario creó una feria a su medida y existe una simbiosis entre quién es Müller y qué es Bread&Butter.

 

Bread&Butter dista de ser la mayor feria de moda de Europa, ni siquiera es la más grande en Berlín; tampoco es el certamen más influyente ni el que dicta tendencia. Pero Bread&Butter goza de una popularidad que ya la quisieran otros. El artífice de la explosión del certamen es este pequeño empresario alemán, que construyó una feria de moda urbana a su medida.

 

Antes de impulsar el salón, Müller trabajó para Pepe Jeans y Levi’s, y abrió su propia tienda en Colonia, 14oz, especializada en denim, que más tarde trasladó a Berlín. El primer negocio del empresario fue un establecimiento de core denim, sólo para amantes del vaquero. Él mismo se autodenomina denim freak. El directivo viste Bread&Butter, siempre en jeans, polo o camisa sin corbata para ocasiones especiales, y calzado sport.

 

Por su aspecto, nadie lo confundiría con el presidente de Pitti Uomo. Müller puede permitirse el lujo de no pasarse ni el peine ni cuidarse la barba, listo para bajar a tomar el aperitivo en la Barceloneta. Y Bread&Butter es esto: business is fun. La feria ha conseguido recrear la misma atmósfera que respiran las marcas de moda urbana, un Ibiza way of life pasado por el tamiz alemán.

 

Pero en los últimos años, desde su regreso a Berlín, Bread&Butter ha perdido peso e influencia. La distribución se ha transformado, el fast fashion domina el mercado y el denim vuelve a ser una commodity por la cual muy pocos están dispuestos a pagar más de 50 euros. Müller sabe que quién se queda quieto, muere, y que en moda, aburrir es morir. Más que impulsivo, el presidente del salón es inquieto. Sin embargo, decisiones como cobrar 500 euros a los visitantes que no fueran compradores, endurecer los criterios para exponer, dejar entrar al consumidor final y cancelar su regreso a Barcelona, le han colgado el sambenito de hombre poco reflexivo y dado a la improvisación.

 

Por otro lado, sus decisiones siempre levantan ampollas, sobre todo las referentes a la exclusividad. Los criterios para exponer y para acceder resultan en ocasiones excesivos y a nadie le gusta que no le inviten a la fiesta. Pero Müller sigue haciendo hincapié en el término selected, a pesar de las críticas. En este aspecto, hay quienes definen al empresario como duro de oído y, en cambio, hay quienes le describen como alguien atento, que sabe escuchar. Los críticos con él le reprochan que quizá sólo escuche a quien quiere escuchar, però que, al fin y al cabo, es él quien pilota su nave.